
Jueves 06 de Noviembre de 2025, 00:14
Sergio Fabián llegó desde Viale, Entre Ríos, con una mochila, tres cajas vacías y la esperanza de encontrar un trabajo en Tucumán. A sus 44 años, duerme en un albergue municipal y pasa las mañanas sentado frente a la Iglesia San Francisco, ofreciendo sus servicios como albañil, sereno o peón. “Lo único que quiero es trabajar”, repite con resignación.
La historia de Sergio es una más entre las miles que deja el ajuste económico del gobierno de Javier Milei, cuyas medidas han golpeado con fuerza a los sectores más vulnerables. La caída de la construcción, el cierre de fábricas y la falta de oportunidades empujan a hombres y mujeres como él a recorrer el país buscando una changa.
“Trabajaba en la construcción, pero se empezaron a cerrar puertas. La gente se quedó sin trabajo. En mi pueblo no hay nada. Las noticias dicen una cosa, pero yo duermo en un albergue”, cuenta mientras el sol le pela la piel.
Sergio Fabián gastó sus últimos pesos en un pasaje y en el alquiler de una pieza que nunca pudo pagar. Entregó sus pocos muebles a cambio de poder sacar su bolso y se subió a un colectivo rumbo al norte, con la ilusión de conseguir trabajo en Güemes. Hoy, una semana después, sigue en Tucumán, buscando sin suerte.
“Un baño, una pieza y una cocinita me salen 120 mil pesos por mes. En cuatro días de trabajo lo hago, pero no consigo nada. No quiero estar en la calle, quiero laburar donde sea.”
Sergio no pide limosna. Pide dignidad. Pide una oportunidad en un país donde cada ajuste, cada recorte, recae sobre los que menos tienen. Su cartel lo resume todo: “Busco trabajo. No tengo antecedentes. Hago carga, descarga, limpieza o lo que haga falta”.
Sin embargo, lo que recibe a veces no es solidaridad, sino abuso. “He bloqueado 17 mensajes con otras intenciones. Algunos se aprovechan de la necesidad. Pero no me voy a rendir. Quiero trabajar honradamente”, afirma.
Mientras el sol le castiga la piel y la ciudad lo ignora, Sergio resiste. Como tantos otros argentinos empujados a la intemperie por una crisis que no provocaron, pero que padecen todos los días.
“Lo único que quiero es trabajar y tener mi propio lugar”, dice, mirando el bolso que guarda su vida entera.
Sergio Fabián no se queja. No pide planes. Solo busca lo que el ajuste le arrebató: una oportunidad para vivir con dignidad.