Viernes 31 de Octubre de 2025, 22:25
Este viernes, cuando las playas de Río de Janeiro se llenaban a pesar del mal tiempo y el tránsito se apretaba en los accesos, lejos del mar se desarrollaba una escena sombría y silenciosa. En la morgue, familiares de las víctimas del “Operativo Contención” montaron una vigilia a la espera de la entrega de todos los cuerpos, mientras continuaba la identificación de los cadáveres de la violenta operación que dejó 121 muertos -entre ellos, cuatro policías- y que dio la vuelta al mundo.El trámite de identificación de varios fallecidos sigue abierto y podría tardar hasta un mes. Los abogados que acompañan a las familias denuncian que la demora obedece a “burocracia” y, además, a que hay fallecidos que no contaban con documento o registro oficial y la identificación visual no alcanza, por lo que se requiere una prueba genética.
El procedimiento de comparar el ADN de los muertos con sus posibles familiares, explican, demanda un plazo que puede llegar a 30 días. En ese intervalo, la despedida queda en suspenso y el duelo, congelado.
La marcha por la paz en la zona del operativo
La espera tiene una lógica implacable. Las autoridades forenses necesitan asociar cada cuerpo con una identidad legal antes de autorizar la entrega. Sin papeles ni huellas cotejables, no hay vía rápida: se toma muestra, se inicia la cadena de custodia y se compara con perfiles genéticos aportados por familiares directos.
Nada de eso sucede de un momento a otro. Y mientras el tiempo corre más lento que el dolor, se alternan las guardias, los llamados y las idas y vueltas.
Así, a la vigilia se sumaron este viernes dos postales contrarias en distintos puntos de la ciudad: la primera marcha en la favela de Penha, en la zona norte, uno de los dos epicentros del megaoperativo, y el homenaje a los oficiales caídos en la playa más famosa de Río.
Mientras tanto, la Policía Civil de Río informó que entre los 117 muertos de la megaoperación en los complejos de Penha y de Alemao considerados sospechosos, 109 ya fueron identificados.
De ellos, 40 eran de otros estados: 13 de Pará, siete de Amazonas, seis de Bahía, cuatro de Goiás, cuatro de Ceará, tres de Espírito Santo, uno de Mato Grosso y uno de Paraíba.
Activistas y residentes del Complejo de Penha durante la marcha contra la violencia policial
Además, 42 tenían órdenes de captura vigentes -ninguno en relación al proceso que derivó en el operativo- y 78 registraban antecedentes por delitos graves como homicidio, narcotráfico, organización criminal y robos.
“Esta constatación muestra que las restricciones a las operaciones policiales en los últimos cinco años [impuestas por el Supremo Tribunal Federal] fortalecieron al crimen organizado y aumentaron las disputas territoriales. Las favelas se convirtieron en bases operativas y en un lugar atractivo para que líderes de otros estados vinieran a Río”, dijo este viernes el secretario de la Policía Civil, Felipe Curi, tras presentar los datos oficiales.
El funcionario destacó que los complejos de Penha y de Alemao dejaron de ser el cuartel general del Comando Vermelho solo en Río para convertirse en el centro de mando nacional de la facción: “Hoy son el cuartel general a nivel nacional: desde allí parten las órdenes y directrices para todos los estados donde actúa el Comando Vermelho”, afirmó.
Los manifestantes piden paz y justicia en la marcha en el Complejo de Penha
El funcionario subrayó que los dos conjuntos de favelas se convirtieron en bases de entrenamiento para el manejo de armamento y en centros de captación de delincuentes de otros estados. Según explicó, esos “extranjeros” son “formados” en Río y luego regresan a sus lugares de origen para replicar la estructura del Comando Vermelho.
Curi también reveló nombres de jefes del narcotráfico en otros estados que murieron en el operativo: “De Espírito Santo, Russo, jefe del tráfico en Vitória. De Amazonas, Chico Rato y Gringo, jefes en Manaos. De Bahía, Mazola, jefe en Feira de Santana. De Goiás, Fernando Henrique dos Santos, jefe en ese estado”.
Además, precisó que fueron arrestadas 113 personas, 33 de otros estados y 10 adolescentes. Del total, 54 tenían antecedentes. Todos quedaron bajo prisión preventiva tras la audiencia de custodia.
En la favela de Penha, la jornada comenzó alrededor de las 13, con una concentración convocada en una cancha de fútbol situada sobre la calle José Rucas.
Residentes y activistas en moto toman parte de la marcha por la paz en el Complejo de Penha
Bajo una lluvia que obligó a montar dos carpas dentro de la cancha, decenas de personas se reunieron y cumplieron con una simple consigna: llevar una remera blanca. La prenda, incluso, fue distribuida por algunos organizadores a medida que los asistentes descendían de las motos. El pedido que se replicó: paz y cese de la violencia que dejó a esas familias quebradas.
Reclamo masivoNo fueron solo motociclistas los que pararon: al menos una veintena de combis —las mismas que todos los días trasladan vecinos desde la favela hacia diferentes zonas de la ciudad— interrumpieron por más de dos horas sus servicios y rindieron tributo a los muertos.
Pasadas las 14 la lluvia aflojó, el cielo abrió en parches, la cantidad de personas se multiplicó y en la cancha había poco espacio para moverse. La imagen se repetía en las serpenteantes calles de la favela que subían y se abrían paso hacia los costados desde donde salían personas para sumarse a la protesta.
A las 15, la marcha echó a andar calle abajo. En el aire, se oían consignas que combinaban pedidos de justicia con reclamos políticos. Los cánticos apuntaron contra el gobernador Claudio Castro, a quien exigían que dejara el cargo; una gran bandera negra con letras blancas pedía que dejara ”de matar a los negros”, y junto a ella flameaban consignas de diferentes partidos de izquierda.
Participantes de la marcha contra la violencia policial en el Complejo de Penha
El hilo rector, sin embargo, fue vecinal: los habitantes de la zona que se convirtió en epicentro del operativo de contención del gobierno estatal tomaron la palabra en el territorio que conocen, con los códigos que comparten, y buscaron dejar por escrito —en tela, en cantos, en stickers— su posición frente a lo ocurrido.
Entre las voces que se escucharon en la marcha estuvo la de Edson Lacerda, vecino del complejo Penha. “Estamos tratando de enviar un mensaje de que lo que pasó aquí no es normal. El gobierno quiere hacer creer que entraron y mataron solo a traficantes, pero se olvidan de que son seres humanos también. Hubo mucha cobardía”, dijo a LA NACION.
Lacerda contó que la operación lo sorprendió mientras trabajaba y que incluso la policía entró en su casa: “Me impidieron trabajar. No hicieron alboroto porque traté de imponer respeto, pero hubo muchas otras personas que no fueron tratadas igual. Perdí muchos amigos, la favela está de luto. Todos los que están aquí perdieron a alguien, un ser querido, un amigo de la infancia”.
Sobre el clima que se vive ahora, señaló: “Es un sentimiento que no podemos explicar. El lugar en el que vivimos no es el mismo, parece que perdió una parte de la alegría de toda la comunidad”.
Vista aérea de la marcha en el Complejo de Penha
“Estoy aquí por todas las víctimas de la sociedad”, dijo por su parte Eloísa, cuyo apellido prefirió resguardar por temor, a LA NACION. Para ella, lo ocurrido hace tres días no fue un operativo, sino “una masacre, carnificación”.
“Solo queremos paz para la comunidad, nada más. No es la operación la que nos traerá la paz, solo trae desgracia”, denunció Eloísa. Una vecina que la acompañaba interrumpió la charla para hablar del miedo que siente desde esta semana: “Mucho. Mi niña tiene tres años y quedó traumatizada, lloró mucho. Fue el peor momento de mi vida, ver tanta gente muerta”.
Los tres coincidieron en que entre los muertos hay personas que conocían desde siempre. “Muchos amigos de la infancia, familia, chicos que no se involucraban en nada. Fueron asesinados injustamente”, dijo Eloísa antes de sumarse al coro que pedía justicia bajo la lluvia.
Homenaje en Copacabana
En Copacabana, el registro fue otro: la arena convertida en memorial y el paisaje de postal que da la vuelta al mundo atravesado por un duelo concreto. Por la mañana, con el sol esquivo y las olas golpeando manso la orilla, cuatro cruces “vestidas” con remeras de la Policía Militar y de la Policía Civil quedaron alineadas frente al Copacabana Palace. Cada cruz, negra, llevaba la camiseta con una mancha roja a la altura del corazón y debajo, la fotografía y el nombre de los cuatro efectivos muertos que dejó la megaoperación del martes en los complejos de Penha y Alemao.
Homenaje a los policías caídos en Copacabana
Los nombres de los caídos que se leían junto a las fotos son: Marcus Vinícius Cardoso de Carvalho, de 51 años; Rodrigo Velloso Cabral, de 34; Cleiton Searafim Gonçalves y Heber Carvalho da Fonseca.
Frente a ese monumento, hubo quienes no pudieron pasar de largo. Luis, un oficial de la Fuerza Aérea de 26 años, interrumpió su entrenamiento para contemplar el homenaje. “Esos son cuatro héroes que murieron por la población, haciendo el papel correcto”, dijo a LA NACION con firmeza y los ojos llenos de lágrimas, sin apartar la vista de las imágenes de sus compañeros caídos.
Homenaje a los policías caídos en Copacabana
“Que todos puedan ver lo que ellos pasaron allá adentro. Son verdaderos héroes para la población y tenemos que levantar la mano al cielo y agradecer que todavía hay quienes luchan por nosotros, por la sociedad”, agregó.
Consultado sobre las repercusiones tras el operativo entre los efectivos, fue categórico: “No siento miedo”. “Pero uno siente en la piel ese escalofrío —dijo mientras mostraba los vellos erizados en su brazo derecho—. Entonces, lo que queda es gratitud. Ahora lo que nos resta es saludarlos y conservar el recuerdo de esos hombres”. /
La Nacion