La industria argentina está creciendo. Los datos no son opiniones.
En mayo, por ejemplo,
el índice de producción industrial subió 2,2% mensual y en términos interanuales avanzó 5,8%. "Mayo confirmó la tendencia positiva de la actividad industrial, con mejoras tanto en la comparación mensual como interanual, números que consolidan un buen primer semestre para el sector manufacturero", según el Centro de Estudios Políticos y Económicos (CEPEC).
Hay más: según la Unión Industrial Argentina (UIA),
si se toman los números de abril, la actividad presentó ese mes una suba interanual de 8,5%.Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. En primer lugar, porque
si bien existe una recuperación, todavía se está lejos de alcanzar los números de 2023. Es decir, se crece, pero comparando contra un año muy malo como fue el 2024.
Antes de asumir el poder,
Javier Milei había anticipado que para frenar la extraordinaria inflación generada en el último tramo del gobierno de
Alberto Fernández, no le quedaba más remedio que
aplicar medidas que iban a provocar estanflación (suba de precios con recesión). Producto de la estanflación y del recorte abrupto de gastos, el 2024 fue un año donde todos los índices cayeron, obvio que también los de la industria y los de la economía en general.
Por eso, los números que ahora muestran recuperación de la industria hay que ordenarlos en tiempo y forma. Además, a todos los sectores no les va igual. Algunos crecen y mucho y otros caen más del promedio.
“A pesar de la reactivación económica, la industria no termina de despegar. Mientras el Producto Bruto Interno (PBI) y el consumo están por encima de los niveles de 2024, la industria sigue por debajo. En los primeros cinco meses de 2025, la producción industrial cayó un 10% frente al mismo período de 2023”, dice
Daniel Schteingeart, director de Planificación Productiva de Fundar.
“Esto pasó por el fuerte aumento de las importaciones, impulsado por la apreciación del peso y la apertura comercial. Ese salto hizo que todo el aumento del consumo se volcara a bienes importados. De hecho, las importaciones como porcentaje del PBI están hoy en su nivel más alto desde 1980”, afirma.
La apertura ayudó a contener la inflación -los precios de los bienes vienen subiendo por debajo del promedio-, pero tuvo costos: golpeó a la producción local, a la cantidad de empresas activas y a las reservas.
Desde que asumió Milei se perdieron 31.000 empleos formales en la industria (un 3% del total) y cerraron unas 1.500 empresas industriales, mayormente pymes. A su vez, el boom importador erosionó el superávit comercial y dificulta la acumulación de reservas, acota Schteingeart.
De todas formas, el impacto no es igual en todos los sectores. Aunque la industria está por debajo de 2023, con sectores muy golpeados, como materiales de la construcción, calzados, neumáticos y electrónicos con caídas de hasta 15%, hay sectores que crecieron. Alimentos se mantuvo estable y el sector del tabaco subió.
“En materiales para la construcción, la caída está ligada al freno de la obra pública y aumento de los costos de construir en dólares. En los otros sectores, el golpe vino por la apertura: son ramas muy sensibles a la competencia importada”, sostiene Schteingeart.
La caída de la industria contra 2023 no sorprende al Gobierno. En líneas generales, desde Casa Rosada se pregona un discurso de competitividad donde el tipo de cambio flota y donde la quita de subsidios y apertura comercial son reglas de oro. Para el Gobierno tiene que existir una depuración lógica y la Argentina no puede producir de todo ni puede vivir sin importar.
En términos de empleo, si a la industria tradicional se le agrega la industria vinculada al campo se puede asegurar que este sector genera un millón de puestos de trabajo directos —de los cuales 395.000 son formales—. El porcentaje de empleo asalariado formal es relativamente bajo (41%), lo que se explica por un elevado peso del cuentapropismo y el empleo asalariado no registrado. Los salarios formales son muy parecidos a la media industrial. Casi el 40% del empleo total es femenino, aunque esta participación cae al 21% en el empleo formal. /
Clarìn