Pablo Amín, la bestia santiagueña que asesinó a su mujer, le arrancó los ojos y arrastró el cuerpo por las escaleras de un hotel frente al Parque 9 de Julio

Sábado 01 de Julio de 2023, 08:38

Pablo Amín en los Tribunales



Pablo Amín, quien fue condenado a cadena perpetua por el asesinato de su pareja, María Marta Arias, en octubre de 2007, recibirá el beneficio de salidas transitorias. De acuerdo con la resolución, Amín podrá disfrutar de salidas dos veces al mes, con una duración de tres horas cada vez.

Cómo fue el peor crimen de la historia tucumana

El tipo entró acompañado de cuatro policías. Alto, de casi dos metros, pelo corto, cara angulosa, prominente nariz, llevaba un saco con sus mangas subidas y las mangas de la camisa arremangadas sobre las mangas del saco. A la camisa la llevaba desabrochada hasta casi el centro del pecho, con el cuello sobre el cuello del saco, al estilo John Travolta en Fiebre de Sábado por la Noche. A una orden de Emilio Herrera Molina, presidente del tribunal penal de Tucumán que lo iba a juzgar por haber masacrado a su mujer, Pablo Amín se sentó en un banquito frente a los jueces. Era el 7 de setiembre de 2009, el primer día de juicio.

-¿Qué edad tiene usted? –interrogó el juez

-26...., clase 1983, pero 69 reales, de verdad.

-¿De qué trabaja?

-Empresario, businessmen, management...

-No le entiendo–, le dijo el juez

-Dueño del Bayer Munich...

-Hable despacio y tranquilo. De qué trabajaba–, insistió el juez Herrera Molina.

-(Amín levanta los hombros) Vivo de esto...-, pronunció palabras incomprensibles.

-De qué... de la calle?

-See

-Aahh

-Dueño de la empresa Herbalife...-, habló rápido utilizando una jerigonza incomprensible.

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-¿Usted fue al colegio secundario?-, cambió entonces el juez.

-No, enseño

-¿Fue a la Universidad?

-Soy rector de la Capilla de Justine, allá en....

-Fue a la Universidad

-No... Soy decano de la Universidad de agroeconomía y agroindustria. Yo la formé...

-Muy joven para ser decano... una carrera rápida–, comentó el juez.

-No, no, no... curso introducción a la economía... cumplo presente... Aparte soy duenño del INCA, Instituto Nacional de Capacitación Aeroportuaria y Aeronáutica, tengo un aeropuerto en Córdoba y un hotel, además de una sucursal de Etchart Privado en San Juan.

-¿Donde nació?–, pareció cansarse Herrera Molina...

-En Washington.

-¿En Washington, Catamarca, o en Washington, Estados Unidos?–, quiso saber el juez.

-De Norteamérica.... De Sudamérica y de Groenlandia...

El juez, de pelo y barba blancos, anotaba. Sus colegas tambie?n.

-¿Quiénes son sus padres?

-Michael Owen Johnson y mi mamá, María del Carmen Escarlata Lara Jolie Costner Schwarzenegger de Michael Owen Johnson.

-¿Usted tuvo alguna causa penal?

-El 27 de febrero de 2007. Le atajé un penal...

-Aparte de esta causa–, insistió el presidente del tribunal.

-...un penal así de once pasos–, Amín balbuceó otra vez frases ininteligibles.

-Bien... Es curioso, –dijo con calma Herrara Molina-. Cuando lo fui a visitar, hablaba perfectamente y ahora parece que no nos entendemos.

-¿Usted o yo?

-Yo no lo entiendo mucho.

-A veces, los amigos no se entienden.

-Aahh, no sabía que fuera amigo suyo... ¿Usted quiere declarar?

Amín cerró los labios.

-Entonces se abstiene... ¿Usted entiende la acusación de que usted mató a su esposa?

-Si, esposa (hace el gesto de preso uniendo las muñecas). Entendí.

-Esposa por cónyuge-, le quiso explicar el juez.

-.....

-¿Usted conoció a María Marta Arias?–, preguntó Herrera Molina levantando la voz por primera vez.

-No.

-¿Y conoce a Pablo Amín?

-No.

-¿Y usted cómo se llama?

-Teniente coronel Mohamah Kadafi Sahara Lalifa Amin Botruis Kairut Juan Manuel Omar Víctor Hugo Zelaya Alex Day.

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El presidente del tribunal estaba por mandarlo de vuelta a su lugar al lado del abogado defensor, pero hizo una consulta con sus colegas. Entonces preguntó.

-¿Usted entiende por qué lo acusan?

- (Amín le habla rápido a un policía).

-¿Usted sabe por qué está acá?

-Usted me dijo que era necesaria custodia especial.

-¿A qué vino?

-Standard Bank-, nuevamente balbucea cosas pero ahora en algo que parece el idioma inglés.

-No lo entiendo... Trate de hablar castellano...

-Es que I understand you (N. de la R: yo lo entiendo, en inglés).

-¡Vuelva a su lugar!

-Excuse me (N.de la R: Perdón)

Pablo Amín volvió a su lugar y comenzó a hacer morisquetas y a interrumpir el desarrollo de la audiencia. Se arreglaba la ropa y se la desarreglaba, hacía gestos, se sonreía, escupía en el vaso de agua que estaba tomando. Levantaba los hombros. Se movía permanentemente en la silla. Bostezaba. Cansados, a las 10.55, los integrantes del tribunal lo echaron de la sala. Pero su actitud no cambió en los 10 días que duró el juicio. Como cuando le dijo al secretario del tribunal: “¿Querés que te saque los ojos...?” Eso fue lo que le había hecho a su mujer.

Nadie en su sano juicio podía tomar a ese hombre por un demente. Al contrario. La impresión que se tenía de él era la de un descarado e infame bastardo que estaba representando un número grotesco en busca de que lo consideren loco y zafar de una condena segura. Sin embargo, a él le preocupaba que los jueces se convencieran de su locura y eso alegó casi siempre. Los estudios psiquiátricos que le hicieron se inclinaban hacia una conclusión lapidaria: era un simulador.

Esto es interesante. No supo hacerse el loco. Acaso no se dio cuenta que para simular mejor debió hablar de una persecución de extraterrestres o de una psicosis religiosa, pero hablar pavadas no es estar loco, es simplemente hablar pavadas y mostrarse grotesco.

Amin tenía 24 años cuando mató a su mujer, María Marta Arias, un año menor. Los dos eran de La Banda, Santiago del Estero. Él, con sus 150 kilos, se fanatizó con los productos dietéticos que le hicieron recuperar una figura más o menos estilizada. Y, de hecho, en los últimos meses había logrado bajar 50 kilos.

Para el 28 de octubre de 2007, llevaban tres meses casados. Bueno, se habían casado por Iglesia pero no por civil. Quienes los conocían decían que él se preocupaba bastante por María Marta. Ella padecía lupus, una enfermedad que afecta articulaciones y músculos y desaconseja la exposición al sol. El ganaba unos 7.000 pesos mensuales vendiendo productos dietéticos. Más el sueldo de su esposa, no les iba mal económicamente.

Amín y su esposa llegaron a Tucumán en la mañana del sábado para participar de un congreso de la firma Herbalife, que fabrica y comercializa productos que ayudan a perder peso, para la cual ambos trabajaban. Se hospedaron en la habitación 514 del 5° piso del Gran Hotel.

La tarde de aquél día, Amín fue preparándose para el acto final de la obra dramática. Se peleó con un compañero de la empresa y salió con su mujer de la convención. Caminaba con ella por la plaza Independencia cuando de golpe empezó a gritar que lo perseguían y que querían matarlo. María Marta no sabía dónde ponerse de la vergúenza. Unos policías lo detuvieron y lo debieron llevar al Hospital Padilla. Una posibilidad es que la ida al hospital (a cualquier hospital) también haya sido prevista porque todavía es un misterio de dónde sacó el bisturí que luego usaría contra María Marta. O lo traía ya desde Santiago del Estero o lo consiguió en el hospital. Ese bisturí desapareció y jamás fue encontrado.

Estaban acostados en el dormitorio del cuarto del hotel. Ella le daba la espalda. El se subió a horcajadas sobre su mujer. No le hizo falta aplicar ninguna técnica de la disciplina que tan bien dominaba, la de las artes marciales. Le puso la rodilla en el pecho y con las dos manos la agarró del cuello y apretó, apretó con todas sus fuerzas. Tan fuerte apretó que sus dedos quedaron marcados en el cuello de la chica. Cuando la soltó, ella no se movía. La había estrangulado.


Tomó el bisturí y le cortó los párpados. Le sacó los ojos con las manos. Los puso sobre la cama. Le hizo cortes en la frente, en las mejillas, en las piernas, en la zona íntima, en los brazos, en el pecho. La agarró de los pelos y la sacó de la cama, la arrastró fuera de la habitación. Seguía llevando el cadáver de los pelos. Estaba completamente desnudo. Quiso primero tomar el ascensor y como tardaba en venir, no se desesperó y arrastró el cuerpo de su mujer por la escalera principal, no por la de servicio, hasta el primer piso. Allí hizo un alto y la pateó. Nada lo hizo apurado, todo parecía calculado.

Cuando llegó el personal del hotel, pareció asumir un papel. “No soy yo. Esto es obra del demonio”, afirmó. Se puso furioso y cuatro policías debieron controlarlo. Allí dijo una frase reveladora: “No se preocupen, estoy en estado de emoción violenta”. Desde el piso, seguía lanzando patadas hacia donde estaba el cuerpo de su esposa. “Por favor, agua; estoy deshidratado. Me tragué el anillo. Lo tengo en la garganta. Agua, y el Señor los va a perdonar”, gritó dirigiéndose a los policías que lo sujetaban. Los alaridos de Pablo Amín se escuchaban desde la calle. “Quiero H2O. Quiero agua. Tengan misericordia”, insistía.

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¿Porqué Pablo Amín mató a su mujer? Es el interrogante que no tuvo una respuesta satisfactoria en todo el proceso judicial. Se dijo que competían demasiado en el propio trabajo al punto de convertirse en rivales y luego en enemigos.

Se habló de infidelidades de él y reproches de ella o al revés. Se dijo que él tenía celos. Concretamente, jamás se conoció la razón de esta atrocidad cometida contra María Marta.

En setiembre de 2009, Amín fue condenado a prisión perpetua por homicidio con ensañamiento. Y también dijeron que había simulado locura para engañar a la administración de justicia y lograr la impunidad o una pena menor. El fallo fue confirmado por la Corte Suprema de la Nación. Hace poco más de un año, Amín se volvió a casar con una mujer que conoció dentro del penal. /Todo Noticias

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Fuente: https://tn.com.ar/policiales/un-asesino-grotesco-y-miserable-el-crimen-de-maria-marta-arias_931498