Lunes 14 de Julio de 2025, 20:01
En 2024, la empresa Kankay facturó $3.400 millones y proyecta un crecimiento del 165% para este año, con una facturación estimada de $9.000 millones. No es poco para una marca de productos de cocina 100% industria nacional, que nació de una parrilla improvisada en un viaje de amigos y se consolidó vendiendo sartenes de hierro que ya eligieron más de 60.000 argentinos.
La historia de Kankay comenzó con la amistad de toda la vida entre Tomás Beutin y Federico Schaer. Se conocen desde chicos: sus familias eran amigas, compartieron el colegio y crecieron compartiendo veraneos, escapadas a la montaña y a la playa. Ya de adolescentes, y más aún cuando comenzaron a estudiar marketing en la universidad, descubrieron que además de su vínculo personal, tenían otra cosa en común: la pasión por emprender. "Él tenía una marca de trajes de baño, yo había intentado hacer sushi delivery y una web de quesos. Desde los 19 ya veníamos imaginando proyectos", recuerda Beutin en diálogo con iProfesional.
El germen de Kankay, sin embargo, no fueron las sartenes. El padre de Tomás, fanático de la cocina y de los viajes, había mandado a hacer una parrilla desmontable, fácil de transportar, inspirada en un diseño de Francis Mallmann. Esa parrilla se volvió el centro de atención en cada viaje: la montaban en el medio del lago Nahuel Huapi, y todos preguntaban dónde podían conseguir una igual."Un día dijimos con Fede: mandemos a hacer 10. Si todo el mundo pregunta, por ahí las vendemos. Fuimos con un herrero amigo y las hicimos. Así empezó Kankay", cuenta Beutin. Corría el año 2014. Poco tiempo después, ambos renunciaron a sus trabajos para dedicarse de lleno al emprendimiento.
Comenzaron vendiendo parrillas, fogoneros, planchas y otros productos vinculados al fuego y la cocina al aire libre. La fabricación era artesanal, con herreros de barrio, pero pronto la demanda los obligó a profesionalizarse.
Tras pasar por distintos talleres, llegaron a un acuerdo con Promettom, una metalúrgica de Pilar que les ofreció un salto de calidad: maquinaria especializada, procesos estandarizados y la posibilidad de escalar. Hoy esa alianza es clave en el modelo de negocio de Kankay: la planta produce casi exclusivamente para ellos.Pero el verdadero quiebre llegó hace poco más de dos años, cuando un comprador mayorista les pidió desarrollar una línea de sartenes de hierro
. "Fue un proyecto enorme. Hubo que hacer nuevas matrices, diseños, ajustar la producción. Y cuando ya teníamos todo listo, sin aviso, el cliente se fue a vivir a Miami. Nos quedamos con el stock y dijimos: bueno, vendámoslas nosotros. Ahí arrancó una nueva etapa".
Desde entonces, las sartenes se convirtieron en el eje del negocio. Hoy representan el 99% de la facturación de Kankay. A la fecha, llevan más de 60.000 sartenes vendidas desde 2024, con una fuerte penetración en el interior del país (+25.000 unidades desde 2024 a mayo 2025) y una base de más de 5.000 nuevos clientes cada mes. Los productos se destacan por estar hechos con materiales nobles como el hierro, el acero y la madera, sin teflón, sin PFOA, sin remaches, y pensados para durar toda la vida.
"Nosotros promovemos una cocina consciente, sin tóxicos. Como cocinaban nuestras abuelas", dice Beutin. Y lo dice literal: en su casa conserva una olla de hierro de hace más de 90 años, fabricada por la fundición Beutín, empresa familiar creada por su tatarabuelo inmigrante. "No tiene nada que ver con Kankay, pero hay algo de esa historia que vuelve. A veces siento que sin quererlo estamos continuando un legado".
Cocina consciente, futuro liviano
La pandemia fue otro punto de inflexión para Kankay. Con el boom de la cocina casera y el tiempo en casa, sus productos comenzaron a viralizarse en redes sociales y crecieron las consultas desde el exterior. Aprovechando ese contexto, montaron una tienda online en Estados Unidos, armaron un modelo de exportación sin depósito propio y comenzaron a enviar sus productos a distintos países. "Nos agarra bien parados. Vendíamos poco, pero para nosotros era mucho. Llegamos a exportar a Francia, Alemania, Reino Unido, Holanda, Chile y Australia", recuerda Beutin.
Sin embargo, perdieron esos mercados y, por supuesto, aprendieron de los errores. "Nos enamoramos de cerrar negocios y no pensamos en el largo plazo. Les pasamos precios poco competitivos a los distribuidores y les costó vender nuestros productos. Hoy entendemos que una relación comercial necesita tiempo, confianza y buenos acuerdos", cuenta el emprendedor con sinceridad.
Actualmente, están focalizados en Estados Unidos (donde manejan su propia tienda y redes) y Uruguay, donde enviaron 20.000 unidades con un socio local. Pronto desembarcarán en Chile como parte de su plan de internacionalización.
Kankay genera empleo directo e indirecto para más de 60 personas y planea ampliar su equipo a 75 en 2026.En febrero inauguraron su primer local de venta al público en San Isidro, con una inversión de $40 millones, y ya proyectan nuevas aperturas en Recoleta y Nordelta.Aunque el 85% de las ventas siguen siendo digitales, para Beutin tener presencia física es clave: "El argentino es desconfiado. Nos estafaron tantas veces que cuesta confiar en el e-commerce. Por eso abrimos un local: para que el que compra sepa que estamos acá, que damos la cara". Tanto él como su socio son activos en redes sociales y se convirtieron en figuras reconocidas por su comunidad: muchos clientes los saludan por la calle.
La apertura de importaciones y la caída del consumo también los hizo repensar su estrategia.
"Vamos a importar desde China productos que hoy no podemos fabricar localmente. No es para reemplazar lo que hacemos acá, sino para complementar", explica Beutin. La idea es sumar líneas nuevas, como utensilios y formatos especiales, que por cuestiones de maquinaria o costos no pueden desarrollar todavía en el país. "Pero el corazón de la marca, las sartenes de hierro y acero al carbono, se seguirán haciendo acá. La industria nacional es parte de nuestra identidad".
Kankay, palabra quechua que significa "asar, cocinar a la parrilla", nació de una parrilla improvisada entre amigos y hoy quiere transformar la forma en que cocinamos. Y en cada sartén de hierro que venden, estos emprendedores, que le declararon la guerra al teflón, promueven una cocina consciente, libre de tóxicos.