Crecen los casos de una enfermedad silenciosa que transmiten los perros por la saliva

Miércoles 15 de Octubre de 2025, 07:35

La Argentina Uruguay Chile y Perú se encuentran entre los países más afectados por esta enfermedad endémica



En silencio, sin dar señales durante años, una enfermedad parasitaria avanza en distintos rincones del país. Se trata de la hidatidosis o equinococosis quística, una patología endémica poco conocida pero cada vez más frecuente, cuyo origen está en un ciclo que involucra perros, ganado y seres humanos. Su progresión es lenta, pero sus consecuencias pueden ser graves: desde quistes de gran tamaño en órganos vitales hasta la muerte en los casos más complicados.

Los datos oficiales muestran que entre 2019 y 2023 se notificaron en promedio 470 casos anuales, pero el último registro disponible elevó la cifra a 643. El aumento preocupa no solo por el impacto en la salud pública, sino también por las pérdidas económicas asociadas al decomiso de carne y vísceras en el ganado infectado y por los altos costos de los tratamientos.


“La hidatidosis es una enfermedad parasitaria con alta prevalencia en zonas rurales de la Argentina. Los perros, al alimentarse con restos de faena casera, adquieren el Echinococcus granulosus y luego contaminan con su materia fecal verduras y agua. Desde la infancia los niños pueden ingerir el parásito por vía digestiva, que suele alojarse en el hígado y formar quistes, aunque también puede instalarse en el bazo, los pulmones o incluso en huesos”, detalló la infectóloga Elena Obieta.

El ciclo de transmisión es complejo pero muy efectivo. El parásito se aloja en el intestino de los perros sin afectar su salud y desde allí libera huevos microscópicos a través de la materia fecal. Esos huevos contaminan el suelo y el agua, y de esa manera el ganado se infecta al pastar. Cuando los animales presentan vísceras con quistes hidatídicos y son consumidas por perros, el círculo vuelve a empezar.

“En la naturaleza, la hidatidosis siempre fue mantenida por los cánidos en general, no únicamente por el perro, sino también por lobos o zorros. Todo cánido puede transmitir la enfermedad”, explicó el infectólogo y epidemiólogo Hugo Pizzi, quien recordó que décadas atrás ya había trabajos en Siberia que demostraban este mecanismo.

El especialista detalla que, al ingerir vísceras infectadas, la tenia se instala en el intestino del animal y comienza a poner huevos que contaminan el terreno. Por eso la desparasitación periódica de los perros es fundamental. “A los perros se los desparasita con medicamentos como el praziquantel, pero al momento de reunirlos deben estar atados y, cuando defecan, se recomienda tirar cal viva o enterrar todo porque esos huevos se diseminan de manera masiva en el ambiente”, advierte.

El ser humano es el último eslabón de esta cadena y, aunque no contagia a otros, puede sufrir las consecuencias si ingiere accidentalmente los huevos del parásito. Esto puede ocurrir al consumir verduras contaminadas, beber agua en mal estado o por el contacto con el pelaje o la saliva de perros infectados. “Sin embargo, es improbable contagiarse a través de la saliva porque el perro tendría que comer materia fecal infectada y luego pasarle la lengua a una persona”, agregó Pizzi.

Una vez que las larvas ingresan al organismo, atraviesan el sistema digestivo y se alojan principalmente en el hígado (60 a 80% de los casos) o en los pulmones. “Si logran atravesar ese filtro, pueden alcanzar otros órganos como el cerebro, los riñones e incluso se ha reportado un caso en pene, algo extremadamente inusual”, señaló Pizzi, para ilustrar la capacidad de la enfermedad de expandirse a distintos tejidos.

El crecimiento de los quistes es lento y progresivo, lo que explica por qué la enfermedad puede permanecer oculta durante años. Pero cuando alcanzan tamaños de entre 20 y 30 centímetros, ejercen presión sobre los órganos o se rompen, provocando cuadros graves. Según el infectólogo, si un quiste se rompe por un golpe o accidente puede producirse una hidatidosis múltiple secundaria, con quistes en distintos lugares del cuerpo y un tratamiento mucho más complejo. “La solución casi siempre es quirúrgica”, remarcó.

Los costos asociados a esta enfermedad no se limitan a la salud humana. El ganado también se ve afectado porque los perros diseminan los huevos en los pastos. Esto obliga a decomisar hígados y otras vísceras en mataderos, y además los animales infectados suelen perder peso, con un impacto directo en la economía rural. “El costo socioeconómico es altísimo porque se decomisan muchísimos hígados y los animales enfermos pierden peso, lo que repercute en la economía”, explicó Pizzi.

El diagnóstico en las personas suele llegar tarde, porque los síntomas aparecen recién cuando los quistes son grandes o se rompen. El procedimiento estándar es la ecografía, que permite identificar la presencia de quistes. El tratamiento incluye medicación prolongada con albendazol, que distribuye el Ministerio de Salud, aunque para quistes de gran tamaño la indicación es la cirugía. Sin embargo, solo un 13% de los pacientes logra completar los tres meses de tratamiento, lo que favorece las recurrencias. Algunas formas, como la hidatidosis ósea, son particularmente difíciles de curar.

La prevención es la herramienta más eficaz para frenar el avance de la enfermedad. Se recomienda desparasitar a los perros cada 45 días, no alimentarlos con achuras crudas, mantenerlos alejados de mataderos y basurales, lavar frutas y verduras con agua segura y educar a los niños para que eviten el contacto cercano con la boca de los animales o la ingesta de tierra. En paralelo, existe una vacuna destinada a ovejas y cabras que logra cortar el ciclo de transmisión. Una dosis ofrece más del 80% de protección, dos dosis el 97% y tres el 100%. Sin embargo, su aplicación en la Argentina sigue siendo marginal.

La hidatidosis tiene también una dimensión histórica que ayuda a comprender su dispersión en la región. Pizzi recordó que Islandia fue uno de los países más afectados en otros siglos. Los islandeses, grandes cazadores de ballenas, solían llevar perros en sus barcos y, al desembarcar en Uruguay, introdujeron el parásito en América del Sur. “Uruguay, Perú, Argentina y Chile siguen siendo países muy afectados por su tradición ganadera”, subrayó Pizzi.

Hoy, la Argentina forma parte de ese mapa de países endémicos, donde la enfermedad persiste como un problema que combina salud, producción y economía. Los especialistas coinciden en que la hidatidosis es una enfermedad totalmente controlable si se aplican medidas preventivas de manera sostenida, pero lo que falta no es conocimiento científico ni recursos técnicos, sino decisión política.  /Yahoo Noticias   /La Nación