Miércoles 26 de Noviembre de 2025, 08:55

Una mujer que asesinó a sus dos hijos y los metió en maletas que guardó en un espacio de almacenamiento fue condenada el miércoles a cadena perpetua en Nueva Zelanda, tras un juicio que atrajo la atención internacional.
El caso que conmocionó a Nueva Zelanda y captó la atención internacional llegó a su cierre judicial:
Hakyung Lee, una mujer de 45 años acusada de asesinar a sus dos hijos y ocultar los cuerpos en maletas dentro de un depósito, fue sentenciada este miércoles a cadena perpetua.
Lee, nacida en Corea del Sur pero ciudadana neozelandesa, había sido declarada culpable a comienzos de este año por la muerte de
Minu Jo y
Yuna Jo, de seis y ocho años. Durante la lectura de la sentencia, el juez del Tribunal Superior
Geoffrey Venning remarcó que se trataba de víctimas “especialmente vulnerables” y fijó un período mínimo de 17 años de prisión antes de que pueda solicitar libertad condicional. La acusada escuchó el fallo casi sin mostrar emoción.
La investigación determinó que en 2018
Lee administró a los niños una sobredosis de medicamentos recetados. La mujer había perdido a su esposo a causa de un cáncer y
aseguró durante el juicio que su intención era quitarse la vida junto a sus hijos, pero que “se equivocó con la dosis”. La fiscalía, sin embargo, sostuvo que sus acciones fueron calculadas y que su comportamiento posterior demostraba plena conciencia de sus actos.
Los cuerpos permanecieron ocultos durante cuatro años, hasta que en 2022 una familia abrió el contenido de un depósito que había adquirido en una subasta en las afueras de Auckland. Al revisar las maletas, se encontraron con el hallazgo estremecedor que dio inicio a la investigación internacional.
Para entonces, Lee había cambiado de nombre y huido a Corea del Sur. Fue localizada y finalmente extraditada a Nueva Zelanda para enfrentar el juicio. Su defensa intentó argumentar que era inimputable debido a un cuadro de demencia, apoyándose en el testimonio de un psiquiatra forense. La fiscalía rechazó esa postura y afirmó que la mujer actuó con plena capacidad, lo que derivó en el veredicto de culpabilidad.
El caso, marcado por el dramatismo y el recorrido judicial internacional, cierra con una de las sentencias más severas previstas por la ley neozelandesa.
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