Martes 03 de Junio de 2025, 09:24
Anoche, en una escena que parecía un déjà vu del peor pasado reciente, Cristina Fernández de Kirchner reapareció en los estudios de C5N, recibida por una militancia fanatizada que parece no ver, o no querer ver, el pantano político en el que su jefa los arrastra. En una entrevista conducida por un predecible Gato Sylvestre, Cristina confirmó lo que muchos temían: será candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires en las elecciones de septiembre. La razón es clara y brutal: volver a tener fueros para evitar la cárcel.
Condenada por corrupción en dos causas, responsable de dos de los gobiernos más dañinos que recuerda la democracia argentina, y con un séquito de discípulos que en su mayoría han terminado procesados, presos o desacreditados, Cristina no solo insiste en su permanencia, sino que bloquea activamente cualquier posibilidad de renovación real dentro del peronismo.
La entrevista no fue un llamado a la esperanza, ni un mensaje movilizador. Fue la repetición de un libreto oxidado, pronunciado por una dirigente agotada, sin ideas nuevas, sin autocrítica y sin otra brújula que su propia supervivencia política. Con argumentos vagos, referencias desconectadas y una actitud defensiva, Cristina mostró que no está ahí para construir un país, sino para blindarse a sí misma.
Su discurso sobre la unidad del peronismo esconde una gran hipocresía: ella no quiere unidad, quiere obediencia. Su concepción de liderazgo anula cualquier posibilidad de surgimiento de nuevas figuras con pensamiento propio. Y lo más trágico es que esa misma estructura partidaria que alguna vez supo reinventarse con líderes como Perón o incluso Néstor Kirchner, hoy está rehén de una figura que ya no tiene nada para ofrecer más que el peso muerto de su legado judicial y político.
Como dijo alguna vez Pepe Mujica, “la vieja no quiere soltar la torta”. Y eso quedó claro anoche. Al igual que Macri en la Ciudad de Buenos Aires, Cristina no habló de país ni de futuro. Habló de sí misma. No presentó una visión de nación, sino una estrategia para conservar poder. Su intervención sobre temas nacionales fue pobre, repetitiva y sin ninguna propuesta concreta. Pasó de criticar vagamente al gobierno nacional a hablar de Loan y El Eternauta, en una deriva discursiva que osciló entre el absurdo y el patetismo.
Cristina no solo no aporta a la renovación del peronismo: es el mayor obstáculo que tiene para renacer. La única razón por la que aún conserva centralidad es por el pavor de una dirigencia tibia que no se anima a decirle que el ciclo terminó hace rato. Pero la sociedad ya lo intuye. No hay épica, no hay proyecto, no hay mística: solo una señora defendiendo su pellejo.
El problema del peronismo no es la falta de ideas. Es la falta de coraje para sacarse de encima a quienes lo hunden.