Viernes 24 de Octubre de 2025, 07:26
La ropa de segunda mano dejó de ser un recurso marginal para convertirse en una parte clave del negocio global de la moda. Su crecimiento expuso un cambio profundo en las decisiones de consumo, empujado por el rechazo al fast fashion, la necesidad de ahorro y el deseo de reducir el impacto ambiental. Hoy, comprar prendas reutilizadas es una acción con consecuencias directas en la economía y en el planeta.
Durante 2024, el mercado global de ropa usada creció un 19%, según datos de Forbes, y se espera que represente el 10% del negocio mundial de la moda en 2025. Más allá de una mayor conciencia ambiental, esta transformación responde también a un cambio cultural en la forma de valorar el consumo. La ropa con historia dejó de estar asociada con la escasez o la falta de opciones. Hoy es sinónimo de elección consciente, y en muchos casos, de exclusividad.
El dato económico acompaña esa transformación. En la Unión Europea y el Reino Unido, la industria de ropa usada aportó US$ 7.500 millones al PBI y generó 150.000 empleos, con un fuerte protagonismo femenino: el 79% de esos puestos fueron ocupados por mujeres.
Un informe de Oxford Economics destacó que este sector se convirtió en una vía real de inclusión laboral, sobre todo en países de Europa del Este como Bulgaria, Rumania y Polonia, donde el acceso al empleo formal sigue siendo limitado para muchas trabajadoras.
Al mismo tiempo, la falta de regulaciones claras frena el crecimiento sostenido del negocio. El mismo informe advirtió que hace falta un marco legal específico que asegure reglas justas frente a los gigantes del fast fashion, que dominan el mercado con precios bajos y producción masiva.
La reventa local de ropa usada importada es una práctica muy extendida. Casi el 90% de las prendas que llegan desde el exterior se reutiliza dentro del país"
En Argentina, la moda circular también muestra señales de crecimiento, aunque con matices propios. La reventa de prendas ganó espacio en ferias barriales, locales informales y también en plataformas digitales. En varias ciudades argentinas se multiplicaron los puestos de ropa por kilo, con precios que llegan a los $35.000 por 45 kilos, en una suerte de "mercado a granel" para vestirse en plena crisis.
Este sector se convirtió en una vía real de inclusión laboral, sobre todo en países de Europa del Este como Bulgaria, Rumania y Polonia"
La cultura del vintage y la reutilización ya no se limita a nichos o sectores alternativos. Muchos de esos espacios están cada vez más vinculados a influencers y públicos jóvenes que buscan prendas únicas sin pagar precios exorbitantes. Además, se estima que el 90% de las prendas usadas que ingresan al país se reutiliza localmente. Esto desarma ciertos prejuicios en torno a la ropa usada como residuo o desecho.
En Suecia apareció la palabra köpskam, que se refiere a la ’vergüenza de comprar ropa nueva’ "
Aunque todavía no hay estudios oficiales que midan el aporte de este rubro al PBI argentino ni cuántos empleos genera, distintas consultoras internacionales, como 6W Research, ya identifican al mercado de ropa usada en Argentina como un sector en crecimiento, motorizado por el interés en la sostenibilidad, la búsqueda de prendas únicas y la necesidad de precios accesibles. Sin ir más lejos, la reventa local de ropa usada importada es una práctica muy extendida. Casi el 90% de las prendas que llegan desde el exterior se reutiliza dentro del país.
El aspecto ambiental no se queda atrás. La industria de la moda genera más contaminación que los vuelos y el transporte marítimo internacionales combinados. Esa afirmación, basada en datos de la ONU, pone en evidencia el peso que tienen las decisiones cotidianas al momento de vestir. Frente a eso, la ropa usada ofrece una alternativa concreta: permite reducir en un 82% la huella de carbono respecto a la compra de prendas nuevas.
El crecimiento también se ve en los hábitos. En el Mediterráneo occidental, el uso de artículos reutilizados creció 88% en los últimos tres años, y su valor de mercado aumentó 91%. En España, el 65% de las personas compra ropa reutilizada con regularidad y el 80% revisa su placard al menos una vez por año para vender lo que ya no usa, según Forbes España.
El re-commerce se volvió tan relevante que obligó a las marcas de lujo a sumarse. Compañías como Gucci, Chanel y Louis Vuitton ya ofrecen prendas vintage y artículos de colección a través de plataformas digitales. La ropa usada pasó de ser una opción económica a convertirse en un símbolo de elegancia sostenible.
En paralelo, ganó fuerza un fenómeno cultural que pone en tela de juicio el consumo impulsivo. En países como Suecia, apareció la palabra köpskam, que se refiere a la "vergüenza de comprar ropa nueva". Esta actitud refleja una presión social creciente hacia quienes sostienen hábitos de consumo considerados nocivos para el medio ambiente.
Las plataformas digitales jugaron un rol clave en este giro. Sitios como Vinted, Wallapop o Vestiaire Collective potenciaron el intercambio de prendas en todos los niveles sociales, dándole volumen y visibilidad a un mercado que, hasta hace pocos años, se movía casi de forma informal.
De cara al futuro, se espera que el mercado global de ropa usada llegue a 322.000 millones en 2028, con un crecimiento del 168%, según Forbes. Dentro de ese universo, la moda de lujo usado crecerá un 11% anual hasta 2027, superando los 50.000 millones de euros. /Perfil