Martes 29 de Abril de 2025, 07:15
La noche del 8 de enero de 2023, Pamela Nisi disfrutaba un domingo caluroso en su casa de Monte Grande, Buenos Aires, junto a sus hijos. Había pasado el día jugando con ellos, cocinando y limpiando. Todo parecía tranquilo hasta que, a las 22:30, el techo de la habitación donde descansaban cuatro de sus hijos se derrumbó de manera repentina, sepultándolos bajo toneladas de escombros. El desastre fue total. Pamela, desesperada, salió a la calle pidiendo auxilio.
La casa donde ocurrió la tragedia pertenecía a Daniel López, su pareja, a quien Pamela recurrió luego de una serie de conflictos familiares en su antiguo hogar en Boedo. Había sido víctima de maltrato, robo y traiciones por parte de su hermana y su expareja. La mudanza representaba para ella una oportunidad de empezar de nuevo, lejos del daño, aunque en una casa precaria que intentaban mejorar con mucho esfuerzo.
Ese mismo día, Daniel había convencido a Pamela de subir escombros a una losa para futuros arreglos. Sin experiencia en construcción, Pamela confió en él. Esa losa era falsa. Horas después, mientras los niños dormían, la estructura colapsó. Pamela escuchó un crujido y luego los ruidos que nunca olvidará. Al intentar entrar a la habitación, la puerta se cerró en su cara. Sus hijos estaban atrapados bajo los escombros.
Los vecinos intentaron ayudar, pero la escena era insoportable. Pamela, herida y en shock, rogaba que no la dejaran sola. Valentín, su hijo mayor presente, intentaba excavar con sus manos. La ayuda oficial llegó tarde. Noah, Lorenzo, Benicio y Santino fueron rescatados sin vida, uno por uno. El último fue encontrado cinco horas después del derrumbe. Pamela, devastada, fue sedada tras gritar que prefería morir.
La casa que se derrumbó y mató a sus hijos
Apenas recuperada, volvió a la casa a buscar recuerdos de sus hijos, pero se encontró con obstáculos de parte de la familia de Daniel. Logró recuperar algunos objetos con ayuda judicial. La causa quedó en manos de la Justicia, y Daniel López fue imputado por homicidio culposo agravado. Pamela no entiende cómo él pudo colocar los escombros sobre una losa que sabía que no resistiría.
Desde entonces, Pamela no volvió a trabajar. Vive con ansiedad, duerme con luz y no puede acercarse a espacios donde haya niños. Sus hijos mayores también están marcados por la tragedia. Ella busca volver a trabajar, al menos para mantenerse en movimiento y sostener a los que aún viven. Siente que quedarse quieta es volver a aquella noche.
Cada año, Pamela camina sola a Luján llevando una mochila de su hijo y fotos de los cuatro. En esa marcha, encuentra señales: mariposas, niños parecidos a los suyos. Camina para recordarlos, porque el dolor no se va y la causa judicial sigue abierta. Lo hace para no olvidar, porque aunque el tiempo pase, hay heridas que no cicatrizan y pérdidas que nunca se entierran del todo.