Estuvo 10 años preso por un doble crimen y era inocente: “La cárcel es el peor infierno, si estoy vivo es gracias a mi mujer”

Jueves 11 de Diciembre de 2025, 12:14

Este jueves 11 de diciembre se cumplen dos años de la liberación de Clemente Vera, quien había sido condenado a prisión perpetua por el asesinato y violación de dos turistas francesas, en Salta, en julio de 2011.



Este 11 de diciembre se cumplen dos años desde que Clemente Vera, un baqueano salteño, recuperó su libertad después de haber pasado una década en prisión por un doble femicidio que no cometió. Ese día de 2021 quedó grabado para siempre en su memoria como un renacer, el punto final de una pesadilla judicial y el comienzo de un lento y doloroso proceso de reconstrucción personal y familiar.

Pero antes de volver a caminar las calles de la ciudad salteña de San Lorenzo, antes de abrazar a sus hijos y de mirar nuevamente el cielo en libertad, Clemente tuvo que enfrentar no solo la dureza del encierro sino también la pérdida de seres queridos, la soledad, el miedo y, paradójicamente, la responsabilidad de sostener anímicamente a otros reclusos.

“Mi perro se perdió por salir a buscarme, mi caballo se murió y perdí a cuatro seres queridos”
, recordó Clemente en diálogo con Infobae, quien se lamentó de que la justicia no le haya dado permiso para darle el último adiós a ninguno de ellos.

Santos Clemente Vera se abraza
Santos Clemente Vera se abraza con su mujer, Beatriz, en la puerta del penal de Villa La Rosas, Salta, al recuperar su libertad.

El primero en fallecer fue su hermano Celedonio, que tenía 17 años y arrastraba problemas en el riñón y el corazón. “Él era quien organizaba las marchas para pedir mi liberación y reclamar por mi inocencia”, remarcó. Luego, fue el turno de su otro hermano, Antonio, de 50 años, víctima del COVID.

La mamá de Clemente fue la que más sufrió su encarcelamiento. “Le agarró un ACV de tanta mala sangre y por esperar mi liberación”, sentenció el baqueano. Y en cuanto a su padre, contó que falleció poco tiempo después de ella, “desgastado por la edad”.

Si bien sus años en la cárcel estuvieron marcados por el aislamiento y el duelo, también tuvo pequeñas luces de esperanza: el acompañamiento inquebrantable de su esposa, Beatriz; el nacimiento de su segundo hijo, Martín; la llegada de las gemelas, Amanda y Victoria; y la certeza de que algún día iba a salir de allí porque era inocente.

Santos Clemente Vera junto a
Santos Clemente Vera junto a su abogado, José Vargas, quien lo representó sin cobrar honorarios.

“La cárcel es peor que el infierno”, aseguró Clemente. “Había muchos compañeros que no veían a su mujer y a sus hijos desde hacía años, y eso los llevó a intentar suicidarse. Pero por suerte yo siempre tuve el apoyo de mi esposa. Ella siempre creyó en mí. Si hoy estoy vivo es gracias a ella”, admitió Clemente, quien pasó noches enteras de llanto y desesperación en el penal de Villas Las Rosas porque su condena había sido de reclusión perpetua.

Vera, hoy de 47 años, había sido hallado culpable del brutal asesinato de las turistas francesas Cassandre Bouvier y Houria Mounmi, violadas y ejecutadas en la Quebrada de San Lorenzo, Salta, donde fueron halladas el 29 de julio de 2011. Esos asesinatos, que sacudieron a todo el país, lo convirtieron en un “preso mediático” desde el primer día y víctima de malos tratos.

De la hostilidad al compañerismo

Cuando Clemente llegó al penal de Villa Las Rosas, en Salta, la noticia de su detención ya corría entre los pabellones. Era agosto de 2011 y el país entero hablaba del brutal asesinato de las turistas francesas. “Ya todos sabían cuál era mi causa y los internos me recibieron con insultos, gritos y amenazas. Me señalaban, me hostigaban y me mostraban facas”, recordó.

Los guardias ya se lo habían advertido: su vida corría peligro. Por eso fue aislado y trasladado al “chancho”, una celda de castigo donde pasó cerca de un año y medio. “Era de 1,5 por 1,5 metros, sin ventanas, cerrado con una puerta de chapa, donde solo me dejaban salir para higienizarse. No tenía ni espacio para caminar”, describió.

A pesar de ese comienzo brutal, nunca respondió a la violencia con violencia. “Yo trataba de mantener el perfil bajo, saludar a todos con respeto y no meterme en problemas”, señaló. Esa actitud, a largo plazo, lo ayudó a integrarse, a que los demás internos dejaran de verlo como un enemigo y lo miraran, más adelante, como un compañero.

Lo que nadie imaginaba era que Clemente terminaría convertido en un apoyo emocional para quienes cumplían condenas más leves. Su fortaleza interior —alimentada por su fe, por la esperanza de volver con su familia y por la convicción de su inocencia— lo volvió un referente dentro del penal.

Las turistas francesas asesinadas en
Las turistas francesas asesinadas en Salta.

“Viví en carne propia la desesperanza. Presos jóvenes con sentencias cortas que se autolesionaban y se derrumbaban anímicamente frente a la culpa, la impotencia o la soledad”, señaló. Y reconoció que escuchar a los demás también lo salvó de hundirse en sus propios pensamientos.

Pero la contención más importante venía desde afuera. Beatriz, su esposa, fue su ancla, su sostén y su esperanza durante los diez años de encierro. Trabajadora de la administración pública, tuvo que encargarse sola de sus hijos, del hogar, de las cuentas y de todas las responsabilidades que antes compartían. Lo visitó periódicamente, lo acompañó en los peores momentos y sostuvo su nombre cuando pocos creían en su inocencia.

“Ella siempre creyó en mi inocencia, me conocía bastante bien y sabe quién soy. Ni preguntó qué pasó”, enfatizó Clemente. Mientras él lidiaba con el encierro, ella lidiaba con la vida real: con la escuela, los turnos médicos, la economía del hogar y las ausencias. Beatriz no sólo sostuvo la casa: sostuvo la verdad, la fe, la palabra y el amor que tenía hacia su marido.


"Mi mujer siempre creyó en
"Mi mujer siempre creyó en mi inocencia, me conocía bastante bien y sabe quién soy. Ni preguntó qué pasó”, dijo Clemente.

Tal es así que durante las visitas íntimas, quedó embarazada en dos oportunidades. “Cuando nacieron las gemelas, Amanda tuvo muchos problemas de salud y pedí un permiso especial para que me dejaran salir por unos días a cuidarla, pero me lo negaron”, se lamentó Clemente al recordar que hija permaneció los primeros cuatro meses internada.

Lo vivió todo desde la distancia, con el corazón partido, pero aferrado a la idea de que algún día estaría allí para cuidarla. “Amanda tuvo problemas respiratorios y complicaciones en un pie y en un brazo, requiriendo múltiples estudios y atenciones médicas específicas. Luego de varios estudios también nos enteramos que tiene parálisis cerebral”, detalló Clemente, quien desde que recuperó su libertad se dedicó exclusivamente a la rehabilitación de su hija.

A las visitas de su mujer y sus familiares, se sumó el apoyo personas clave que creyeron en su inocencia. Clemente recibió el respaldo de su patrón, quien le aseguró que cuando saliera de la cárcel podría volver a trabajar como su jardinero, varios amigos y el cura del pueblo.

Pero una de las figuras más significativas fue Jean Michel Bouvier, el padre de Casandre Bouvier, una de las turistas francesas asesinadas. En octubre de 2017, el hombre viajó especialmente a la cárcel de Villa Las Rosas para visitarlo y transmitirle personalmente que estaba convencido de su inocencia.

En declaraciones públicas y en sus acciones, Bouvier insistió en que Clemente era un “perejil”, un chivo expiatorio encarcelado sin pruebas contundentes, y criticó la actuación de la justicia salteña.

Clemente también expresó un profundo agradecimiento a Innocence Project Argentina, una ONG que asiste a presos encarcelados por error o que fueron víctimas de causas armadas. “Su acompañamiento fue clave para la difusión de las irregularidades del proceso judicial y para que se llevara adelante la revisión del caso ante la Corte Suprema”, afirmó.

Mencionó, además, el compromiso de Manuel Garrido, presidente de esa ONG, y de todo el equipo de profesionales que lo acompañó en la lucha por su libertad. “No me quiero olvidar del periodista francés que se interesó y dio visibilidad internacional a su causa, el cineasta Ricardo Piñeyro y de mi abogado, el doctor José Vargas, que decidió representarme sin cobrar honorarios”, remarcó. “Vamos luchar por tu inocencia”, fue la respuesta que Santos recibió de Vargas, actitud que calificó como “impresionante” y que consideró invaluable para su familia.

Una causa llena de irregularidades

Clemente fue detenido en agosto de 2011, apenas encontrado el cuerpo de las turistas. En 2014, durante el primer juicio, la Sala II del Tribunal de Juicio de Salta lo absolvió por falta de pruebas. Pero la absolución fue apelada y, en 2016, la Sala III del Tribunal de Impugnación decidió condenarlo a prisión perpetua. El argumento central era una supuesta coincidencia genética del cromosoma Y, un dato cuestionado incluso por especialistas internacionales.

Durante años, su defensa —con el apoyo del Innocence Project Argentina— insistió en que el proceso había estado plagado de errores, prejuicios y violaciones al debido proceso. La Corte Suprema tardó casi ocho años en responder, pero cuando lo hizo fue contundente: la condena carecía de garantías.

Ese fallo obligó a revisar la causa y en 2024 finalmente fue sobreseído. En la causa por el doble femicidio, queda un condenado: Gustavo Orlando Lasi, considerado autor de los delitos de “robo, abuso sexual con acceso carnal y doble homicidio agravados”. En 2014 recibió una pena a treinta años de prisión y en 2016 el Tribunal de Impugnación de Salta la elevó a perpetua. Mientras tanto, el padre de Cassandre Bouvier presentó recientemente en Francia una denuncia para que se esclarezcan los hechos. Duda de un encubrimiento.

El día de su libertad y su presente en familia

Cuando el 11 de diciembre de 2021 se abrieron los portones del penal, afuera lo esperaban periodistas, vecinos, amigos y su familia. Adentro, ocurrió algo que nunca olvidará: los propios internos formaron un pasillo para despedirlo. Gritaban: “¡Verita se va!”.

Ese homenaje espontáneo, nacido de quienes compartieron con él la vida más dura posible, tuvo para Santos un valor profundo: el reconocimiento a su integridad.

De vuelta en San Lorenzo, la comunidad entera salió a recibirlo. Vecinos que apenas lo conocían se acercaron para abrazarlo, otros le llevaron comida, ropa, y hasta dinero. Su casa se llenó de gente durante días. Fue un aluvión de afecto que contrastó por completo con la soledad del encierro.

Desde que llegó al hogar, él se concentró en su rol de padre. Se levanta temprano, prepara el desayuno, lleva a los chicos a la escuela, cocina, limpia y —sobre todo— acompaña de cerca el tratamiento de Amanda. “Ahora estoy de amo de casa, cuidando de los cuatro chicos”, contó.

A pesar de que recibió propuestas de trabajo, Clemente agradeció a cada una de ellas pero las rechazó: “No me da el tiempo. Necesito estar con Amanda, que es la que más me necesita”.

Clemente Vera junto a sus
Clemente junto a su mujer, Beatriz.

Dos años después de su libertad, Santos Clemente Vera no habla de rencor ni de venganza. No inició demandas contra el Estado. No busca revancha. Su objetivo es otro: “Disfruto del día a día, de compartir con mis hijos y mi mujer, de estar en contacto con la naturaleza, escuchar del sonido de los pájaros y andar a caballo por el campo. Solo quiero recuperar el tiempo perdido con mi familia, y no perder el tiempo en tribunales”.

Su aprendizaje, dice, es simple pero profundo: “El apoyo de mi familia me salvó. Lo vi en la cárcel una y otra vez: quienes no tenían sostén se derrumbaban. Ahora es momento de devolverles todo lo que mi mujer y mis hijos hicieron por mí”, aseguró.

Hoy, Clemente disfruta de compartir
Hoy, Clemente disfruta de compartir sus días en familia y andar a caballo.

“Mi abogado me habló de hacer una demanda pero no quiero saber nada. Soy como las vacas, veo leche y lloro. No sé que puede llegar a salir de todo esto, después de lo que me tocó padecer”, explicó.

Hoy, entre juegos en el patio, caminatas con sus hijos y las rutinas del hogar, Clemente intenta construir un presente tranquilo, sin estridencias, donde lo más valioso no es lo que perdió, sino lo que pudo recuperar: vida de calidad junto a sus seres queridos. /Infobae