Domingo 08 de Junio de 2025, 10:16

Jorge López se perdió en la alta montaña durante una expedición con amigos hacia el Nevado de Chuscha. Cuatro días después lo encontraron refugiado en una cueva.
El dron zumbó entre las sierras, cruzó el cielo del mediodía y apareció entre las nubes como una señal. Jorge López, conocido como “Talibán” levantó los brazos al cielo. Varios días llevaba en la montaña, refugiado en una cueva de animales, en una quebrada profunda cerca del puesto El Rodeo. Fue allí donde lo encontró el aparato piloteado por Eliseo Jantzon, uno de los cinco amigos que durante cuatro días buscaron sin descanso al sexto integrante del grupo de alpinistas.La escena se repetía en la cabeza de Eliseo como una promesa cumplida: “Tenemos un lema que reza: ‘Volver todos, volver amigos y hacer cumbre al final’”. Esta vez, la cumbre fue el abrazo entre amantes de la montaña. La cima, el reencuentro. “Cuando lo vi levantar los brazos, supe que estaba bien. Nos alegramos tanto”, dice. Esteban fue el primero en bajar. Se fundieron en un abrazo y lloraron. “Solo allí sentí la magnitud de la situación”, confiesa Jorge.
Querían cruzar las sierras del Cajón, tocar el Nevado de Chuscha -a 5.300 metros de altura- y terminar en Cafayate. Pero no harían cumbre. Al tercer día de marcha, Jorge se separó del grupo y desapareció. Lo reencontraron cuatro días después, refugiado en una cueva de animales en la quebrada del puesto El Rodeo.
RUMBO AL NEVADO DE CHUSCHA. El grupo durante el primer día de caminata, antes de la separación. / Fotos de Eliseo Jantzon “Era media mañana, estábamos un poco más arriba que él. Le dijimos que subiera por un camino, pero decidió seguir por otro lado y ese fue nuestro error. En 10 minutos, lo perdimos de vista”, cuenta Eliseo, amaicheño de 37 años. “Aunque tengamos experiencia, estas cosas pasan”. Jorge había optado por un atajo. Pero en la montaña, los atajos suelen ser trampas. “El error fue permitir que se desviara del camino”, admite Jantzon. Decidieron abortar la cumbre. Empezaba otra travesía: la de la búsqueda.
“Me alejo del grupo por acortar el camino, me apuro. Me despeño al cruzar una grieta y me golpeo la cadera y la rodilla”, relata Jorge. Dolorido, baja al río. Sabía que no podría alcanzarlos. Su objetivo cambió: llegar al puesto donde habían dormido la noche anterior. Lo logra a las 17 y la fiebre lo obliga a descansar allí. El lugar donde queda atrapado es una especie de isla rodeada por los ríos Managua y un afluente, si se observa desde arriba.
“Salamín y queso”Al día siguiente, intenta bajar a buscar agua sin éxito. “En el cerro sabemos que las contingencias pueden ocurrir. Tenía que tener la cabeza fría para pensar un plan. Empecé a descender por el río con la esperanza de llegar al puesto Mercedes”, narra el hombre, escritor y carpintero, que hoy cumple 52 años de vida y cuenta más de 25 de montañista. Se encuentra con una cascada en un cañón profundo y se da cuenta de que es imposible cruzarla. “Si intentaba hacerlo, podía caerme y ocurrir una fatalidad. Volví y busqué una alternativa. Esa noche cené salamín y queso. Era lo que tenía”, detalla.
El grupo, mientras tanto, había encontrado señales de vida. Volvieron sobre sus pasos, vieron que Jorge había dormido en el puesto que los refugió antes de la separación y que había dejado un colador como mensaje. “Nos alegramos por dos motivos: era una señal de que estaba bien y de que estaba bajando”, cuenta el piloto del dron.
Día cinco. Jorge decide escalar una peña para salir de la encrucijada, pero no lo logra. Se queda a dormir allí. El frío, la soledad y el cansancio son los nuevos adversarios. Día seis. Es jueves y el sol está en el cenit. “Talibán” desciende porque ya no podía seguir escalando por culpa de una roca antes de la cima de la peña que intentó subir. Entonces escucha el zumbido que viene desde arriba. Lo ve. Era el dron.
Esteban baja a su encuentro. Solo 700 metros separaban al “Talibán” de sus amigos. “Curiosamente, siempre quise estar solo en la montaña y me lo prometí pero no pude hacerlo antes. Ahora puedo decir que estar solo allí, es algo muy intenso. La emocionalidad te juega en contra y hay que mantener la cabeza fría”, reflexiona Jorge. Solo se permitió llorar cuando abrazó a Esteban, remarca.
“Estaba preparado para lo que vivió”, dice Eliseo. “Tenía todo el equipo para las bajas temperaturas. Agua no le faltó. Además, tenía dos kilos de queso y salamín”, explica sobre las provisiones de Jorge y su conocimiento en el deporte.
TALIBÁN EN CASA. Luego de la aventura. Jorge hoy cumple 52 años.
Durante esos días, los cinco compañeros no se detuvieron. “No apareció el primer día de búsqueda, ni al segundo y decidimos regresar después de mucha discusión e incertidumbre. Cuando llegamos a un punto con señal de celular, dimos aviso a las autoridades de la desaparición”, relata el amaicheño.
Al día siguiente de dar aviso, partieron a las cinco de la mañana. Se sumaron dos oficiales y tres bomberos, pero varios fueron desistiendo en el camino por la complejidad del recorrido. Los bomberos hacían un camino alternativo, pero los montañistas llegaron primero y pudieron desactivar el accionar del Cuerpo Especial de Rescate y Operaciones (CERO) antes de que se desplieguen los rastrillajes mayores.
REENCUENTRO. El grupo completo y quienes colaboraron en el rescate.En ese territorio donde las temperaturas son bajas, la naturaleza impone su ritmo. El paisaje puede ser deslumbrante y cruel.
“Hay caminos marcados por caballos, sendas ocultas, saltos grandes de agua”, describe Eliseo y agrega: “Mandé el dron por la quebrada porque el miedo era que hubiera ido por la zona peligrosa. Y sí, se fue por ahí”.

EL REFUGIO. En el puesto “Pie de cuesta” durmieron los amigos.
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