Miércoles 05 de Noviembre de 2025, 19:05
Las urnas dispersadas por los pasillos del estadio de Obras Sanitarias se iban llenando de papelitos blancos con el escudo de la CGT con la leyenda lista celeste y blanca. No había nombres ni candidatos. Mientras los congresales votaban, en dos salones por separado, los caciques sindicales definían los nombres del nuevo consejo directivo. Es decir, nadie sabía a quiénes estaba eligiendo y ni tampoco si había lista de unidad. “Motivo de impugnación”, dijo un dirigente de mil batallas, acostumbrado a elecciones nubladas de sospechas. Eran casi las 16 y el triunvirato de mando ya estaba resuelto, pero la tensión se palpaba en el ambiente porque Luis Barrionuevo le había dado una orden a su tropa:
“Nos vamos”.
Atravesada por internas, casi en espejo con la situación del PJ, la CGT recurrió otra vez a un triunvirato para evitar una división aún mayor frente a un Gobierno que avanza con una reforma laboral y la intención de limitar el poder sindical.
El nuevo triunvirato estará a cargo de Jorge Sola (Sindicato del Seguro), Cristian Jerónimo (Sindicato del Vidrio) y Octavio Argüello (Sindicato de Camioneros). Su mandato será hasta 2029. Los tres son de raíz moyanista, aunque Sola y Jerónimo reportan desde hace tiempo a “los Gordos” (grandes gremios de servicios) y a los autodenominados “independientes” (Uocra, Upcn y AySA), respectivamente.
Salvo Argüello, un ladero de Hugo Moyano, a los otros dos dirigentes se les desconoce protagonismo en algún conflicto sindical de importancia. Provienen de gremios “chicos” y son de perfil dialoguista.
Juan Carlos Schmid, que estuvo en sus lugares cuando integró el triunvirato en 2016, les dio la bienvenida con un mensaje que se pareció a una advertencia: “Hay que prepararse para enfrentar al verdugo. Se tienen que comprometer a que no van a dejar que pisoteen nuestros derechos. Tienen que comprometerse a enfrentar a este gobierno”.
Octavio Arguello, Gerardo Martínez y Héctor Daer, en el recambio de autoridades de la CGT
Después de siete horas de frenéticas negociaciones, la comisión directiva de la CGT anunció a las nuevas autoridades. Héctor Daer habló de unidad plena a pesar de que los números reflejaron otra cosa. Participaron del congreso 145 gremios sobre un total de 200 confederados, y votaron a una lista única 1830 congresales sobre 2130, según informó en el Congreso cegetista. Es decir,
hay 55 gremios que se abrieron de la central obrera.
Hubo tres momentos de tensión durante la jornada. El primero fue al comienzo del congreso, cuando ya se sabía que no iba a ser incluida una mujer en la cúpula. “No venimos por la foto, no servimos el café, queremos a las compañeras conducir la CGT”, surgió un cantito espontáneo de un grupo numeroso de mujeres que incomodó a los jefes. El desafío no terminó ahí:
las mujeres que integran el consejo directivo se bajaron del escenario y se mezclaron en el llano, entre los congresales.
El otro pico se dio cuando el ferroviario Omar Maturano, un alfil de Barrionuevo, pidió que se defina un solo secretario general y no tres. Argumentó que no está avalado en el estatuto el esquema de triunvirato de mando. Perdió la votación, que fue a mano levantada, 9 a 1, aproximadamente. En un rapto de transparencia e institucionalidad, también pidió que el voto fuera secreto, directo y en las urnas. También perdió.
Pero la cima de tensión se alcanzó cuando Barrionuevo comprobó que su poder se había licuado. No logró ubicar a su tropa ni impugnar la designación de Jerónimo en el triunvirato de mando.
La candidatura del jefe del Sindicato del Vidrio no fue tolerada por Roberto Fernández, el jefe de los colectiveros de la UTA, que decidió irse de la CGT. Es decir, la nueva central no contará con el poder de fuego de los colectiveros en caso de ir hacia un paro general. Una señal de debilidad ante la inminente negociación con Milei por los cambios en la legislación laboral.
Nuevo triunvirato de la CGT: Octavio Arguello, Jorge Solá y Cristian Jerónimo
Hay varias razones por los que Jerónimo era objetado por tres pesos pesados: Barrionuevo, el mercantil Armando Cavalieri y el colectivero Fernández. Lo consideran un dirigente de lealtades frágiles. Le achacan desde haber impugnado en el Ministerio de Trabajo un convenio colectivo de los mercantiles para quedarse con sus afiliados hasta haber apoyado la violenta toma de la sede de la UTA por parte de una patota que respondía a Pablo Moyano.
La única salida oficial fue la de UTA. Barrionuevo, que amenazó con irse, finalmente dejó a su gremio y el puñado de aliados en la CGT. Todos ocuparán secretarías o vocalías de bajo rango, pero se mantendrán bajo el paraguas de la central. Los lugares de privilegio e influencia fueron ocupados por los gremios afines al sector de “los Gordos”, los autodenominados “independientes” y el moyanismo.
En el revoleo de nombres y en medio de la poca transparencia de la elección, los gremios más alineados con el kirchnerismo también enviaron un mensaje: conservarán su silla en la CGT, aunque excluyeron a sus dirigentes más taquilleros. No estarán en el nuevo consejo directivo Abel Furlán (UOM), Sergio Palazzo (Bancarios) ni Ricardo Pignanelli (Smata). Otra señal de debilidad para la negociación con el Gobierno.