"Toda mi escuela al mismo tiempo vio mis fotos desnuda"

Martes 04 de Noviembre de 2025, 09:24

Ornella tenía 10 años cuando un adulto se hizo pasar por un chico en redes sociales; durante seis años la manipuló y la obligó a enviarle imágenes sexuales, que llegó a difundir



A los 10 años, Ornella Carbone era una nena pelirroja de sonrisa amplia y dientes blanquísimos. Sus ojos marrones transmitían la confianza de quien siente que el mundo es un lugar seguro. La vida era tranquila: una escuela “muy bonita” a la que no faltaba casi nunca, muchos amigos, un club frente a su casa, clases de vóley y danza. La recuerda como “una infancia perfecta” en la ciudad de Mendoza, donde todo tenía un orden que parecía inquebrantable.

Pero esa rutina se rompió de un día para el otro. En la computadora del living de su casa, a través de Messenger —el primer chat de la época, antes de que las redes sociales despegaran— le llegó un mensaje de alguien llamado Alejandro y apodado “Lale”. Se presentó como un niño de 13 años, de Guaymallén. Al principio parecía solo un nuevo amigo con quien hablar de música y de la escuela. Orne había puesto en su perfil una frase de la banda uruguaya No Te Va Gustar, y él le dijo que también le encantaba.

Nadie podría imaginar que detrás de esa conversación aparentemente inocente se escondía un adulto que la estaba manipulando. Durante más de seis años, Ornella fue víctima de grooming: el abusador sexual que se hizo pasar por un niño la amenazó y la obligó a enviarle decenas de fotos y videos desnuda.

A esa violencia que pulverizó su infancia, ella la vivió en silencio. “Esto me pasó a pesar de que mi mamá me explicó todo: ’no te pueden tocar acá’, ’si te hacen esto, avísame’. Por más que yo sabía eso, ella nunca se pudo imaginar que a mí me podían violar la cabeza a través de la computadora”, dice Orne, que hoy tiene 26 años y es mamá de un bebé de un año. Habla despacio, con una voz suave que se endurece cuando vuelve al pasado: “Lo viví como un abuso con acceso carnal: para mí fue lo mismo”.

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A escondidas. A sus 11 años, Orne posaba en el baño de su casa, donde solía encerrarse para tomarse las fotos que le exigía su abusador; “Además, me sacaba otras normales para disimular”, cuenta la joven

Hasta los 18 años, su abusador no le dio paz. A pesar de que a sus 16, Orne hizo la denuncia, el acoso continuó: “Se terminó cuando cumplí la mayoría de edad porque él es un pedófilo y yo ya no le servía”, afirma Orne. “Sé la cantidad de material que él tiene sobre mí y es muchísimo, sobre todo desde mis 10 a los 12 años. Lo que más me duele es que por más que pasen los años, voy a seguir siendo víctima de la pedofilia: porque mis fotos van a seguir circulando en internet”, agrega la joven con la frustración atravesada en la garganta. 

El impacto en su salud mental fue arrollador: un trastorno de la alimentación, autolesiones y pensamientos suicidas. “Hoy estoy rota, pero arreglada. En proceso de sanación”, resume.

La conversación de Orne con La Nación forma parte del ciclo "Hablemos de todo sin filtro". Su testimonio es la cuarta entrega de esta serie que busca darle voz a jóvenes que atravesaron distintas problemáticas de salud mental, en las que las pantallas jugaron un rol protagónico. La invitación es a reconstruir su historia junto a una persona clave en el proceso de salir adelante. En el caso de Orne, esa persona fue Hernán Navarro, abogado y fundador de la organización Grooming Argentina.

Hernán fue la primera persona a quien ella, con 16 años, pudo contarle el calvario que estaba viviendo y pedirle ayuda. Él se ocupó de darle la noticia a su mamá y de acompañarlas a hacer la denuncia. Desde entonces, crearon un vínculo fuerte que se mantiene con los años.

“Con el caso de Orne nos dimos cuenta, por primera vez, que una víctima de grooming puede serlo durante años en silencio. Entendimos que la problemática era más grave de lo que imaginábamos: 10 años atrás no teníamos la experiencia que tenemos hoy, no existía la misma tecnología, ni las leyes, ni la conciencia”
, reflexiona Navarro.

“La situación es muy preocupante”

El grooming es un ciberdelito que crece al ritmo de las nuevas plataformas. “En general el enganche hoy se produce en un juego online y luego migra a redes sociales como Instagram, WhatsApp y Facebook. Los groomers están en todas las plataformas que usan los chicos: mientras mayor flujo de usuarios, más grande es el coto de caza de los abusadores”, denuncia Navarro. 

Con respecto a cuán frecuente es este delito, Daniela Dupuy, titular de la Unidad Fiscal Especializada en Delitos y Contravenciones Informáticas porteña (UFEDyCI), advierte: “Es muy preocupante lo que está pasando, porque lejos de disminuir, los casos aumentan día a día”.

A nivel nacional, en el Ministerio Público Fiscal (MPF) de la ciudad de Buenos Aires se reciben entre 400 y 500 reportes diarios de material de explotación sexual en línea de niños, niñas y adolescentes, la mal llamada “pornografía infantil”. ¿Cómo llegan a la Justicia esos casos? Dupuy explica que el circuito comienza cuando las empresas de internet detectan que algún usuario sube imágenes o videos de esa índole. Deben denunciarlo a la ONG estadounidense National Center for Missing and Exploited Children y, si el IP está en la Argentina, el caso se deriva al MPF.

En 2024, específicamente por el delito de grooming, a ese organismo llegaron 72 denuncias de particulares, y en lo que va de 2025, unas 125: casi el doble. Sin embargo, a esas denuncias se suman muchos otros casos, dentro del caudal de reportes diarios, en los que se advierten situaciones de grooming. “En investigaciones por otros delitos, por ejemplo distribución o producción de imágenes de explotación sexual de chicos y chicas, se encontraron conversaciones de grooming”, detalla la fiscal. 

Para Navarro, la “hiperconectividad de los chicos y las chicas es sinónimo de hipervulnerabilidad”. Considera que los datos hablan por sí solos: cuatro de cada 10 niños argentinos acceden a un teléfono celular antes de los 9 años, según una encuesta que hizo el año pasado entre 17.000 niños y adolescentes Grooming Latam, una red regional conformada por 30 organizaciones que luchan contra ese delito. 

Por otro lado, el 49% de los chicos dijeron que conversaron con extraños en redes sociales y juegos online; siete de cada 10 recibieron propuestas de “noviazgo” por parte de un desconocido, y al 25% les pidieron “imágenes de desnudez o semidesnudez” por internet. 

Desde la Secretaría Nacional de Niñez Adolescencia y Familia, que depende del Ministerio de Capital Humano, coinciden en la magnitud de la problemática. “Es una prioridad absoluta”, asegura Juan Bautista Ordoñez, su responsable. Arnoldo Scherrer Vivas, subsecretario de Políticas Familiares, suma: “El desafío es aggiornarse a los chicos que sufren estas violencias. Empezamos haciendo accesible la línea 102: de 26.000 llamadas que se recibían en un año, 800 estaban relacionadas con acoso en redes y la difusión de fotos íntimas, y las consultas eran hechas por adultos”. 

Para llegar de forma directa a los chicos, se creó un chatbot al que pueden acceder por WhatsApp, con una opción específica sobre grooming. Por otro lado, lanzaron un “kit de herramientas para entornos digitales”, entre ellas una guía de prevención del suicidio adolescente y, junto a Unicef, otra sobre apuestas y juegos en línea.

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En familia. Orne junto a su tía y una prima durante una Navidad y abrazada por su mamá, a los 12 años, en la cena de egreso de la primaria; nadie en su entorno podía imaginar el calvario que estaba atravesando

“Vivía con terror”

Las conversaciones de Alejandro con Orne comenzaron a volverse más frecuentes. “Es un trabajo bastante complejo el que hace el groomer: genera un vínculo de amistad y confianza. Hasta el día de hoy lo sigo trabajando en terapia. Me manipuló muchísimo”, dice.

Con el tiempo, la charla comenzó a cambiar de color. “En un momento, me empezó a hablar de cosas sexuales. Hasta que un día me dijo el nombre de mi mamá y su mail. Me amenazó con que si no le mandaba fotos desnuda, le iba a compartir esas conversaciones. Tenían que ser fotos donde se me viera la cara —cuenta Orne—. Terminó diciéndome: ’Si no hacés esto, yo a tu mamá le hago tal cosa’. Por miedo, le hice caso”.

A partir de ese momento, la vida se convirtió en un infierno: “Sentía la adrenalina de estar perseguida y el terror por lo que le pudiera pasar a mi mamá. Cuando le mandé la primera foto me di cuenta de que había caído en la red”. 

El abusador usaba las fotos que tenía para seguir pidiéndole más y más. Sus demandas eran cada vez más exigentes. Conocía la rutina de Orne y sus horarios. Por aquellos años, además de con su mamá, Orne vivía con su abuela. Cuando volvía de la escuela, buscaba los momentos para encerrarse en el baño, tomarse las fotos con una cámara digital, subirlas a la computadora y enviarlas. 

“Intenté mil veces mandarle fotos donde no se me veía la cara y él se enojaba, eran más las amenazas y me tenía que exponer a otras cosas”, relata la joven. Así llegaron los pedidos de hacer videollamadas. Él dejaba la cámara apagada. “Seguramente tenga grabado eso”, dice Orne.  

La relación de Orne con Andrea, su mamá, fue siempre estrecha. “Hablábamos de todo. Pero de esto no podía hablar: sentía que la culpa de lo que me estaba pasando era mía”, asegura Orne. Esa idea era la que su abusador había ido instalando en su cabeza, un común denominador en el accionar de los groomers.

Aunque Andrea no podía imaginarse lo que estaba sufriendo su hija, sospechaba que algo pasaba. “Veía cambios en ella: se encerraba en el baño o en su habitación y después empezó con la bulimia nerviosa. La llevé a psicóloga, nutricionista, ginecóloga. Nadie daba en la tecla”, cuenta la madre.

Y sigue: “Cuando me enteré, fue un balde de agua helada y me sentí muy culpable. Después entendí que esto le puede pasar a muchos niños. Por eso les digo a los papás que hablen mucho, que les expliquen los riesgos sin asustarlos y que estén atentos porque a veces los niños no cuentan por miedo”.

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Apoyo incondicional. Hernán Navarro, fundador de Grooming Argentina, fue la primera persona a quien Orne le contó la violencia que sufría y hoy siguen teniendo un vínculo muy estrecho

“No podía escapar”

Orne tuvo su primer celular a los 12 años. Recuerda la tarde en que estaba a punto de jugar un partido de vóley cuando le entró una llamada de un número desconocido: “Cuando atendí, escuché la voz de un hombre grande que me dijo: ’Soy Lale’. Me asusté y le corté. Cuando llegué a mi casa tenía un montón de mensajes pidiéndome fotos”.

Las conversaciones migraron luego a Facebook y finalmente, a Instagram. Donde Orne estaba, él la buscaba. Cada intento de cortar el vínculo terminaba en nuevas amenazas. “Sentía que no podía escapar”, describe la joven.  

La preadolescencia empezó a mostrar el impacto de esos años de miedo y control: “Fue muy difícil tratar de ocultarlo a mi familia y mis amigos mientras estaba constantemente acosada. Me cerré mucho”.

—¿Cómo impactó en tu salud mental?
—A los 12 años, empecé a tener pensamientos suicidas y me autolesioné. Él me mostraba cómo amenazaba a muchas niñas, los chats con las fotos de ellas y cómo las difundía cuando no hacían lo que él les pedía. Fueron muchos años de abuso sexual. No sé cómo lo sostuve. Quedé muy traumada por querer enfrentar a alguien que no sé quién es pero que me ha hecho tanto daño.

Como un “secuestro emocional”, así define Navarro al grooming. “La víctima queda rehén de la situación y a merced de la coacción, obligada a hacer cosas contra su voluntad. Los delincuentes refuerzan el sentimiento de culpa en los chicos para evitar que hablen con sus familias, incluso en hogares funcionales y comunicativos, como el de Orne”, indica.

Respecto a las consecuencias en las víctimas, Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de Pediatría del Hospital de Clínicas, reflexiona: “Es un mito pensar que las agresiones sexuales que se cometen a través de medios digitales o sin contacto físico son menos traumáticas que aquellas que lo han tenido. Lo que encontramos en la clínica y lo que arrojan las investigaciones nos muestran todo lo contrario: la dominación, la intromisión, la cooptación de la subjetividad de la víctima tienen el mismo poder cuando se ejercen a través del grooming que cuando los vínculos abusivos se establecen en presencialidad”.

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Coraje. “Contar mi historia es una forma de enfrentar a mi abusador, de reclamar que la Justicia no tome estos temas como algo trivial. Necesito que sea un pedófilo menos en la sociedad”, asegura Ornella

“Nunca había escuchado hablar de grooming”

La primera vez que Orne escuchó hablar de grooming fue a sus 16 años. En Facebook, se encontró con una publicidad chilena que alertaba sobre ese delito: “Lo que contaban era igual a lo que me pasaba”. Acto seguido, buscó “Grooming Argentina”, se encontró con la organización social fundada por Navarro y les mandó un mensaje. “En menos de 45 minutos, me llamó el Hernán”, dice Orne con su acento mendocino.  

Le contó todo. Después de escucharla, Hernán llamó a Andrea. “Estaba en el trabajo y me dijo: ‘Quiero que te sientes, porque necesito hablar con vos’. Me explicó que mi hija había pedido ayuda y lo que estaba viviendo. Lloré mucho. Nos dijo dónde hacer la denuncia y nos acompañó en todo el proceso”, relata la madre.

La denuncia se hizo en la Policía de Mendoza, en Delitos Informáticos. Todavía no existía en la Argentina la ley de grooming, la 26.904, sancionada en 2013, que tipificó ese delito en el Código Penal. 

El proceso fue doloroso y lento. La policía retuvo el celular de Orne durante 24 horas e intervino sus redes para rastrear al abusador, pero no lograron identificarlo. “Él se dio cuenta y se enojó tanto que el 21 de septiembre de 2014, Día del Estudiante, se hizo un Facebook con todas mis fotos de niña desnuda y agregó a toda mi escuela. Ese año no terminé la secundaria de manera presencial, tuve que rendir libre”, recuerda Orne.

A pesar del miedo y la impotencia, la joven y su mamá siguieron adelante. “Hernán nos dio mucha contención y yo di varias charlas sobre grooming. Mi hija no quería que le pasara a otra persona lo mismo que a ella. Siempre le agradecí a Dios que no se haya encontrado con esta persona, porque tal vez no la hubiese visto nunca más”, subraya Andrea. 

Su miedo no es injustificado. El 33% de los niñas, niños y adolescentes de la Argentina se vieron con personas que conocieron en línea. De ellos, un 3% se encontró con un adulto, según la Encuesta Kids Online Argentina 2025 de Unicef.  

Hoy Orne continúa su terapia de la mano de un psicólogo y una psiquiatra.

—¿Qué pasó con el caso?
—Nada. Hasta el día de hoy no sabemos quién fue. Es muy duro porque recién ahora estoy viendo que en los libros, en las series, se habla de grooming. Eso te trae una caricia al alma, pero lo que no me da descanso es que mi abusador está activo, captando otras víctimas. 

—¿Por qué elegiste contar tu historia?
—Es una forma de enfrentarlo. De reclamar que la Justicia no tome estos temas como algo trivial. Si yo no lo enfrento de esta manera, nunca voy a saber quién es. Necesito que sea un pedófilo menos en la sociedad.

—¿Qué le dirías a un chico o chica que está pasando por esto?
—Que se contacten con Grooming Argentina y que nada de lo que les está pasando es su culpa: la culpa siempre la tiene el abusador.

Dónde denunciar

• En la ciudad de Buenos Aires, se puede denunciar en la Unidad Fiscal Especializada en Delitos y Contravenciones Informáticas, que depende del Ministerio Público Fiscal porteño al 0800-3334-7225 o por mail a denuncias@fiscalias.gob.ar 

• En el resto del país, la víctima puede acercarse a la fiscalía especializada en cibercrimen de su jurisdicción y hacer la denuncia. En caso de no contar con una unidad especializada, se puede denunciar en la fiscalía más cercana. 

• En la aplicación de Grooming Argentina disponible para Android y iOS www.groomingarg.org /LaNación