Martes 02 de Diciembre de 2025, 20:47
El Ingenio Concepción tiene la trayectoria más extensa y decisiva dentro de la historia industrial de Tucumán y del país. Su origen se sitúa hacia 1835, cuando en la zona de Banda del Río Salí funcionaba un establecimiento azucarero primitivo que, con el crecimiento de la economía cañera y la llegada de capitales privados, evolucionó hasta convertirse en uno de los primeros ingenios organizados de la provincia.
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En 1878 adoptó el nombre “Concepción”, en un período en el que Tucumán atravesaba un proceso de modernización agrícola e industrial que transformó a la caña de azúcar en la columna vertebral económica del Noroeste.
A fines del siglo XIX, la propiedad pasó a manos de la familia Guzmán, una de las más influyentes de la elite tucumana. El papel de Alfredo Guzmán fue determinante, porque impulsó inversiones que lo colocaron a la vanguardia tecnológica del país: en 1895 montó una refinería propia dentro del predio, algo inusual para la época, ya que la mayoría de los ingenios solo molían y enviaban el azúcar crudo a otros centros para su refinación. Ese salto permitió mejorar la calidad del producto y aumentar el valor agregado, consolidando la posición de Concepción en el mercado nacional. El ingenio también expandió su red de ramales ferroviarios internos y montó talleres metalúrgicos capaces de abastecer parte de sus reparaciones, lo que lo volvió menos dependiente de proveedores externos.
En las primeras décadas del siglo XX, Concepción vivió una etapa de estabilidad y crecimiento. Su cercanía con la incipiente zona urbana de Banda del Río Salí generó una dinámica social particular: cientos de familias vivían en el entorno fabril, mientras el ingenio se convertía en eje económico, político y cultural. Como ocurría con otros ingenios, su influencia se extendía más allá de lo productivo: patrocinaba clubes, mantenía caminos, financiaba escuelas y daba empleo directo e indirecto a miles de personas. En esos años también desarrolló destilerías de alcohol, lo que permitía diversificar la producción.
La década de 1960 marcó un quiebre histórico para la industria azucarera tucumana. El cierre de once ingenios por decreto del gobierno de Onganía golpeó con violencia a la economía provincial, pero Concepción logró sobrevivir a ese proceso. Su tamaño, la diversificación de productos, la cercanía con la capital y su infraestructura moderna fueron factores clave para que continuara funcionando mientras otros establecimientos desaparecían. Desde entonces se consolidó como uno de los ingenios "grandes", junto con Central y Famaillá, y ocupó un rol dominante en la producción de azúcar.
Durante la segunda mitad del siglo XX y las décadas siguientes atravesó distintos ciclos de propietarios, modernizaciones parciales y períodos de estancamiento. La globalización del mercado del azúcar, la volatilidad de precios y la necesidad de adaptar procesos a nuevas normas ambientales generaron desafíos que obligaron al ingenio a incorporar etapas de cogeneración energética mediante bagazo y avanzar en la producción de alcohol hidratado y anhidro, lo que le permitió integrarse al mercado de bioetanol impulsado a nivel nacional.
A comienzos del siglo XXI, Concepción era ya una pieza histórica pero con infraestructura envejecida. Sin embargo, mantenía una de las mayores capacidades de molienda de la provincia y su ubicación estratégica lo convertía en un activo deseado para cualquier grupo empresario con aspiraciones dentro del sector. En ese contexto, la compra por parte de Emilio Luque en 2017 significó un nuevo capítulo. La operación incluyó no solo el predio fabril y las hectáreas de cañaverales, sino también los derechos de producción, la destilería y la estructura energética del ingenio, que había sido actualizada parcialmente en años previos.
Con la llegada de Luque se esperaba una nueva etapa de inversiones y expansión, pero el proceso apenas avanzó parcialmente. El ingenio mantuvo actividad normal, pero la infraestructura no recibió la modernización profunda que se había anunciado. Aun así, Concepción siguió siendo uno de los tres ingenios de mayor producción, aportando cerca de un quinto del azúcar tucumano y sosteniendo un peso laboral fuerte en Banda del Río Salí.La decisión actual de ponerlo en venta se da después de un período de tensiones financieras dentro del holding de Luque y en un contexto de recomposición del mercado del bioetanol y del azúcar. Este nuevo intento de transferencia vuelve a situar al Ingenio Concepción en un punto crítico de su larga historia, que lo vio pasar de ser un trapiche del siglo XIX a un complejo agroindustrial que, aunque envejecido, continúa siendo uno de los pilares productivos de Tucumán. Si se concreta la operación, el ingenio sumará un nuevo cambio de manos en su extenso recorrido, manteniendo su condición de símbolo de la industria que moldeó la identidad económica y social de la provincia.
Ingenio Concepción