Jueves 27 de Noviembre de 2025, 06:43
El consumo de pornografía en adolescentes se convirtió en una de las adicciones conductuales más frecuentes en Argentina, facilitada por el acceso tecnológico y agravada por la dificultad de su detección temprana.
La psicóloga Marcela Artstein, directora de la carrera de Psicología en la Universidad Blas Pascal, calificó este fenómeno como una problemática que genera alteraciones químicas cerebrales comparables a las adicciones a sustancias.El 50% de los adolescentes entre 11 y 13 años vio pornografía en Internet, mientras que el 51% accede a contenido mediante intercambio de fotos o videos por WhatsApp o redes sociales, según datos de un estudio de Save the Children citado por especialistas locales. En Argentina no existen estadísticas oficiales con evidencia empírica local, pero los profesionales coinciden en que las cifras podrían ser similares o incluso más alarmantes.
Artstein detalló en una entrevista con Radio Continental Córdoba que aproximadamente el 90% de los adolescentes ya consumió pornografía. De ese porcentaje, el dato más inquietante es que el 15% lo hizo antes de los 12 años. "Es alarmante", reconoció la especialista.
Alteraciones cerebrales comparables a las drogas
"El uso de tecnología habilitó mucho la posibilidad de generar una adicción a la pornografía, dado que la tecnología es el medio habilitador más frecuente para esto y hoy la denominamos una de las más frecuentes adicciones del comportamiento", explicó Artstein. La especialista aclaró que, aunque se diferencia de las adicciones a sustancias, "en términos químicos cerebrales, el consumo de pornografía también altera la química cerebral al igual que el consumo de sustancias".
La directora de la carrera de Psicología subrayó que "el trabajo terapéutico para ayudar al paciente que lo padece es igualmente complejo y dificultoso" que en otras adicciones.
Los estudios neurocientíficos confirman esta perspectiva. La adicción produce efectos en la circuitería neuronal que se dividen en cuatro tipos: sensibilización o respuesta mejorada de la dopamina a las señales de adicción, desencadenantes o estrés, entre otros mecanismos cerebrales afectados.
La adicción silenciosa y difícil de detectar
Artstein advirtió sobre la complejidad de detectar esta adicción en adolescentes. "Cuando hablamos de adicciones a las drogas o a sustancias es notorio en el aspecto físico, pero en este caso al ser silencioso, se advierte cuando está muy instalada la conducta adictiva, esto genera un cambio químico en términos neurobiológicos. Tiende al aislamiento, al retraimiento social", explicó.
La especialista detalló que la detección resulta especialmente dificultosa porque "nuestros adolescentes por una cuestión de búsqueda de identidad, de separación de sus padres, es muy normal que empiecen a estar un poco más solos en la casa, buscando sus espacios e intimidad, lo natural".
"En este tipo de adicción, el adolescente se aísla, se recluye, y lo único que nos puede llamar la atención es que empiece a dejar de asistir tanto a reuniones sociales, busque excusas para no ir en pos de seguir aislado en su consumo", describió Artstein.
La licenciada aclaró que no todo consumo implica adicción. "El uso de pornografía muchas veces se usa como herramienta, inclusive en la pareja, para generar un acercamiento al erotismo", explicó. "La idea es el uso responsable, moderado y con un para qué claro y que no sea un uso desmedido que se transforme en una adicción", indicó la especialista.
El impacto en las relaciones sexuales reales
La psicóloga citó datos de un estudio reciente de Estados Unidos que revelan cifras alarmantes: en 2024, solo el 37% de los adultos dijo haber tenido sexo semanalmente. "Llama la atención el bajo contacto que tenemos con el otro real", señaló Artstein.
"El uso de pornografía está inhibiendo el encuentro real con el otro. Toda esa búsqueda de dopamina que genera el sexo, toda esa búsqueda de encuentro que genera una relación sexual, se está delegando a esta cuestión solitaria de uno con su propio cuerpo y la utilización de esta herramienta", analizó.
Un dato particularmente preocupante es que, en la franja etaria de 18 a 29 años, donde se esperaría actividad sexual activa, uno de cada cuatro no tuvo sexo en el último año. "Esto qué significa: que no tuvo placer sexual, no. Sí lo tuvo. Quizás por otros medios, pero no tuvo sexo real", aclaró la especialista.
La pornografía como educadora sexual
Más de la mitad de los adolescentes que ven pornografía se inspiran en estos contenidos para sus propias experiencias sexuales, mientras que un tercio considera que estos videos son su única fuente de información sobre sexualidad, según el informe de Save the Children.
"La pornografía moldea lo que creemos del amor. Hay que pensar en cuánto influyen las plataformas en lo que normalizamos como sexo", explicó Artstein en su disertación, estableciendo una comparación entre los cuerpos que se muestran en este tipo de contenidos y los reales.
El 76% de los adolescentes consume principalmente pornografía dura o hardcore, un tipo de contenido que normaliza conductas violentas y desiguales en las relaciones sexuales.
Individualismo: ¿causa o consecuencia?
Durante la entrevista radial, Artstein reflexionó sobre la relación entre el consumo de pornografía y el individualismo social. "Me hace pensar y preguntarme si es causa o es consecuencia. ¿El individualismo nos lleva a buscar también goce en esto que es un goce individualista o a partir de esto nos hacemos más individualistas?", planteó.
La especialista señaló que hay una línea común entre estos factores sociales y los comportamientos psíquicos. "Tenemos muchas situaciones disfuncionales hoy en salud mental que están dadas por ese individualismo", afirmó.
Artstein puso como ejemplo su experiencia en el ámbito académico universitario, donde "alumnos pueden haber llegado a cuarto año sin haber tenido el contacto con un otro", destacando que "quien tiene una red de sostén social en cualquier diagnóstico tiene un pronóstico más favorable".
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