En 1886 una epidemia de cólera diezmó a San Miguel de Tucumán matando en tres meses a 6.000 personas, un tercio de toda la población de la ciudad

Domingo 24 de Mayo de 2020, 10:22

Imagen de calle 24 de Septiembre al 500 a finales del siglo 19.



Entre noviembre de 1886 y febrero de 1887, San Miguel de Tucumán fue diezmada por una de las peores epidemias que vivió la Argentina.

El cólera mató a 6.000 personas, un tercio de la población total de la ciudad. También hubo algunos casos aislados en el interior del a provincia.

La feroz epidemia se había iniciado en el Litoral y luego llegó a Córdoba.

Para enfrentar la peste, los gobernadores de Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca acordaron establecer un cordón sanitario en la estación santiagueña de Recreo, con una cuarentena de 10 días para todo tren que viniese del Litoral.

Pero el Gobierno Nacional revocó esa medida de aislamiento y los trenes siguieron corriendo, mientras la zozobra ganaba a la población.

El flagelo llegó a Tucumán el 28 de noviembre, en un tren llegado de Rosario que conducía soldados, tres de los cuales estaban infectados.

"Ahora, que Dios nos ampare a todos. El cólera está entre nosotros", publicó el principal diario tucumano, "El Orden".

Se creó la Cruz Roja y el gobierno organizó la Asistencia Pública y hospitales de emergencia, que pronto desbordaron.

La falta de médicos, de atención sanitaria, incluso la falta de conocimiento sobre la génesis de esta enfermedad, ocasionó su avance casi indetenible.

Incluso hubo hechos muy graves y complicados, cuando en Los Sarmientos fueron asesinados por una turba tres médicos, acusados de “masones” y de atacar la religión católica, con el fin de envenenar a los ciudadanos y querer arrebatarle sus propiedades.

Además, se creía que la fruta (sí, la fruta) colaboraba en la propagación de la epidemia, por lo tanto las autoridades habían enviado a destruir los frutales de los que se alimentaban los pueblos más pobres.

En medio de ese caos social, los cadáveres se llevaban apilados en carros, sin féretros, hasta los terrenos de la Quinta Agronómica, habilitada como cementerio.

La ciudad mostraba un aire fantasmagórico, con oficinas públicas, comercios y escuelas cerradas. La gente encendía fogatas en las calles, pensando que así alejaba los gérmenes.

La epidemia se mantuvo hasta fines de febrero de 1887, en un verano de altísimas temperaturas y lluvias torrenciales. Luego, el cólera comenzó a declinar y desapareció definitivamente en marzo del mismo año.

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La tarea de la Madre Elmina Paz-Gallo

En el Colegio Santa Catalina actualmente funciona el museo que homenajea a la Madre Elmina Paz-Gallo, una de las heroínas en la lucha contra la epidemia de cólera.

Allí pueden verse los objetos de su hija, María Jesús, que murió siendo muy pequeña.

También hay imágenes de su esposo, Napoleón Gallo, de quien enviudó en 1886. Ese año estalló en Tucumán la epidemia de cólera. Ante el pedido del fraile dominico Angel María Boisdron, Elmina abrió su propia casa para recibir a los niños que quedaban huérfanos como consecuencia de la epidemia. Convocó a otras mujeres y los cuidó.

Después de esa experiencia Elmina decidió asumir la vida religiosa; creó la congregación y compró, con su propia fortuna y la ayuda del Estado, la casa donde hoy está la institución. Ese fue el primer asilo de huérfanos de Tucumán.