La crisis de las Pymes argentinas ante la “importación hormiga”

Domingo 05 de Octubre de 2025, 07:57

Las plataformas internacionales modifican el consumo en Argentina con ofertas difíciles de igualar, mientras las pequeñas industrias enfrentan tributos y desafíos que ponen en riesgo su competitividad y su rol en el empleo privado



En Argentina, la competitividad suele depender de la depreciación del peso, más que de reformas profundas o aumentos genuinos de productividad. Actualmente, el dólar opera con un régimen de flotación y bandas, lo que produce una competitividad efímera, sujeta al valor de la moneda y sin resolver las problemáticas estructurales de las pyme, que lidian con una presión tributaria que incrementa sus costos.

En este escenario, la llegada de plataformas como Shein y Temu intensifica los desafíos para las empresas locales. Ambas ofrecen precios prácticamente inalcanzables para la producción nacional y modifican los hábitos de consumo de miles de argentinos.

La magnitud del fenómeno es evidente: en el primer semestre de 2025, los argentinos gastaron más de USD 1.500 millones en ropa y accesorios importados, alcanzando un récord en compras al exterior. Mientras tanto, las marcas nacionales observan cómo, debido a una estructura impositiva sofocante, la competencia se torna cada vez más desigual en un mercado global.

El atractivo de estas plataformas no reside solamente en los precios bajos:

Shein aplica constantemente políticas agresivas de descuentos, promociones y cupones; en muchos casos, las rebajas llegan al 40% sobre el total del carrito y suman envíos gratuitos en compras mayores a 20 dólares.
Temu refuerza su posición con una política de igualación de precios: si un producto aparece con distintos valores en tiendas diferentes, la plataforma obliga a que se venda al menor precio. Así, garantiza siempre el costo más bajo al comprador.

Las diferencias de precios resultan contundentes. Una blusa de mujer en Shein, tras aplicar descuentos y envío bonificado, ronda los $43.590; en Temu, un modelo similar baja a menos de $27.000. Ese mismo tipo de prenda, en una marca nacional, alcanza los 140.000 pesos.

El esquema de envíos contribuye a ampliar o reducir esas diferencias. Shein suele cobrar cerca de $40.000 si la compra está por debajo de USD 20, encareciendo las adquisiciones individuales pero eliminando ese costo en compras conjuntas. Temu establece mínimos de compra menores y ofrece envíos sin cargo desde $33.000, reforzando la competitividad incluso en compras pequeñas.

En suma, el diferencial de precios puede llegar hasta el 70% a favor de Shein y Temu, aun considerando los costos logísticos. Frente a estas diferencias, el consumidor promedio rara vez prioriza productos argentinos, salvo que encuentre un valor agregado muy sólido en materia de calidad, diseño o marca.

La relación precio-beneficio que proponen estas plataformas, sostenida por prácticas de dumping chino y la ausencia de una carga impositiva similar a la de las pyme argentinas, está transformando los patrones de consumo local.

El esquema tributario doméstico magnifica la brecha de precios. Antes de plantearse competir, una empresa textil argentina debe afrontar impuestos que afectan su rentabilidad en cada fase. Los gravámenes incluyen: IVA del 21%, Ingresos Brutos en torno al 5%, Impuesto a las Ganancias de entre 27% y 35%, Débito y Crédito bancario de 0,60% por cada transacción, y tasas municipales que pueden alcanzar el 2 por ciento.

Además, percepciones y retenciones bancarias de IIBB, aunque funcionan como pagos anticipados, producen drenajes de liquidez que erosionan el flujo de caja. En ciertos casos, estos montos superan el importe definitivo de IVA, forzando a las empresas a buscar financiamiento simplemente para sostener las operaciones regulares.

Frente al crecimiento de Shein y Temu, las autoridades han reconocido la urgencia del problema. La Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) endureció el control sobre compras internacionales mediante el sistema de pequeños envíos.

Desde septiembre, existen límites claros: no más de tres unidades idénticas por paquete, un tope de 50 kilos y un valor máximo de USD 3.000 por operación. Los primeros doce envíos anuales cuentan con una franquicia de USD 50 libre de impuestos; si se supera este monto, se paga un 50% extra sobre el valor declarado, además del costo de servicio y almacenaje del Correo Argentino.

ARCA busca asegurarse de que las compras personales no sean importaciones camufladas y, a la vez, que el Estado recaude lo correspondiente.

Estas regulaciones impactan directamente en el atractivo de Shein y Temu, cuyo modelo de negocios depende del envío masivo de paquetes pequeños al consumidor final. Así, la elección para el consumidor argentino oscila entre moda accesible y de marca en Shein, o mayor variedad y precios aún más reducidos en Temu.

Contexto internacional

El contexto internacional suma otro elemento de presión. En agosto, la administración de Donald Trump en Estados Unidos eliminó la histórica exención arancelaria para envíos de menos de USD 800 -la llamada cláusula de minimis- determinando que todas las importaciones de bajo valor provenientes de China, Hong Kong o el resto del mundo tributen aranceles.

Presentada como una medida de seguridad nacional, la decisión busca recaudar ingresos extra y restringir el dumping de los gigantes asiáticos del comercio electrónico. El excedente de producción que no ingrese a Estados Unidos buscará nuevos mercados, incluida América Latina.

Este nuevo escenario implica para Argentina una doble presión: por un lado, la llegada de productos asiáticos con precios de liquidación, en un mundo sobreabastecido, aumentará la competencia desleal que sufren las marcas nacionales. Por otro, las regulaciones aduaneras internas intentarán frenar un flujo creciente de importaciones, buscando equilibrar la protección de la industria propia con el deseo de los consumidores de acceder a precios bajos.

Queda la incógnita sobre la eficacia de estas medidas para evitar que la “avalancha Temu y Shein” desplace definitivamente la producción argentina.

La brecha no se explica solo por la diferencia de escala o el dumping de los grandes fabricantes asiáticos, sino también por un sistema fiscal que castiga al productor nacional y, en última instancia, perjudica al consumidor, que pierde opciones de industria local a futuro.

La verdadera pregunta es si Argentina está preparada para respaldar a sus pyme, que generan más de la mitad del empleo privado, creando condiciones adecuadas para su desarrollo y competencia en un contexto global cada vez más desafiante.

Si esto no ocurre, el riesgo es claro: la demanda masiva hacia plataformas internacionales conduce a una contracción de la producción nacional, reducción del empleo y la pérdida de uno de los pilares históricos de la economía argentina. /Infobae