Martes 19 de Agosto de 2025, 07:40
La historia de Fabiana Colman, una joven de 24 años que vive en una villa de Buenos Aires, refleja el drama silencioso de miles de jóvenes argentinos que luchan todos los días por conseguir un empleo digno. Desde que terminó el secundario, Fabiana acumula cinco changas simultáneas: trabaja en un hotel los fines de semana, limpia en edificios, pasea perros, cuida a una niña y, al mismo tiempo, estudia en un terciario con la esperanza de convertirse en la primera de su familia en recibirse.
Su rutina es agotadora. “Me resulta frustrante, estoy cansada de tener tantos laburos y sentirme agotada todo el tiempo”, confiesa. Aun así, no se rinde: reparte currículums por barrios enteros, se postula en portales de empleo y recibe casi siempre la misma respuesta: silencio. Cuando alguna oferta aparece, los horarios son de 12 horas diarias con salarios que no alcanzan ni para cubrir lo básico.
El caso de Fabiana no es aislado. En Argentina, siete de cada diez jóvenes trabajan en la informalidad, sin derechos básicos como obra social, vacaciones pagas o aportes jubilatorios. Y la situación es aún más dura para las mujeres. Muchos, como Fabiana, terminan recurriendo a créditos de aplicaciones financieras para “salvar el mes”, pagando intereses abusivos que se llevan gran parte de lo poco que ganan.
La falta de oportunidades reales hace que la juventud viva en un círculo vicioso: no se les da trabajo porque “no tienen experiencia”, pero tampoco pueden adquirir experiencia porque no se les da la primera oportunidad.
A esta realidad estructural se suma hoy la política económica del gobierno de Javier Milei, que con su ajuste extremo y la paralización de la inversión ha terminado de congelar la economía. Los comercios están en crisis, muchas pymes reducen personal o cierran, y las pocas vacantes laborales que surgen son cada vez más precarias y mal pagas.