Jueves 27 de Noviembre de 2025, 22:13
La rápida adopción de
tecnologías de automatización y sistemas de inteligencia artificial (IA) está redefiniendo la estructura del
mercado laboral. Procesos que hace apenas unos años dependían casi por completo del trabajo humano hoy son resueltos por algoritmos avanzados, obligando a empresas y trabajadores a replantear cuáles serán las competencias realmente determinantes en los
próximos años. En este escenario, la pregunta ya no es cómo competir contra la tecnología, sino cómo
desarrollar aquello que la tecnología aún no puede replicar.
Lo humano como diferencial competitivo
Para los especialistas, el cambio de paradigma es claro: el valor ya no reside únicamente en las habilidades técnicas, pues estas son las primeras en automatizarse. Así lo plantea
Isaías Sharon, director ejecutivo de Perzon.ai, quien resume el momento actual con una idea contundente:
“lo técnico es automatizable; lo humano, no”.
Según Sharon, las competencias más valoradas son las que involucran capacidades socioemocionales y cognitivas profundas. Entre ellas destaca:
- La inteligencia emocional, esencial para gestionar conversaciones difíciles, influir de manera positiva en otros y sostener la colaboración incluso bajo presión.
- La resolución de problemas complejos, basada en la habilidad de analizar múltiples variables, anticipar escenarios y tomar decisiones con criterio.
- La creatividad aplicada, entendida como la capacidad de encontrar soluciones novedosas para desafíos concretos del negocio, más allá del talento artístico.
Roberto Maldonado, ingeniero en Marketing Digital, coincide en esta visión y enfatiza que las
habilidades blandas, el pensamiento crítico y el trabajo en equipo serán aún más determinantes en la próxima década. Aunque la IA seguirá evolucionando, afirma, este avance también abre nuevas oportunidades profesionales en
ámbitos hasta ahora poco explorados.
Lo que aún depende del criterio humanoPese a los avances en automatización, hay funciones que siguen —y seguirán— dependiendo de la interpretación humana. Sharon explica que
“la IA procesa; el ser humano interpreta”, una distinción clave para comprender qué tareas aún no pueden delegarse a un algoritmo.
Entre las áreas que permanecerán bajo responsabilidad humana se encuentran:
- La toma de decisiones con riesgo humano, reputacional o financiero, donde los matices y la comprensión del contexto son determinantes.
- La gestión de personas y el liderazgo, debido a que fenómenos como la confianza, la motivación o el compromiso no pueden ser replicados por una máquina.
- Las interacciones que requieren empatía, como negociaciones, mediaciones o acompañamiento emocional.
- El diseño estratégico, donde la IA aporta datos, pero no una visión integral del negocio.
Maldonado refuerza esta idea al recordar que cada avance tecnológico ha reemplazado ciertas tareas, pero, al mismo tiempo, ha generado
nuevas necesidades y roles que antes no existían.
La oportunidad para las pymesEn este nuevo escenario, las
pequeñas y medianas empresas pueden encontrar una ventaja competitiva si apuestan por desarrollar
habilidades humanas dentro de sus equipos. Sharon destaca que, aunque las pymes no siempre tienen acceso a los mismos recursos tecnológicos que las grandes compañías, sí pueden competir —y destacar— en talento.
Fortalecer competencias socioemocionales y cognitivas permite:
- Mayor adaptabilidad, ya que un equipo que piensa y resuelve se ajusta más rápido que cualquier software.
- Mejor experiencia del cliente, donde la empatía y la comunicación humana ofrecen un valor imposible de copiar.
- Innovación más ágil, con procesos capaces de transformar ideas en acciones de manera rápida.
- Según Sharon, las pymes que invierten en estas áreas suelen crecer más rápido que aquellas que se limitan a digitalizar procesos.
Cómo prepararse para el futuro del trabajoPara enfrentar el avance tecnológico, no basta con incorporar herramientas nuevas. Las empresas deben rediseñar su
estrategia de desarrollo profesional. Sharon señala tres frentes fundamentales:
- Formación basada en evidencia, orientada al desarrollo de competencias socioemocionales y cognitivas, más allá de lo meramente técnico.
- Evaluación continua, utilizando modelos predictivos y estándares internacionales para identificar brechas reales en el equipo.
- Cultura de aprendizaje permanente, donde equivocarse sea parte del proceso y no un motivo de sanción.
Maldonado concluye que las organizaciones que realmente entienden este desafío no solo preparan a sus equipos para los nuevos roles que surgirán, sino que construyen espacios donde las personas pueden
experimentar, fallar, aprender y crecer. En un mercado laboral que cambia más rápido que cualquier plan tradicional, esta
flexibilidad será la clave para mantenerse vigente.