Jueves 27 de Noviembre de 2025, 17:25

Diana en Argentina. Fotografía de Jorge Bosch
Noviembre de 1995.
Tres años después de separarse del príncipe Carlos y apenas 72 horas después de haber dado la entrevista más explosiva en la historia de la corona británica, Lady Diana Spencer aterrizaba en Ezeiza en medio de un frenesí mediático que Argentina jamás había visto. La mujer más fotografiada del planeta
llegaba al país con una frase que todavía retumbaba en todos los canales del mundo: “Éramos tres en este matrimonio.”La princesa estaba otra vez en el centro del huracán. Y la prensa internacional, hambrienta de nuevas imágenes, la persiguió sin respiro por Buenos Aires, la Patagonia y cualquier rincón donde se dijera que podría aparecer.
La agenda oficial… y la no oficialDiana llegó para cumplir compromisos solidarios, pero lo que el público quería ver eran los detalles que escaparan al protocolo. Entre gala y gala, visitó a Menem en Olivos —sonrisa impecable, traje rosa clásico, Zulemita a su lado—, navegó entre ballenas en Puerto Madryn, tomó el té en Gaiman y se convirtió en la figura excluyente de una gala en el Teatro Colón.
Diana, princesa de Gales, durante el almuerzo con el presidente Carlos Menem y su hija Zulemita. (Foto: Tim Graham Photo Library/Getty Images)
Pero las imágenes que iban a romper el mundo estaban por nacer fuera de cámaras, fuera de libreto y desde un tanque de agua en Recoleta.
La misión imposible de GenteEn esa época, Argentina no tenía cultura de paparazzi. Pero cuando dijeron “viene Lady Di”, toda la redacción de la revista Gente se transformó en un pelotón dispuesto a cualquier cosa por una exclusiva.
Entre ellos estaba
Jorge Bosch, subjefe de fotografía, un hombre que jamás había perseguido celebridades y que, sin embargo,
recibió la orden más codiciada: “Traé una foto distinta”.La información clave llegó rápido: Lady Di estaba alojada en la residencia del embajador británico, en la zona de La Isla, en Recoleta.
Y todas las mañanas, religiosamente, a las siete, salía a nadar.Era la oportunidad perfecta. O la locura perfecta.
El tanque de agua, la membrana hirviendo y la foto del sigloBosch y la periodista
María Calatayud localizaron un edificio vecino. El encargado les confesó algo decisivo:
“Se ve perfecto… pero solo desde el tanque de agua.”
Prohibido, peligroso, a 40 grados antes de que saliera el sol. Imposible decir que no.
A las seis de la mañana ya estaban trepados en el techo, con una Nikon y un lente de 300 mm, esperando el milagro. La pileta estaba oculta entre árboles, pero había un caminito que ella debía cruzar sí o sí.
A las siete, exactas, aparece Diana: sola, puntual, impecable incluso camino al agua. Bosch se desconcentra un segundo, se la pierde. La desesperación. La apuesta ahora era una sola: esperar su regreso.
Cuarenta minutos después, la princesa vuelve, descalza, envuelta en una toalla blanca. Bosch dispara tres veces. Solo tres.El resto es historia.
“La foto”: descalza, envuelta en toalla, mirando al lenteCuando revelaron el rollo en la redacción —era época de diapositivas, nada de “play” para ver el resultado—, apareció ella: mirada directa, gesto de sorpresa y ese instante íntimo que jamás debería haber sido visto… pero que terminó recorriendo el mundo.
La tapa salió como “Las fotos secretas de Lady Di en la Argentina”, y se convirtió en una de las imágenes más reproducidas del viaje.
Más allá de la pileta: el país detrás de ellaDurante esos días, Bosch también registró los momentos oficiales: Diana con Menem, con Zulemita, con ancianos en Villa Devoto, rodeada de niños en un centro de rehabilitación en el Delta, e incluso tocando una ballena en Puerto Pirámides, una postal que parecía escrita para ella.
Todos los días de su visita, los medios cubrieron cada paso de Lady Di en la Argentina
La princesa encantaba a todos. Sonreía sin esfuerzo. Seguía adelante pese a la tormenta emocional que atravesaba. Y Argentina la adoptó como si fuera propia.
Jorge Bosch aún atesora las imágenes que capturó en aquellos días de la visita de Lady Di
Un recuerdo que volvió trágico dos años despuésLa locura por captar cada uno de sus pasos dejó una sombra inevitable. Bosch lo recordó: “Cuando me subí a una moto para perseguir el auto, me di cuenta de lo peligroso que era. Ahí pensé en París”.
El accidente del 31 de agosto de 1997 congeló el mundo. Y las mismas motos que él mencionaba se convirtieron en parte del mito trágico.
Tres décadas después, aquellas fotos tomadas desde un tanque, al amanecer porteño, siguen siendo una ventana única al costado más humano y vulnerable de la princesa más querida del siglo XX.
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