Viernes 11 de Julio de 2025, 22:38

El toxicólogo Fernando Cardini denunció que la exposición a PCB en el barrio representa un crimen contra la salud pública. Exige acción inmediata ante un daño que podría afectar a generaciones futuras.
Una sustancia invisible. Un silencio denso. Un barrio atrapado entre el abandono y el veneno.En Los Pocitos, al norte del Gran San Miguel de Tucumán, los vecinos no respiran tranquilos desde hace años. La sospecha de
contaminación por PCB —una sustancia prohibida, tóxica y persistente— dejó de ser una intuición barrial para transformarse en una evidencia clínica, ambiental y judicial.
Esta semana, el toxicólogo forense Fernando Cardini puso en palabras lo que muchos callan o ignoran:
“Esto no es un simple accidente. Es un delito contra la salud pública”.
La advertencia no fue lanzada al aire. Fue respaldada por décadas de estudios sobre el comportamiento de los bifenilos policlorados (PCB),
químicos que durante años se usaron en transformadores eléctricos y que, por su alta resistencia, aún permanecen activos en equipos dentro de zonas residenciales, como denuncian desde hace tiempo los habitantes de Los Pocitos.
¿Qué son los PCB?
Son compuestos que no se degradan fácilmente. Se instalan en el ambiente y en el cuerpo humano.
Entran por el agua, por el aire, por la tierra… y se quedan. Según Cardini, los efectos pueden aparecer años después: enfermedades hepáticas, problemas neurológicos, mutaciones genéticas, cáncer.
Pero hay algo aún más inquietante:
“
La intoxicación puede heredarse. Afecta incluso a los bebés por nacer”, advirtió el experto.
No se trata solo del pasado. Se trata del presente sin respuesta. Cardini fue categórico:
“Lo más grave no fue el derrame. Fue no haber hecho nada después”.
Los protocolos son claros. La Ley 25.670 obliga al recambio inmediato de transformadores con PCB, al monitoreo mensual de equipos y a la descontaminación urgente de zonas habitadas. Pero, en Los Pocitos, eso no ocurre. No se midió el agua. No se analizaron a fondo las napas. No se realizaron exámenes a la población expuesta.
“Estamos frente a una omisión del deber de cuidado, y eso configura un delito penal”, sentenció Cardini.
El riesgo no es solo local. Es generacional. El especialista aclaró que aunque el contagio por contacto es mínimo, el problema real está en el agua contaminada, en los suelos, en el aire que se respira todos los días. “Cada sorbo de agua de una napa con PCB es una dosis de veneno acumulativo”.
Mientras tanto, la vida sigue… o sobrevive. Las autoridades, al tanto del problema, se mueven con la lentitud de los papeles administrativos, mientras los vecinos sienten que cada día cuenta, pero que nadie los cuenta.
Hay informes. Hay pericias. Hay diagnósticos médicos. Lo que no hay es decisión política.
El final del testimonio de Cardini retumba como una sentencia:
“
Lo que podemos hacer es limitar el daño. Y eso debe hacerse ya. No es una opción. Es una obligación sanitaria”.
Porque hay amenazas que no hacen ruido. Porque el veneno puede ser invisible, pero no es intangible. Porque cuando la tierra y la sangre se contaminan, también el silencio enferma. /
El Ocho
Más leídas en la semana
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10