Viernes 14 de Noviembre de 2025, 08:10

COLAPSO. El entorno urbano del Camino del Perú creció a un ritmo frenético, que convirtió a la ruta provincial en una traza sobrepasada por la demanda y, a la vez, acorralada por el desorden que impide su ampliación.
El Camino del Perú —que pese a ser oficialmente la ruta provincial 315 sigue cargando un nombre asociado a trayectos de tierra— enfrenta hoy una crisis estructural que refleja décadas de crecimiento urbano sin planificación.
Lo que alguna vez fue parte del legendario Camino Real incaico, que unía Cusco con el Río de la Plata, se convirtió en una arteria fundamental del Área Metropolitana de Tucumán (AMET) que permanece sin ampliaciones, con un tránsito desbordado y un deterioro cada vez más notable.
La traza, que comienza en la ruta nacional 9, atraviesa Tafí Viejo como avenida Constitución, Marco Avellaneda y luego Julio Roca, para transformarse en el conocido Camino del Perú al ingresar por Cebil Redondo y Villa Carmela. Desde allí bordea Yerba Buena y San Miguel de Tucumán hasta convertirse en avenida Alfredo Guzmán y más adelante en Circunvalación Oeste. En sus tramos urbanos, es una avenida; en los papeles, sigue siendo un “camino”.
El auge inmobiliario de los años 90 modificó para siempre la dinámica de la 315. La expansión de Cebil Redondo, Villa Carmela, San José, Yerba Buena, Capital, Tafí Viejo y el desarrollo de Lomas de Tafí multiplicaron la población y el flujo vehicular sin que las obras viales acompañaran esa transformación.
Hoy, el tramo de siete kilómetros entre el cruce Perón/Belgrano y el acceso a Tafí Viejo —donde la traza gira en ángulo recto y pasa a llamarse avenida Roca— se convirtió en uno de los corredores más congestionados del AMET: se estima que en horas pico circulan unos 2.000 vehículos por hora.
A los autos y motos particulares se suman camiones citrícolas, cinco líneas de colectivos, bicicletas, peatones y hasta carros a caballo, conformando un escenario donde cruzar a pie es una maniobra riesgosa, especialmente cerca de escuelas. El pavimento, las banquinas irregulares y los derrames cloacales y de agua completan un cuadro de deterioro crónico. Cada parcheo dura poco: las pérdidas recurrentes vuelven a destruir el asfalto.

La confusión también es administrativa. La existencia de dos Caminos del Perú —uno que dobla hacia Tafí Viejo en la Curva de Los Vega y otro que se interna en barrio Congreso hasta Lomas de Tafí— genera problemas jurisdiccionales que afectan desde las elecciones hasta las facturas de servicios. En una misma cuadra, un vecino puede pertenecer a Yerba Buena, otro a Capital y otro a Tafí Viejo.
Desde los años 90, la Dirección Provincial de Vialidad presentó distintos proyectos para ampliar la traza a cuatro carriles, incorporar platabandas, construir rotondas, repavimentar, sumar iluminación, veredas, ciclovías y coordinar soluciones con la SAT y la Dirección del Agua para frenar los derrames. Pero ninguna de esas iniciativas avanzó.
En 2016, los intendentes Mariano Campero y Javier Noguera impulsaron la idea de convertir el Camino del Perú en una autovía. En 2021, Vialidad anunció que lo ampliaría. En 2023, se retomó la intención. Nada se ejecutó.
Mientras tanto, el desarrollo urbano avanza más rápido que las decisiones oficiales. Cada nueva urbanización vuelve más costosa la posibilidad de expropiar y más complejo rediseñar una traza que quedó atrapada entre barrios, escuelas, comercios y rutas saturadas. Funcionarios admiten que el oeste del AMET está “asfixiado e incomunicado” y que el Camino del Perú es hoy el símbolo más evidente de esa deuda estructural.
Con la traza al límite de su capacidad, el reclamo ciudadano vuelve a crecer: el histórico Camino Real se transformó en una avenida clave... sin las obras que podrían permitirle seguir funcionando como tal.
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