"Todo ocurrió en segundos": cómo fue el ataque a la alumna de 13 años en una escuela de Alderetes

Miércoles 26 de Noviembre de 2025, 20:36

Un grupo de padres logró ser recibido por directivos, luego de que al principio se les negara una reunión.



Una estudiante fue herida con un arma blanca dentro del aula y continúa internada. El agresor, también de 13 años, es inimputable. Padres exigen explicaciones, los docentes prefieren no hablar y la comunidad educativa sigue conmocionada.

“Todo ocurrió en cuestión de segundos. Vi a mi compañera llegar a la dirección con la remera manchada de sangre y, cuando me di vuelta, vi a un alumno arrinconar y golpear a la profesora de Matemática”. Quien relata la escena es una adolescente de 13 años, de otra división, que todavía habla en voz baja, como si el episodio pudiera repetirse. No es la única: en los pasillos de la Escuela Media de Alderetes todos caminan con una mezcla de temor e incredulidad ante lo sucedido.

El ataque se produjo el martes, pocos minutos antes del último recreo. Con el timbre recién sonando, un estudiante de 13 años hirió a una compañera con un cuchillo tipo “sierrita”, en dirección al pecho. La lesión, a la altura de la mama izquierda, fue atendida de inmediato por docentes y autoridades. Sin embargo, durante la madrugada la joven sufrió un hemotórax y debió ser intervenida con un tubo de drenaje en el Hospital de Niños. Permanece estable, consciente y en terapia intermedia.

Del niño agresor apenas hay información. Por su edad es inimputable y fue entregado a sus padres. No existían antecedentes de conflictos entre ambos ni denuncias formales dentro de la institución. La Fiscalía de Menores, la policía, Dinayf y el Ministerio de Educación intentan determinar qué originó el ataque.

La imagen que circuló el martes a la noche mostró con crudeza el escenario del hecho: un aula con mesas dadas vuelta, sillas desplazadas y cintas de “peligro” cruzando el espacio. En el piso, junto a una silla roja, se observan manchas de sangre. El desorden y el acordonamiento exponen la violencia del episodio y el clima de urgencia que siguió.


Ayer al mediodía la escuela parecía cualquier cosa menos un establecimiento educativo. Una camioneta de Infantería permanecía en la puerta desde temprano, ante la posibilidad de una protesta. Varios efectivos custodiaban el portón, mientras alumnos y padres buscaban respuestas que nadie ofrecía. Un progenitor aseguró que ningún directivo hablaría porque la ministra de Educación, Susana Montaldo, ya se había manifestado más temprano.

“Necesitamos garantías para nuestros hijos. ¿Cómo la dejo tranquila acá?”, reclamó una madre, que intentó sin éxito dialogar con la directora y decidió no permitir el ingreso de su hija hasta obtener información clara.

Otra mujer, visiblemente afectada, afirmó que no era la primera situación de violencia que escuchaba de su propia hija. “La traigo todos los días con miedo por las peleas que suelen darse afuera”, señaló. Ya analiza cambiarla de escuela el próximo año.

Ninguno de los testimonios lleva nombre. El temor a represalias hacia los estudiantes es la razón que repiten todos.

A las 13.15 comenzaron a llegar los alumnos del turno tarde. Un grupo de chicas habló, pero solo de manera anónima. Conocen a la víctima y al agresor “de vista”. No identifican enfrentamientos previos, aunque mencionaron rumores de “bullying”. También contaron que, tras lo ocurrido, el martes casi todos salieron de la escuela antes del horario habitual, esperando a sus padres en la vereda.

Detrás del portón, los docentes evitaban hablar por temor a que sus declaraciones generaran conflictos. La policía seguía apostada en las esquinas, observando cada movimiento. Los padres que intentaban ingresar eran frenados por los uniformados: algunos insistían, otros reclamaban sin obtener respuestas.

Solo cuando la cantidad de familias en la entrada aumentó, en medio del calor y un ambiente cada vez más tenso, las autoridades accedieron a abrir el portón y recibirlos para responder preguntas básicas.

Lo que pidieron los padres


Exigieron tres puntos concretos: reforzar la seguridad, mantener un canal de diálogo permanente con la dirección y garantizar que la situación esté controlada. Tras ese intercambio, el personal de Infantería se retiró.

Carlos Romano, jefe de la comisaría de Güemes, informó que la policía intervino minutos después del hecho y que la Fiscalía dispuso entregar el menor a sus padres debido a su inimputabilidad. También se activaron los protocolos de apoyo psicológico y acompañamiento a toda la comunidad escolar.

Los motivos del ataque continúan bajo análisis. Mientras tanto, en Alderetes la sensación es unánime: algo se quebró. “Ya había escuchado que pasaban cosas”, comentó una madre. “Pero jamás imaginé que podía llegar a este extremo”.

Personal del Ministerio de Educación arribó a la escuela a las 14, aunque tampoco brindó detalles hasta que avance la investigación.

La institución intenta recuperar su rutina, pero la herida —tanto física como simbólica— sigue abierta. La imagen del aula acordonada funciona como un espejo de una sociedad que reclama respuestas mientras intenta comprender cómo, en unos segundos, una tarde de clases terminó convertida en una pesadilla para toda la comunidad educativa.