Sábado 23 de Agosto de 2025, 08:24

ABANDONO. Como el costo de trasladar los tomates al mercado es más alto que el precio de venta, los productores salteños abandonan las plantaciones.
La localidad de Colonia Santa Rosa, epicentro hortícola del norte salteño, atraviesa una de sus peores campañas. Miles de kilos de tomate quedaron en el surco porque el costo de trasladarlos al mercado resultó más alto que dejarlos en las fincas. “No es que cosechamos y tiramos. El costo de enviarlo es mucho más caro que abandonarlo en el campo”, explicó Fernando Ortiz, productor local.El panorama expone el colapso de la campaña 2025 en la región: valores en origen que no cubren los costos, caída del consumo interno y un fuerte impacto del contrabando desde Bolivia. Según los cálculos de los productores, elaborar un cajón de 20 a 22 kilos cuesta entre $ 11.000 y $ 13.000. “Hoy la caja vale más que la fruta que contiene. Es más caro el collar que el perro”, graficó Ortiz.
En el circuito comercial, la brecha es abismal: mientras en góndola un kilo de tomate se vende al mismo precio que el productor recibe por 20 kilos, los eslabones intermedios de la cadena son los únicos que logran rentabilidad.
Otro de los factores que agrava la crisis es el ingreso irregular de mercadería desde Bolivia. Ortiz denunció que la frontera, extensa y difícil de controlar, se convirtió en un canal abierto para el contrabando: “No solo entran electrodomésticos, también tomate, huevos y otros productos. La gente lo hace porque le resulta rentable, pero genera un perjuicio enorme para los productores locales”.
Si bien Gendarmería intensificó los operativos, el foco se mantiene en el narcotráfico y no en la mercadería de contrabando. El problema, subrayó el productor, no es la mercadería declarada, sino la que ingresa sin ningún tipo de regulación.Con la temporada prácticamente concluida —un 90% ya finalizado y la tradicional Fiesta del Tomate prevista para el 30 de agosto como cierre simbólico—, los productores reconocen que esta vez la campaña se perdió casi por completo. A la presión de costos y el contrabando se suma la falta de poder adquisitivo: “La gente no tiene dinero en el bolsillo, y aunque bajen los precios en origen, esa reducción nunca llega al consumidor”, advirtió Ortiz.
Para no desperdiciar todo el trabajo, algunas fincas optaron por abrir sus puertas a los vecinos. En Finca La Trinidad, por ejemplo, se permite que familias retiren tomates, papayas y berenjenas para consumo personal. Sin embargo, se restringe el ingreso de camiones para evitar que la gratuidad se transforme en un nuevo golpe al comercio local.
Ante la magnitud de las pérdidas, los productores buscan reconvertir la situación en una experiencia cultural y turística. Entre las propuestas aparece la idea de organizar una “fiesta de la tomatina”, similar a la tradicional celebración española, como forma de darle un valor distinto al cierre de la campaña. “Ojalá sea algo excepcional y no tengamos que repetirlo. Queremos producir, no tirar”, concluyó Ortiz.
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