Milei crece en las encuestas y obliga al oficialismo y a la oposición a replantear sus estrategias electorales

Domingo 07 de Mayo de 2023, 08:47

El discurso liberal gana adeptos en la misma proporción en que el sistema fracasa en controlar el principal problema de los argentinos: la inflación y su consecuente tendencia al empobrecimiento.



Increíblemente, en un país donde las ideas populistas se han vuelto hegemónicas al menos durante el último siglo, ha surgido una nueva variable determinante para los armados electorales de los dos espacios políticos mayoritarios: el factor liberal.

Para no ir hacia atrás demasiado, pensemos qué ha ocurrido en los últimos 20 años de historia. La campaña 2003 encontró al sistema político semi curado luego del “que se vayan todos” de diciembre de 2001, seguramente mérito del gobierno duhaldista, beneficiado en igual medida por un plan económico relativamente exitoso y por un auspicioso contexto mundial cargado de países demandando cosas que la Argentina podía proveer. Menem, en aquel momento, no pudo o no supo leer el cambio de época. No pudo o no supo comprender que el bipartidismo -que ya estaba herido de muerte en los 90s- había fallecido del todo y dejaba paso a un nuevo modelo de construcción, digno de un escenario político ultrafragmentado producto del estallido del gobierno de De la Rúa, con nuevos protagonistas ajenos al sistema tradicional: organizaciones sociales, asambleas populares, etcétera. Ese era el -entonces- nuevo factor determinante. Kirchner lo supo contener y -bendecido por la bajada de Menem ante un balotaje adverso- se convirtió en presidente de la mano de un conjunto de nuevos actores que marcaron el pulso de la época.

La campaña 2007 demandó nuevos desafíos. El tándem Kirchner-Alberto Fernández leyó que venían tiempos de alianzas interpartidarias y así convocaron a un potente sector de la UCR que se convirtió en el factor determinante de la elección. “Cristina, Cobos y vos” fue el eslogan de la campaña en la que el histórico rival del peronismo se sumaba a una propuesta con un nutrido grupo de dirigentes encabezados por el entonces gobernador de Mendoza Julio Cobos. Y se ganó.


2011 fue una campaña diferente. El kirchnerismo duro estaba más endurecido que nunca post 125 y post ley de medios. Fue entonces que subrayaron un factor emocional clave para la elección: la viudez de Cristina. Apoyados también en una tasa de crecimiento económico que aquel año alcanzó el 9%.

En 2015 nuevamente aparecieron factores políticos que definieron la elección. La astucia de Mauricio Macri (producto de la inteligente lectura política de su entonces armador Emilio Monzó) llevó al PRO a comprender que la victoria electoral demandada una alianza política previa. Fue así como la UCR se volvió determinante tanto para fiscalizar el acto electoral como para atraer votos moderados, cosa que también se logró gracias a la Coalición Cívica de Carrió.

El ingreso de Espert a JXC está pausado. Lo aprobó la Coalición Cívica. Lo aprobó la UCR. Lo aprobó Pichetto. Aún no lo aprueba el PRO por falta de acuerdo entre el larretismo y el bullrichismo. (Foto: NA)

Llamativamente, la moderación fue otra vez un factor determinante en 2019. Cristina Kirchner supo leer esa demanda y -tapándose la nariz- dejó su (enorme) ego de lado al convocar a Alberto Fernández como candidato. Y se ganó.

¿Qué ha cambiado en el escenario político electoral en este 2023? El factor determinante.

Es, quizás, el mérito de Javier Milei haber logrado que por primera vez en muchísimos años una corriente liberal se vuelva determinante en una elección nacional (y en la provincia de Buenos Aires, principal distrito del país).

Milei crece en las encuestas al ritmo de la inflación. Y no es solo una metáfora. El discurso liberal gana adeptos en la misma proporción en que el sistema (lo que Milei llama ¨la casta”) fracasa en controlar el principal problema de los argentinos: la suba de precios con su consecuente tendencia al empobrecimiento. Todo le cierra perfecto: aumenta el gasto público, se financia con emisión, más billetes circulando, menos poder de compra de la moneda, aumento de precios, pobreza.

Es, quizás, el mérito de Javier Milei haber logrado que por primera vez en muchísimos años una corriente liberal se vuelva determinante en una elección nacional. (Foto Germán Garcia Adrasti, Clarín)

Así el discurso contra “la casta” crece en las encuestas, más allá de si ofrece soluciones factibles o no al problema de fondo. Hoy, Milei insiste con dolarizar, es decir, sustituir al peso como moneda corriente por el dólar norteamericano. Y cala hondo. Seguramente sin entender cómo ni por qué, muchos argentinos “compran” la idea. Incluso economistas afines a las ideas de Milei descreen de ese proyecto. Y más: para dolarizar, un eventual gobierno de Milei necesitará de una Ley del Congreso, cosa que difícilmente consiga, por falta de votos.

Pero el discurso cala hondo, como calan otras ideas del precandidato liberal.

Es así que su capacidad de incidencia en la opinión pública de cara a la elección ha llevado a los dos principales espacios políticos a preguntarse: ¿qué hacemos con Milei?

Empecemos por el Frente de Todos. Milei ha logrado agitar al oficialismo al que le quita votos dada la decepción de mucho votante peronista y kirchnerista para con el gobierno de la dupla Fernández-Kirchner. Es que Milei habla de cosas en las que hasta el votante K está desilusionado. Los graves problemas económicos banalmente sintetizados en “el bolsillo” no discriminan por ideología ni pertenencia partidaria. Y justamente ahí hace hincapié el discurso del -también banalmente- llamado “liberalismo”.

Aunque, pensándolo mejor, hagamos doble click ahí. Milei, para Cristina, más que un problema puede ser una bendición.

En primer lugar, el kirchnerismo duro adscribe a la corriente política de Carl Schmitt, fallecido teórico alemán, exaliado y funcionario de Hitler, autor de teoría que concibe al Estado, la política y lo político, como una construcción basada en los antagonismos marcados entre amigos y enemigos. Es decir, que considera que la subjetividad es algo que nace por contraposición a un otro a quien hay que eliminar políticamente. Milei calza perfecto.

En segundo lugar, es un “enemigo” marcado, visible. Cristina lo sube al ring para poner el marco de la confrontación schmittiana en la figura de aquel “enemigo” bien definido. Aquí, es necesario traer al prestigioso lingüista norteamericano George Lakoff, autor de la obra magistral “No pienses en un elefante”, que desarrolla la teoría de los marcos comunicacionales que definen a la política. Cristina elige un marco al subir al ring a Milei. Le dice a la opinión pública: “este es el clivage, por acá pasa la discusión; es entre Milei y yo/nosotros”. Así busca desplazar a Juntos por el Cambio de la discusión y al tiempo que le hace un llamado al votante duro del macrismo. Lo que ella llama “la derecha”. Ese segmento de la opinión pública profundamente antikirchnerista. Y les dice: “si me odian, acá está la opción (Milei).”

¿Por qué lo hace? Porque piensa en la provincia de Buenos Aires, principal distrito electoral de la Argentina. 36% del padrón nacional. Una elección determinante para quien aspira a ganar la elección a nivel país. En PBA no hay balotaje. Se gana con un voto de diferencia. Allí Kicillof aspira a reelegir. El escenario bonaerense muestra que hoy el gobernador tiene chances de ganar nuevamente siempre y cuando se dividan los votos del centro hacia la derecha. Es decir, Kicillof capitaliza el reparto de votos entre Juntos por el Cambio y el espacio de Milei. Subirlo al ring fagocita este proceso.

Claro, el tema es que Milei no tiene candidato en la provincia. Cristina lo sabe. Pero también sabe que el historial de porcentaje de corte de boleta en PBA es bajísimo. Por eso “levanta” a Milei como adversario en el escenario nacional sabiendo que su nombre en la primera categoría de la boleta “sábana” arrastrará al resto de las categorías, incluyendo a la provincia de Buenos Aires. La estratégia -a priori- suena lógica.

¿Cómo afecta todo esto a Juntos por el Cambio? ¿Cuál es el impacto del factor liberal en el principal espacio opositor?

Lo primero que hay que marcar es que los principales cerebros de JxC coinciden en una histórica premisa de la política argentina: es casi imposible gobernar el país sin tener al gobernador de la provincia de Buenos Aires. Todos citan la traumática experiencia de Fernando De la Rúa, quien convivió con el peronismo en la provincia. Y también -como Cristina- saben que el peso de PBA en el padrón nacional es cuantitativamente clave para ganar la nación. Por eso, buscan alternativas para neutralizar a Milei de modo tal que no divida votos de “centro derecha” en territorio bonaerense beneficiando así a Kicillof.

Macri lo sabe. Por eso es que, como Cristina, sube a Milei al ring. Pero no para enfrentarlo, sino para seducirlo. Pero JXC no lo acepta. Por su parte, Milei, basándose en eso, le pone precio caro al potencial acuerdo: que el ala dura del PRO abandone JXC. Cosa que no ocurrirá.

Horacio Rodriguez Larreta, junto con la Coalición Cívica y la UCR, entendieron que sumando a JXC a José Luis Espert, liberal y exaliado de Milei, se contiene sobre todo en territorio bonaerense al votante ortodoxo. Al tiempo -y esto en claro beneficio para Larreta- se esmerila a Patricia Bullrich en la escena nacional.

Espert reparte votos con el ala dura del PRO. Esto, de cara a las internas, es un tremendo problema para Bullrich que, según todas las encuestas, pelea mano a mano con el Jefe de Gobierno la candidatura a presidente de la nación.

Este conjunto de factores es lo que hace que, por ahora, el ingreso de Espert a JXC esté pausado. Lo aprobó la Coalición Cívica. Lo aprobó la UCR. Lo aprobó Pichetto. Aún no lo aprueba el PRO por falta de acuerdo entre el larretismo y el bullrichismo.

Como sea, queda claro que los dos espacios políticos de la Argentina (Frente de Todos y Juntos por el Cambio) hoy dependen de la propuesta liberal. De una forma u otra la necesitan. Ya sea vía Milei; ya sea vía Espert.

Ambos lo saben. Y como liberales que son, adscriben a la ley del libre juego entre la oferta y la demanda. Sabiendo que la demanda es fuerte, la oferta se encarece. /TN