Los secretos del “Estafador de Tinder”, el criminal que engañó a más de 20 mujeres por 10 millones de dólares
Sábado 20 de Septiembre de 2025, 14:34
Shimon Hayut usó la identidad falsa de Simon Leviev para engañar mujeres.
El lunes pasado en el aeropuerto de Batumi, en Georgia, un hombre de mediana edad fue detenido. Nada nuevo. Alguien intenta ingresar a un país y el sistema muestra que Interpol puso una alerta roja sobre él, uno de los cientos o miles, que tiene pedido de captura internacional. La policía local lo detiene y lo interroga.
Pero este caso es especial: se trata de una celebridad aunque el nombre del detenido, posiblemente, al lector no le diga nada aunque es probable que conozca su historia ya que fue tema de un muy visto documental de Netflix y, también, porque se lo conoce (y mucho) por el apelativo con el que se lo etiquetó: el Estafador de Tinder.
En una época se hizo llamar Simon Leviev. Pero usó otros cinco nombres falsos, seudónimos para seducir, estafar y abandonar. Tuvo más heterónimos que Pessoa. Aunque este haya sido un poeta del engaño.
Su verdadero nombre es Shimon Hayut y desarrolló, de manera empecinada y sin escrúpulos, un esquema ponzi del amor. Una enorme estafa piramidal en la que una mujer con el corazón roto y los bolsillos y las cuentas bancarias vacías le dejaba su lugar a otra.
La policía georgiana le preguntó por el caso de una mujer alemana que reclama la devolución de los 52.000 dólares de sus ahorros que le sacó con mentiras y otros 11.000 por pasajes aéreos y hotel en Islas Caimán, lugar al que viajaron de urgencia, supuestamente, para cerrar un gran negocio. El hombre negó las acusaciones, dijo no saber de qué se trataba. Al juez georgiano no le importó y determinó que quedara detenido tres meses hasta que se procediera a extraditarlo a Alemania para que fuera juzgado. No es la primera vez que el falso Leviev es juzgado y encontrado culpable.
El inicio era un match en la app de citas más célebre. Simon Leviev, como tantos, buscaba pareja en Tinder. Sus fotos mostraban a un joven apuesto con un gran nivel de vida. Ropa cara, relojes fastuosos y paisajes de diversas partes del mundo. Parecía un buen partido. Sería una catástrofe.
Las chicas que hicieron match con este hombre que hoy tiene 34 años no podían saber que su vida iba a cambiar de manera tan drástica, tan triste.
Cambiar su apellido al de un magnate: el primer paso para el engaño
La red de ardides en la que quedaban atrapadas, con la confianza en ellas mismas estragada, y endeudadas de por vida, se empezaba a tejer en los mensajes por la aplicación y luego por WhatsApp. Él se mostraba como un caballero. Elegante, seductor, con un gran pasar económico. En algún momento, como por casualidad, mencionaba a su padre de manera algo enigmática. Eso generaba interés y cuando la chica preguntaba, él le informaba (le mentía) que su padre era Lev Leviev, un magnate de diamantes uzbeko-israelí. LDD Diamonds, su empresa, era líder mundial en el rubro. Lo llaman el “El Rey de los Diamantes” y quienes conocen el volumen de sus negocios dicen que ese calificativo no es exagerado.
La coreografía del engaño se desplegaba a pleno en el primer encuentro personal. Siempre un ambiente suntuoso, por lo general, un exclusivo hotel cinco estrellas. La siguiente salida ya se daba en extraña jurisdicción. Un viaje súbito de negocios obligaba al galán a tener que viajar a alguna capital europea. Invitaba, a último momento, a su nueva conquista a acompañarlo. La chica aceptaba y se deslumbraba con el vuelo en avión privado, los restaurantes con estrellas Michelin, el séquito. Él, un conquistador, era amable, hablaba de amor y de una larga vida en común. Encantador y atento, le preguntaba por su vida, la escuchaba. Contaba, distraídamente, de sus negocios de millones de dólares. Después, cada mañana saludaba por mensaje amorosamente a la chica y se despedía con ardor por la noche. Viajaba para verla al menos unas horas y hablaba de consolidar la pareja, de planes para el futuro. Nunca se establecía en la ciudad en la que vivía la chica, los negocios le exigían viajar y vivir en diferentes capitales occidentales. Cada noche, al departamento de su conquista, llegaba algún regalo enviado por Simon.
Hasta que cuando nada lo hacía prever, en el mejor momento de la relación, factores externos se interponen. Hombres poderosos que se ensañan con él, gente que lo persigue, bancos que por problemas en sus sistemas bloquean momentáneamente sus cuentas. Él necesitaba ayuda de su novia. Y ellas (fueron muchas) se la brindaban.
Las consecuencias serían horribles y duraderas para las jóvenes. Pasaban por momentos de zozobra y sufrían mucho. Al final, aunque a veces tardaran en saberlo, en darse cuenta, se quedaban sin nada. El hombre les había esquilmado todos sus ahorros.
Fueron muchas las estafadas. En El Estafador de Tinder, el documental de Netflix dirigido por Felicity Morris se registraron, de manera minuciosa, tres casos. Luego de su estreno aparecieron varios más, fueron muchas las que se animaron a hablar y también a accionar ante la justicia.
Las víctimas del “Estafador de Tinder” y su modus operandi
Uno
de sus matches fue con Cecillie Fjellhoy, una hermosa noruega que en
ese momento vivía en Londres. El primer encuentro fue en un hotel cinco
estrellas. Ella llegó temprano y esperó en el lobby. El candidato le
gustó mucho cuando lo vio bajar del ascensor. El café que debía durar
una hora se convirtió en una cena larga y muy agradable. Ella sintió
como si se conocieran de toda la vida. Él le dijo que al día siguiente
tenía que ir a Bulgaria por negocios. La invitó. Fueron en avión
privado. Pase privilegiado en migraciones, el entourage del magnate
compuesto por un chofer- asistente, un socio y una expareja con su
pequeña hija de dos años. El viaje fue soñado para Cecillie.
La
relación se fue consolidando y mantenía la misma dinámica. Se veían
entre los viajes de él y Simon la llevaba a alguno de ellos. Hablaban
del futuro. Leviev le contaba de grandes negocios que estaban por
cerrarse. Algunos de 70 u 80 millones de dólares. Era todo verosímil.
Las citas se interrumpían por llamados perentorios, por viajes fugaces.
Cecillie Fjellhoy fue una de las víctimas del "Estafador de Tinder" y contó su testimonio en el documental de Netflix.
Ella
lo había googleado apenas lo conoció y descubrió quién es Lev Leviev,
El Rey de los Diamantes. Dedujo que Simon debía ser el Príncipe ¿Quién
si no un heredero de un emporio de los diamantes podía mantener un nivel
de vida de aviones privados, cenas de decenas de miles de dólares,
autos deportivos y hoteles 5 estrellas?
Pero de pronto, una noche
llegaron fotos del chofer de Simon al teléfono de Cecillie Fjellhoy. El
hombre tenía la cabeza ensangrentada, con una gran herida surcándole el
cuero cabelludo. Y otra de ambos, Simon y el chófer, en una ambulancia
yendo a un hospital con la ropa teñida por la sangre. “Nos atacaron”,
escribió Leviev. Y luego, urgido, explicaba por mensaje de audio que
debía esconderse, guarecerse de sus atacantes. Y que para eso debía
dejar de usar sus tarjetas de crédito y cuentas bancarias para que sus
enemigos, poderosos y temibles, no supieran dónde estaba él, no pudieran
rastrearlo. Y le pedía ayuda a su novia.
La trampa había sido desplegada.
Primero
le solicitó una extensión de su tarjeta de crédito. La chica la tramitó
de inmediato. Pero al final de ese día, el límite de la tarjeta había
sido sobrepasado. Ella consiguió que se lo elevaran. Pero tampoco
alcanzó. Tuvo que tramitar préstamos personales. El primero fue de
20.000 dólares.
Él se mostró muy agradecido y hasta logró viajar
para encontrarse. Pero en medio del encuentro amoroso, volvió a sonar el
teléfono de Simon. Estaban tras sus pasos. Lo podían atacar en ese
momento. Ella corrió a apagar las luces de la casa, ambos hicieron
cuerpo a tierra hasta que el chófer de Leviev pudo sacar a su patrón por
la puerta trasera. Cecillie, si abrigaba alguna duda, quedó convencida
de que su novio era perseguido y necesitaba ayuda. Al día siguiente hubo
otro pedido de dinero. Ella siguió tramitando préstamos en diferentes
instituciones bancarias. Para conseguir otras tarjetas de crédito con
límites generosos, Simon le dijo que la contrataría en su empresa y le
mandó un recibo de sueldo, apócrifo, por 94.000 dólares.
El Estafador de Tinder junto a su última pareja, Kate Konlin.
La
chica había ingresado en arenas movedizas. Cada movimiento la hundía
más. Todavía no se había dado cuenta pero ya no sólo había perdido todos
sus ahorros, no sólo se había endeudado en cantidades muy por encima de
sus capacidades crediticias, sino que ahora había delinquido: mentía a
sabiendas para engañar a los bancos.
Hubo un momento en que ella
le dijo que ya no tenía forma de obtener más dinero. Después de unos
días de incertidumbre, Leviev volvió a parecer, parecía que la situación
se había aquietado. Le agradeció a la chica y envió el comprobante de
una transferencia hecha en favor de Cecillie por 250.000 dólares como
compensación de lo que la joven le había entregado. Esa suma superaba en
varias decenas de miles lo entregado. Ella se quedó tranquila.
Desconocía que Leviev sólo estaba ganando tiempo mientras otra mujer
caía, con idéntico modus operandi, en su red.
Cuando Cecillie
intentó sacar dinero de la cuenta para cubrir las deudas que había
contraído –todas a nombre de ella y muchas con mentiras de por medio-
descubrió que la plata no se había acreditado. Simon le explicó que
debía tratarse de un error o, peor aún, del accionar maligno de sus
enemigos que lo querían ahogar para que apareciera y así poder matarlo.
Mientras tanto se lamentaba que la joven noruega no pudiera obtener más
dinero ya que su vida -la de Simon- estaba en riesgo.
A esa
altura, a Cecillie Fjellhoy las presiones se le multiplicaban. Las
tarjetas de crédito y por los bancos exigían que pagara sus deudas.
Hasta que un día no aguantó más y sucumbió a la presión de sus
acreedores. Hizo catarsis ante los fríos investigadores de American
Express. Les contó toda la verdad. Los hombres se miraron, le pidieron
fotos de su novio y apenas vieron la cara en el teléfono de la joven
noruega menearon la cabeza con reprobación. Le explicaron lo que ya ella
sospechaba. Su novio no era su novio. Había sido víctima de una estafa,
había sido vencida por un profesional del engaño. Le hablaron de un
caso similar en Finlandia. Cuando buscó la noticia en la Web se
sorprendió al descubrir que una de las tres denunciantes era la madre de
la hija de Simon que los había acompañado al primer viaje a Sofía.
Desolada
y quebrada, Cecillie pocas noches después quiso estrellar su auto
contra un camión que venía de frente en la ruta. Volvió a Noruega, se
internó en una institución psiquiátrica e intentó comenzar de nuevo
mientras procuraba pagar de a poco sus deudas.
El de Cecillie no
fue un caso aislado. Leviev (o Hayut, su verdadero apellido) encadenaba
una chica estafada con otra. El saqueo a una pagaba los aviones privados
y las cenas exclusivos de la siguiente.
El artículo periodístico que destapó la historia
Simultáneamente
Leviev comenzó a salir con Pernilla Sjoholm, otra noruega a quien
también conoció por Tinder. La seducción y los programas fastuosos
fueron muy similares. Los mensajes por chat telefónico, parecidos. Y las
fotos del chofer pelado y ensangrentado fueron las mismas. A ella le
sacó también más de 100.000 dólares. En el medio, Leviev le entregó un
cheque por el doble del monto obtenido hasta el momento, en señal de
agradecimiento. Parecería redundante aclarar, a esta altura de la
historia, que el cheque fue rechazado por falta de fondos.
Cuando
ella se lo recriminó, nuestro estafador alegó un problema
administrativo que se resolvería pronto. Pero para que viera su buena
voluntad y la gratitud, le entregó un lujoso reloj. El reloj no valía
nada: era falso. La chica fue a la policía pero la denuncia no fue
investigada. La bronca hizo que no se detuviera y acudió al principal
diario de Oslo. Los periodistas iniciaron una investigación que los
llevó hasta Israel. Descubrieron que Simon Leviev era, en realidad,
Shimon Hayut, que tenía varias causas abiertas por estafas menores en su
país de origen y que en Finlandia había sido condenado un par de años
antes por estafar a tres mujeres y debió pasar casi dos años en prisión.
Los periodistas lograron sacarle una foto y contactar a Cecillie y a
otras víctimas que no quisieron dar la cara.
Cuando la nota salió
publicada en Noruega con el título de El Estafador de Tinder, la
historia y la cara de Leviev se viralizaron. Su novia de entonces, una
holandesa llamada Ayleen Charlotte leyó la nota (se la reenvió una
amiga) en un avión. Llevaban 14 meses de relación y habían hablado de
casamiento. A ella también le sacó gran parte de sus ahorros. Otra vez,
el pedido de dinero había empezado con las fotos del chofer golpeado.
Las
mujeres además del desengaño amoroso y el colapso económico debieron
sufrir el acoso y el desprecio de los usuarios de las redes sociales
apenas se conoció el caso. Fueron muchos los que no mostraron empatía y
se burlaron de ellas, los que consideraron que se merecían todo el
sufrimiento por codiciosas y hasta por ingenuas. Otros las señalaron
como chicas fáciles, las acusaron de prostitutas. Sufrieron una nueva
caída, un nuevo golpe terrible, pero al menos lograron que su victimario
fuera conocido y difundir el caso, el principio de su camino por
obtener justicia.
Su metodología delictiva, a esa altura, estaba
clara. Y era siempre idéntica. Leviev (o Hayut) contactaba chicas de una
buena posición económica por Tinder, se presentaba como heredero del
imperio de Lev Leviev, se encontraban en lugares lujosos, incurría en
grandes gastos, viajes por toda Europa, salidas soñadas en las que
hablaba de su papá rey de los diamantes, hasta que por algún negocio
millonario en ciernes era atacado y debía dejar de utilizar su dinero en
blanco, era obligado a pasar a la clandestinidad y para eso le pedía
ayuda a sus novias. Pero lo que en realidad hacía era financiar las
salidas con las nuevas novias con el dinero de la anterior.
Su
principal ocupación consistía en tratar de sacarle fondos a su anterior
novia para pasar la gran vida con una nueva. Era una rueda que no se
detenía, que exigía miles de dólares diarios, en la que no estaba
considerado el acopio o el ahorro. Una estafa piramidal en el mundo de
las citas.
La primera detención y solo cinco meses en prisión
A
raíz de la acción conjunta de las tres mujeres, Interpol detuvo a
Leviev en Grecia. Fue llevado a Israel y juzgado por sus primeras
estafas, las juveniles, aquellas anteriores a Tinder, cuando se llamaba
Shimon Hayut. Sobre el cambio de nombre explicó que él podía llamarse de
la manera que quisiera y que hubiera elegido el apellido del Rey de los
Diamantes era algo casual. Cuando los periodistas le preguntaron por
las mujeres, él dijo que sólo eran mujeres con el corazón roto que
habían decidido ellas solas qué hacer con su dinero. Hasta osó
mostrarlas como vividoras que intentaron aprovecharse de su fortuna
(ficticia). Fue condenado a 15 meses de prisión pero sólo cumplió 5 por
buena conducta.
Después de un tiempo en que había desaparecido de
las redes sociales y de Tinder, volvió a frecuentarlas. Hasta la
aparición del documental momento en el que restringió el acceso había
acumulado 100.000 seguidores. En las semanas previas al estreno había
ostentado un nuevo noviazgo con regalos para su pareja, una modelo
israelí, que incluían un auto de 250.000 dólares. Recuperó su vieja vida
de lujos aunque sin salir de Israel.
Shimon Leviev (Hayut) estuvo solo cinco meses detenido.
Los investigadores estiman que las mujeres engañadas fueron más de 20 y que las estafas sumaron más de 10 millones de dólares. Su campo de acción fue toda Europa.
El documental logró que otras mujeres se animaran a denunciarlo; que superaran la vergüenza por el engaño y el escarnio al que los usuarios anónimos de las redes sociales las sometieron.
Shimon Hayut logró pasar desapercibido en el último par de años. Dicen que siguió paseando por Europa mientras estafaba gente aunque debió modificar su modus operandi y bajar el perfil. Aunque ya sin el seudónimo de Simon Leviev (le debe haber dolido perder a ese padre dedicado al negocio de los diamantes). Hasta el lunes pasado que una vieja causa provocó un nuevo arresto. Esta vez en Georgia pero con destino final alemán.
Esta historia todavía no terminó. Es muy probable que aparezcan nuevas víctimas, nuevos engaños, nuevas seducciones fraudulentas. /TN