
Miércoles 05 de Noviembre de 2025, 00:03
La historia de Marta “Martita” López, la vendedora ambulante de 78 años que durante décadas ofreció diarios, telekinos y dulces en el microcentro tucumano, conmovió profundamente a la comunidad. Tras hacerse viral en redes sociales, su caso llegó al Ministerio de Salud Pública de Tucumán, que aseguró que garantizará su tratamiento médico y acompañamiento integral.
Martita, reconocida por su voz inconfundible y su trato cariñoso —“¡Diario, diario, diario!”—, atraviesa hoy uno de los momentos más difíciles de su vida. Desde hace un tiempo sufre una infección en la pierna derecha, diagnosticada como erisipela, que le provoca un dolor constante y le impide moverse con normalidad. “Hace unos días me lo dijeron los médicos: tengo erisipela y no tengo nada que me lo cubra”, contó.
La mujer vive junto a su hermana en una pensión en General Paz y Entre Ríos. Sin obra social y con sus ingresos reducidos, intenta subsistir vendiendo pan con semillas, alfajorcitos de maicena, pastafrolas rellenas con dulce de leche y avellanas, y bizcochuelos. Los precios —que oscilan entre los 2.500 y los 7.500 pesos— son casi simbólicos, pero las ventas escasean: “Pasa gente, pregunta, les digo el precio, y se van sin nada. Me dicen que van a volver, pero no vuelven”, lamenta.
La noticia de su enfermedad se difundió en redes sociales junto a imágenes que la mostraban trabajando y, en algunos casos, durmiendo en la calle. Rápidamente, muchos tucumanos se organizaron para ayudarla, ofreciendo donaciones, acompañamiento y colaboración para conseguir la penicilina que necesita.
El gesto solidario llegó hasta el propio Ministerio de Salud, que emitió un comunicado oficial: “Acabamos de tomar conocimiento del caso y desde el Ministerio de Salud Pública de Tucumán informamos que se garantizará la atención y el tratamiento de la señora Marta López, con el acompañamiento necesario para su cuidado integral”, informó la cartera sanitaria provincial.
Hoy, mientras espera recibir el tratamiento que aliviará su dolor, Martita sigue fiel a su costumbre de salir cada día a la esquina de 9 de Julio y Piedras, con su canasta de dulces y su sonrisa intacta. “Lo hago porque me gusta, pero también por necesidad —dice—. Mucha gente me quiere, y a ellos les hablo: todo me suma, que prueben las cositas, son ricas, y después me dicen. Aquí me encuentran. Soy Martita. Ya me conocen”.