¿Jesús o Interpol? Quien fue "El extraño del pelo largo", histórico personaje urbano de Tucumán

Martes 28 de Octubre de 2025, 20:48

Juan Carabajal, en su casa de Banda del Río Salí.



Fue uno de los personajes más misteriosos y queridos de la ciudad: Juan Carabajal, conocido por todos como “el extraño de pelo largo”, Jesús o Interpol. Desde la esquina de 25 de Mayo y San Martín, hasta el corazón de la plaza Independencia, su presencia se convirtió en un ícono urbano. Por primera vez, su hermana Isabel reveló la historia completa de su vida.

Si La Joven Guardia compuso versos que parecieran hablar de él —“Vagando por las calles, mirando la gente pasar, el extraño de pelo largo, sin preocupaciones va”—, Horacio Ferrer lo definió mejor en Chiquilín de Bachín: “Se fabrica un barrilete para irse ¡y sigue aquí! / Es un hombre extraño / niño de mil años / que por dentro le enreda el piolín”.

Esa imagen poética resume la esencia de Juan: un hombre libre, errante, observador del mundo, conectado con la vida pero apartado de la rutina.

Infancia y primeros trabajos


Juan nació en la Capital de Tucumán y creció junto a sus hermanos en el Barrio Hipódromo. Desde muy joven mostró habilidades manuales y espíritu emprendedor: vendía pescado en bicicleta, comprándolo en el Mercado del Norte y recorriendo pueblos como San Andrés, Los Bulacio y Santa Rosa de Leales. Más tarde, trabajó con su hermano Alberto en tareas de carpintería, fabricando camioncitos de madera pintados a mano y transportando viruta a los caballos del Hipódromo.

“Siempre fue muy hábil con las manos y la madera”, recuerda Isabel. También fue fanático de las motos y de la carpintería; siempre elegante, combinaba botas de cuero, bluyín y un traje con maletín para sus viajes por trabajo o política en Jujuy, Salta y Buenos Aires.

Juan se casó con una mujer de Yerba Buena. Tras la separación, Isabel recuerda que comenzó a decaer: dejó de arreglarse, se distanció de la rutina laboral y se sumergió en un mundo propio. A pesar de ello, mantuvo respeto y humildad, nunca se desubicó con nadie, y conservó amistades y admiración en su entorno.

Su vida amorosa, llena de leyendas, incluía admiradoras que lo seguían, aunque él siempre mantuvo la ética y el respeto. “Nunca hizo daño a nadie”, dice su hermana.

Con el tiempo, Juan adoptó una vida errante. Dormía en lugares riesgosos, caminaba largas distancias, incluso viajaba por la provincia y otras ciudades solo, a pie o en su motoneta, vendiendo plantas o realizando pequeños trabajos. Adoptó un estilo de vida austero y devoto: comenzó a llevar la Biblia, vestirse con ropa marrón similar a la de un franciscano y pasar tiempo en la iglesia San Roque.

Caminaba Tucumán de punta a punta, siempre acompañado de su curiosa rutina. Los pasajeros de colectivos y transeúntes lo reconocían: “Ahí va El Loco”, comentaban. La Policía lo bautizó como “Interpol”, pero nunca tuvo relación con la institución; Juan respetaba a la autoridad, pero vivía al margen de ella.

En julio de 2015, Juan Carabajal falleció en un trágico accidente de tránsito mientras caminaba de regreso de Salta. La ruta de Córdoba lo sorprendió en la zona conocida como “Cabeza de Buey”: un colectivo no lo vio, lo chocó por la espalda y lo arrastró, terminando su historia de vagabundeo y amor por las calles. Siempre con su bolsa, siempre caminando, como había hecho toda su vida.

Hasta sus últimos días, Juan regresaba a la esquina donde conoció a su mujer, en 25 de Mayo y San Martín. Isabel recuerda: “Él paraba ahí por una razón: siempre la esperaba. Creo que vive en Buenos Aires ahora. Pero hasta el último día la esperó mi hermano. ‘Es en la esquina donde la conocí’, me contaba.”

Ese lugar, donde el amor y la memoria se entrelazan, se ha convertido en un símbolo del Tucumán urbano, un homenaje silencioso al hombre que caminó y vivió en las calles de la ciudad.