El día que Perón se puso su uniforme de general y ordenó “aniquilar y exterminar uno a uno” a los guerrilleros

Domingo 24 de Marzo de 2024, 17:56

El general Perón junto a otros jefes militares. A la derecha, el entonces almirante Emilio Eduardo Massera.



Hace 50 años, a la medianoche del 19 de enero de 1974 un grupo de entre cien y ciento veinte integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, la guerrilla trotskista que lideraba Roberto Santucho, atacó una de las unidades militares más grandes y poderosas del país: el Regimiento 10 de Caballería Blindada y el Grupo de Artillería Blindada 1, con sede en Azul, provincia de Buenos Aires.

El ataque fue organizado por Santucho y dirigido en el terreno por Enrique Gorriarán Merlo, uno de los jefes del ERP, que comandó en enero de 1989 el intento del Movimiento Todos por la Patria de copar el Regimiento 3 de Infantería de La Tablada, del que el 23 se cumplirán 20 años.

Azul dejó una secuela de hechos igualmente trágicos que se extendieron en el tiempo.

El ERP asesinó aquella noche al jefe del Regimiento 10, coronel Camilo Arturo Gay.

Para entrar al cuartel asesinaron antes al conscripto Daniel González que cumplía con el servicio militar obligatorio.

Ya en la mañana del 20, también fue asesinada en presencia de sus hijos, Camilo, de 20 años y Patricia, de 14, la mujer del coronel Gay, Hilda Irma Casaux.

Los guerrilleros secuestraron al jefe del Grupo de Artillería 1, teniente coronel Jorge Ibarzábal, asesinado diez meses después.

Perón, que había asumido la Presidencia apenas tres meses antes, tomó el episodio como un desafío a su gobierno, como un ataque a las Fuerzas Armadas y como una afrenta personal. Cargó las culpas sobre el entonces gobernador de Buenos Aires, Oscar Bidegain -vinculado a Montoneros- y lo obligó a renunciar. La Provincia pasó a manos de Victorio Calabró, de la UOM.

Luego, en dos mensajes, uno al pueblo y otro a los militares de Azul, Perón habló de "aniquilar" y "exterminar uno a uno" a los guerrilleros a quienes calificó de psicópatas
. Por primera vez un presidente constitucional usaba esos términos para definir el combate contra al flagelo guerrillero.

En octubre de 1993, Patricia Gay, la muchacha de 14 años que vio morir a su madre, se quitó la vida. Tenía 33 años.

Este escenario parece poco creíble hoy, pero era el habitual en aquellos tormentosos años 70. El objetivo del ERP era robar una gran cantidad de armamento de la unidad militar. Contaban con información precisa, pero no exacta. Junto a Gorriarán, según relata en sus memorias escritas tres años antes de su muerte en 2006, estaba el soldado que había dado información sobre la unidad de Azul: había revelado que la guardia del Regimiento 10 se trasladaba cada noche al tanque de agua de la unidad. Pero en realidad, Gay, flamante jefe de esa unidad, había dispuesto también un servicio de guardias móviles que sorprendieron a los guerrilleros, aun cuando la dotación del cuartel era la mínima: era sábado, era enero, se había licenciado a parte del personal.

Se entabló una batalla que duró doce horas. En ella fue herido de un balazo en el pulmón el entonces teniente primero Alejandro Carullo, jefe de servicio ese sábado. El hoy general retirado Carullo desistió de hablar para esta nota.

Gay e Ibarzábal, que estaban en sus casas, en los fondos del regimiento, salieron a defender sus unidades y empezaron a cruzar un puente sobre el arroyo Azul. Allí fueron emboscados por los guerrilleros. Gay fue asesinado de un balazo en la cabeza e Ibarzábal fue secuestrado.

En medio de la noche era difícil identificar a los guerrilleros, que vestían uniformes verdes de combate y cascos, como los del Ejército. Se habían pertrechado así dos horas antes del ataque, en una quinta cercana al regimiento que, sabían, estaba habitada sólo por un casero. Su dueño, Raúl Inza, había muerto meses antes. Un joven oficial que en medio del combate montó en su Renault 4 y se dirigió al casino de oficiales del regimiento, salvó su vida por milagro: su auto fue rociado por balas guerrilleras y quedó destruido.

Recién a las 3.30 de la mañana la batalla se decidió en favor de las fuerzas defensoras de Azul. La destrucción de los camiones que iban a servir para la huida de los guerrilleros con las armas robadas y la llegada de refuerzos militares, entre ellos un vehículo oruga M113. hicieron que los guerrilleros iniciaran una desbandada a pie, a campo traviesa, en la que dejaron atrás muertos, nunca se supo cuántos, al menos 22 detenidos, gran parte del armamento que llevaban y ni un solo fusil robado.

Todavía faltaba desarrollarse gran parte de la tragedia. En la mañana, el rastrillaje metro a metro hecho por las tropas en el interior del cuartel, descubrió que en un sector conocido como "la herrería", había al menos dos guerrilleros y la mujer del coronel Gay, sus dos hijos con un amigo y dos suboficiales heridos.

En sus memorias Gorriarán intentó disfrazar la verdad: "Y en ese lugar se encontraron con la señora del jefe del batallón, con la esposa de Gay. ¡Estaba allí! Desconocemos por qué razón."

El niño Roberto Ibarzábal junto al ataúd de su padre.

Pero el testimonio de Silvia Ibarzábal, hija del jefe del Regimiento de Artillería Blindada 1 explica mucho mejor porqué un grupo de cuatro personas que pudo escapar hacia cualquier otro lado, terminó en medio de las balas:

-Mi papá va a la casa de Gay que quedaba detrás del cuartel. Se juntan, en el trayecto los emboscan: a Gay lo matan y a mi viejo lo secuestran. Y le pide que le diga a la familia de Gay que se entregue o, si no, iban a dinamitar la casa. Mi papá los convence de que se entreguen. Quedaba la señora, los dos hijos, un varón y una mujer, y un amigo de ellos que pasaba las vacaciones allí. Los toman de rehenes y los llevan a la herrería.

En el interior de la herrería, los dos guerrilleros del ERP, Guillermo Altera y Santiago Carrara, intentan negociar con los defensores del cuartel. Quieren rendirse. Piden la presencia de un juez y de periodistas. "Se ordenó irrumpir", dijo a Clarín un oficial del Ejército que pidió reserva de su nombre. Las tropas toman por asalto la herrería, incluso entran por las claraboyas, y empieza un tiroteo que termina con la vida de la mujer de Gay y del guerrillero Altera. Carrara queda herido de gravedad.

Gorriarán Merlo afirma que hubo un disparo del vehículo blindado. Silvia Ibarzábal coincide con la versión del Ejército, que afirma que uno de los guerrilleros disparó contra la mujer de Gay. Otro jefe del ERP, Luis Matini (Arnol Kremer es su nombre real) dijo a Clarín: "Quedó clarísimo que la persona que quedó herida (por la mujer de Gay) fue por los militares. Yo no estuve. Pero, aunque son públicas mis diferencias con Gorriarán, puedo dar fe de la versión de él".

Dos personas pueden decir qué pasó en verdad en la herrería. Clarín contactó en Alemania al ex guerrillero Carrara. Su mujer dijo que estaba convaleciente de una operación, y que no le era posible contestar las preguntas enviadas por mail. También habló por teléfono con el hijo del coronel Gay, que declinó dar su testimonio.

Ese mismo 20 de enero, por la noche, enfundado en su uniforme de teniente general, Perón habló al país por la cadena nacional de radio y televisión. Fue un discurso duro. Y dramático. Primero, cargó contra el gobernador de Buenos Aires, Oscar Bidegain:

"No es por casualidad que estas acciones se produzcan en determinadas jurisdicciones. Es indudable que ellas obedecen a una impunidad en la que la desaprensión e incapacidad lo hacen posible, o lo que sería aún peor, si mediara, como se sospecha, una tolerancia culposa".


Después hizo un llamado:

"El aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal es una tarea que compete a todos los que anhelamos una patria justa, libre y soberana, lo que nos obliga perentoriamente a movilizarnos en su defensa y empeñarnos decididamente en la lucha a que dé lugar."

Fue una apuesta apoyada en el repudio unánime de todos los partidos políticos y de los sindicatos al salvaje ataque del ERP.

Dos días después, el 22 de enero, Perón dirigió una carta "A los jefes, oficiales, suboficiales y soldados de la Guarnición de Azul". Les habló como "soldado experimentado luego de más de sesenta años de vida en la Institución" y los felicitó por el "heroico y leal comportamiento con que han afrontado el traicionero ataque de la noche del sábado (...)".

Y después aseguró que la decisión de las grandes mayorías de hacer una revolución en paz, "harán que el reducido números de psicópatas que van quedando sea exterminado uno a uno para el bien de la República". Y terminaba: "Quiera Dios que el heroico desempeño de todos ustedes nos sirva siempre de ejemplo".

Por primera vez, el ya anciano general, hablaba de "aniquilar" y "exterminar uno a uno" a los guerrilleros.

Algo debió intuir Perón en el porvenir cercano que, sabía, ya no iba a vivir. La frase final de su discurso del 20 de enero de 1974 suena todavía como una súplica en las nieblas de la memoria.

- Ha pasado la hora de gritar "Perón. Ha llegado la hora de defenderlo".

Muy pocos lo escucharon, recuerda una nota de Clarín.

La larga odisea del coronel Ibarzábal y de su familia

Entre las trágicas secuelas que dejó el ataque guerrillero del ERP al cuartel de Azul, está la odisea de quien era entonces el jefe del Grupo de Artillería Blindada 1, teniente coronel Jorge Ibarzábal. Fue secuestrado por los guerrilleros luego del asesinato del coronel Camilo Gay, jefe del Regimiento de Caballería Blindada 10. Ambos se dirigían a defender las unidades. Su hija, Silvia Ibarzábal, junto a su madre, Nélida, recuerdan aquella noche.

--Las viviendas militares estaban separadas por una calle. Eran las doce menos cuarto. Yo estaba con unos amigos porque la noche anterior había cumplido 18 años y ellos no habían podido venir. Empezamos a escuchar detonaciones. Dos de los chicos eran militares muy jóvenes que se dieron cuenta enseguida de que eran disparos. Nosotros somos tres hermanos. Soy la mayor. María José tenía 14; el varón, Roberto, tenía entonces 10 años y estaba durmiendo en su cama. Mi papá lo pone en el piso y empieza a bajar las persianas. Después tomó un revólver para ir a defender el cuartel, estaba de civil, con camisa y pantalón. Tengo grabado que mi mamá le decía: "No cruces, esperá a que te cubra la guardia", y tomó el teléfono. Pero mi papá le agarró el brazo y le dijo: "Tengo que ir. Soy el jefe". Y se fue. Cruzó la calle. Fue la última vez que lo vi, corría con un revolver en la mano para defender el cuartel. Tenía 46 años y era de Juan José Paso, un pueblito cerca de Pehuajó.

Ibarzabal fue secuestrado y durante diez meses vivió en las llamadas "cárceles del pueblo" del ERP, unas jaulas metálicas más propias para animales. Durante los meses siguientes, el ERP intentó negociar la libertad de Ibarzábal con el gobierno de Perón, de Isabel Perón y con el Ejército.

-Hacían contacto con el padrino de mi hermano, amigo íntimo de mi papá, que tenía una inmobiliaria en Flores. Era accesible para que entraran y salieran porque daba a la calle.

El 19 de noviembre de 1974, diez meses después del ataque a Azul, en San Francisco Solano, Quilmes, durante un control de rutas, se produjo un tiroteo entre la policía y los ocupantes de una camioneta que llevaba en el techo un armario metálico.

-En ese armario metálico llevaban encerrado a mi papá, para cambiarlo de lugar. Antes de entregarse, uno abrió el armario y disparó. Lo mató. Después se entregó.

Durante su cautiverio, Ibarzábal fue obligado a escribir cartas, una de ellas a este diario, en la que afirmaba que sus captores lo trataban bien.

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