Martes 18 de Noviembre de 2025, 05:09
El paisaje del Gran San Miguel de Tucumán cambió de manera silenciosa pero sostenida en las últimas décadas: donde antes predominaban las plantaciones de limón y el aroma característico de los cultivos, ahora avanzan barrios privados, nuevas urbanizaciones y corredores comerciales.
Así lo confirma un reciente informe la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres, que describe un proceso de transformación territorial acelerado, especialmente visible a lo largo de la ruta provincial 315, convertida en uno de los ejes simbólicos de la metamorfosis metropolitana.
La sustitución de suelos productivos por usos residenciales y de servicios no es un fenómeno reciente, pero se profundizó en los últimos años. La valorización del suelo, las crisis económicas y la expansión urbana empujaron a la citricultura fuera de sus zonas tradicionales. Tafí Viejo y Yerba Buena, históricamente parte del corazón citrícola tucumano, encarnan con claridad ese desplazamiento.
Datos de la EEAOC revelan que la producción de cítricos en la provincia abarca 41.700 hectáreas, de las cuales 40.100 corresponden al limón. Dentro de esa matriz, Tafí Viejo —la “Ciudad del Limón”— registró un descenso abrupto: pasó de 5.145 hectáreas cultivadas en 2022 a 4.325 en 2024. Es decir, perdió 820 hectáreas, una caída del 16% en apenas dos años.
Además, el 50% de las plantas tiene más de 21 años, un índice que anticipa recambios inminentes o incluso una mayor pérdida de territorio agrícola si se decide abandonar la actividad.
Yerba Buena, en tanto, quedó relegada a un mínimo 2,9% de participación provincial, con 1.260 hectáreas, de las cuales el 65% supera los 21 años. Sus históricas quintas casi han desaparecido de la vista, absorbidas por la urbanización en ascenso.
Mientras el área metropolitana pierde hectáreas citrícolas, otras zonas del interior tucumano ganan peso. Burruyacu hoy concentra el 32,3% del total provincial, seguido por Famaillá (10%), Tafí Viejo (10%) y Monteros (9,1%). Para Javier Carreras, referente de Sensores Remotos de la Eeaoc, la movilidad de la producción es una respuesta combinada: “La urbanización influye, pero también la crisis del sector y el negocio inmobiliario”.
El coordinador del Programa Citrus,
Dardo Figueroa, agrega que Tafí Viejo reúne un gran número de productores pequeños, lo que hace más vulnerable a la zona ante presiones externas. “Son quintas muy atomizadas; cualquier cambio económico o urbano las afecta de inmediato”, señaló.
Desde el sector privado matizan la alarma. El presidente de Acnoa, Roberto Sánchez Loria, sostuvo que el corrimiento hacia el interior “es un proceso normal en todo el mundo”. Recordó casos emblemáticos como el de la ex Villa Marcos Paz, que pasó de ser un área de quintas a convertirse en ciudad. “No nos vamos a quedar sin tierras productivas”, aseguró.
Sin embargo, desde el Colegio de Arquitectos advierten que el fenómeno deja secuelas profundas. Estudios sobre la expansión metropolitana entre 1990 y 2025 muestran un avance constante sobre el pedemonte, justamente las zonas donde las condiciones naturales hicieron del limón tucumano un producto de fama internacional.
La arquitecta Marta Casares enfatizó que el valor paisajístico que buscan las urbanizaciones privadas es el mismo que terminan deteriorando. “El arco oeste se volvió la opción más barata para loteos, y el avance fue acompañado por el mega emprendimiento público Lomas de Tafí, con más de 6.500 viviendas. Esto cambió la matriz territorial de manera irreversible”, afirmó.
El impacto no es solo visual: disminuye el suelo productivo, se fragmenta el paisaje agrícola y se multiplican los conflictos de uso. A ello se suma un problema estructural: Tucumán aún no cuenta con una ley provincial de ordenamiento territorial, lo que deja al mercado y a la presión demográfica marcando el ritmo del desarrollo.
Mientras Burruyacu y otras zonas del interior amortiguan el retroceso citrícola en el Gran San Miguel, el dinamismo urbano continúa avanzando. La provincia enfrenta el desafío de compatibilizar su identidad agroindustrial con una expansión metropolitana que no parece detenerse. Lo que se juegue en ese equilibrio determinará, en buena medida, el futuro del paisaje productivo tucumano.