Miércoles 05 de Noviembre de 2025, 19:49
Ya habían terminado todos los testigos del juicio. No quedaban pruebas para incorporar en el debate. Entonces, la defensora oficial María Dolores Gómez le avisó al presidente del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°4 de San Isidro, Esteban Andrejin, que su asistida, Rosalía Paniagua, tenía intenciones de declarar. Poco después confesó el homicidio del ingeniero Roberto Eduardo Wolfenson Band, asesinado en su casa del country La Delfina, de Pilar, en febrero de 2024.
“Me siento avergonzada. Voy a decir la verdad”, prometió Paniagua, de 36 años, después de que el juez Andrejin le advirtió que no divagara con cuestiones que no tuvieran que ver con el debate.
Aclaró que antes, en su declaración indagatoria, no había dicho la verdad por miedo.
“Me voy a hacer cargo de lo que hice por mis hijos; ya no viene al caso seguir mintiendo”, afirmó.
Roberto Eduardo Wolfenson Band, la víctima
Paniagua, en el momento del homicidio, trabajaba como empleada doméstica en la casa de la víctima, situada en el lote 397 del country La Delfina. Llegó al debate acusada de robo calificado por el empleo de arma utilizada de forma impropia en concurso real con homicidio criminis causae (matar para lograr la impunidad).En su declaración, Paniagua, de nacionalidad paraguaya, intentó involucrar en el “plan criminal” a Graciela Orlandi, la pareja de la víctima, que días antes del crimen se había ido a pasar unos días a Villa Gesell con su hija y su nieto.
A poco de empezar su relato, la acusada sostuvo que Orlandi, antes de irse a Villa Gesell, le pidió que le sacara el teléfono celular a Wolfenson Band.
“Quiero saber en qué anda mi marido”, afirmó Paniagua que le dijo Orlandi. Le pidió, según explicó, que le sacara el chip al aparato. La viuda no estaba en la sala de juicio en el momento de esa afirmación. Anteayer, en la primera audiencia, cuando declaró como testigo, se descompensó.
Después, Paniagua contó:
“El señor me descubrió agarrando el celular y empezó la pelea, la discusión. Me empezó a decir cosas malas: que era una desgraciada, una puta, una paraguaya ladrona y que iba a llamar a la policía. Me agarró de los pelos. No quise lastimar al señor. Todo se me nubló cuando me dijo ‘la concha de tu madre’, y se me fue de las manos”.
Las palabras de Paniagua eran escuchadas con atención por Esteban y Laura, los hijos de la víctima, que estaban sentados detrás de su abogado, Tomás Farini Duggan.
El crimen ocurrió el 22 de febrero de 2024 después de las 13 en una de las habitaciones de huéspedes de la planta alta. La acusada afirmó que aprovechó para apoderarse del teléfono celular cuando la víctima bajó a la cocina a controlar el yogurt que se estaba haciendo.
“Fui a la oficina y agarré el celular. Pero no escuché cuando el señor subió. Me vio y empezó todo eso [los insultos y la discusión]. Me cacheteó, me agarró de los pelos. Empezamos a pelear. Nos lastimamos. En algún momento me agarró del cuello, yo le pegué un cabezazo en la cara. Le pedía que me soltara para irme. No sé en qué momento terminé con todo eso. Estaba encima mío, lo agarré del cuello. Se me nubló todo. Le gritaba ‘soltame hijo de puta’. Le apreté el cuello con las manos. Presioné con el codo. Tenía un hilo en la mano y le pateé el cuello. No quería hacerle daño. Lo pateé en el pecho. Me levanté. No sabía si estaba muerto. No sabía si llamar a la policía”.
Los abogados Alejandro Broitman y Tomás Farini Duggan, representantes de la pareja y de los hijos de la víctima, respectivamente
En la escena del crimen había una cama. Paniagua dijo que, antes de irse, sacó las sábanas y las puso dentro del lavarropas. Se fue con el teléfono celular de la víctima.
“Tenía la boca y nariz hinchada. En la guardia [cuando salió del country] ni me miraron. El hilo me lo llevé y lo tiré en la calle”, afirmó.
Cuando hizo referencia al “hilo” lo dijo por el elemento utilizado para estrangular a la víctima. Explicó que un hilo que usa para hacer bijouterie. “¿De nylon?“, le preguntaron desde el estrado. Sí, dijo. Era parte del ”collarcito" con la inicial del nombre de su hijo.
Cuando salió del country, recordó, tenía muchas llamadas perdidas de su marido. Al llegar a la estación Derqui del ferrocarril San Martín se cruzó con una mujer y un hombre. La secuencia quedó grabada por cámaras de seguridad. Para los detectives policiales que investigaron el crimen se trató de dos intentos por vender el celular de la víctima, pero Paniagua lo negó y explicó que
les pidió ayuda para extraer el chip del aparato.
Finalmente, aseguró, pudo sacar el chip y lo dejó en el andén. Se tomó el tren y su marido, Miguel Ángel Villasboa, la pasó a buscar por la estación William Morris. Cuando la vio le preguntó qué le había pasado. Ella le respondió lo mismo que le había adelantado por teléfono, que se había caído por la escalera en la casa de Wolfenson Band.
Paniagua sostuvo que al día siguiente, es decir, el viernes 23 de febrero del año pasado, le contó a su marido que había robado el teléfono celular del ingeniero. Nada le dijo sobre el crimen.
“
¿En qué monstruo te convertiste? Nosotros no somos ladrones", fue la reacción de Villasboa, según la acusada.
“En ese momento me enojé conmigo misma”, contó. Y le preguntó a su marido qué hacía, si tiraba o vendía el celular. Finalmente, el marido de Paniagua le ofreció el móvil a un vecino, que no quiso comprarlo porque le pareció caro.
“No lo tiré en ese momento. Dejé pasar unos días. Mi marido me sentó y me dijo que si no me deshacía del aparato iba a ir a la policía. Me dio un martillo y lo rompí”, reveló.
Anteayer, en la primera audiencia, el comisario inspector Sergio Torres, jefe de la Subdelegación Departamental de Investigaciones (SubDDI) Pilar de la policía bonaerense, declaró como testigo y explicó que para él el móvil del crimen fue un robo. “Paniagua tenía que pagar los gastos de la fiesta de su hijo, que cumplía un año”, dijo. El festejo fue el sábado 24 de febrero, 48 horas después del homicidio.
Esteban Wolfenson, el hijo de la víctima (de camisa celeste de mangas cortas) y Graciela Orlandi (la mujer que conversa con un hombre vestido de traje) en la sala de audiencias de los tribunales de San Isidro
Hoy, la acusada lo negó. Dijo que tenía todo pago. Sí, reconoció haber ido con su marido a San Martín a vender una menorá (candelabro de bronce macizo con siete brazos en festividades de la comunidad judía), que negó haber robado de la casa de la víctima, si no que fue parte de un regalo de Orlandi, dijo.
“Yo ya tenía todo pago para el cumpleaños. Mi intención no fue robar ni matar al señor. Se me fue de las manos. El señor me iba a acusar de ladrona. Por mi culpa estoy separada de mis hijos. Me hago cargo, por mi culpa están sufriendo mis hijos. Reconozco mi error, me gustaría pedirle perdón a los hijos del señor, siento culpa, pero no fue mi intención”, dijo cuando estaba por finalizar su declaración.
Antes de que la indagatoria terminara, el juez Osvaldo Rossi, hizo un razonamiento en voz alta dirigiéndose a Paniagua:
“¿Piensa que era necesario que usted se apodere del teléfono celular? ¿No era más fácil que Orlandi, si hubiese querido saber algo, en un momento tomara el teléfono de su pareja?“. Estaba claro que el magistrado no había creído la versión que dio la acusada sobre el supuesto encargo de la mujer de la víctima.
Una vez finalizada la audiencia, el abogado Alejandro Broitman, representante de Orlandi, dijo:
“Paniagua quiso involucrar a Orlandi para intentar lograr una condena de homicidio simple y no ser condenada por homicidio crimis causae que contempla una pena de prisión perpetua".Por su parte, Esteban, el hijo de la víctima, cuando se retiraba de los tribunales de San Isidro, acompañado por su hermana y su abogado, Tomás Farini Duggan, afirmó:
“Es todo una tragedia, que la condenen también porque deja solo a un hijo chiquito. Lo único es que vamos a tener más posibilidades de que se la condene a una pena más alta y la paz de que no va a estar en la calle y hacer algo así de nuevo. Pero Justicia no es, no sé qué es la Justicia. Es una tragedia”.El viernes próximo, la audiencia continuará con los alegatos de la fiscal Laura Capra, Farini Duggan, Broitman y la defensa de la acusada, quien ya anticipó que solicitará lo que “corresponda”.