El clan Ale contra Los Gardelitos: más de 40 años de una sangrienta rivalidad que parece no tener final
Domingo 05 de Octubre de 2025, 09:43
ACRIBILLADOS. El estado en el que quedó el Ford Sierra después de haber sido baleado en el ataque ocurrido el 31 de diciembre de 1986.
La madrugada del 26 de septiembre de 2025, en Tafí Viejo, un tiroteo durante una fiesta volvió a poner en escena una rivalidad que atraviesa generaciones en Tucumán: el enfrentamiento entre el clan Ale y el grupo conocido como los Gardelitos. El episodio, que motivó más de 30 allanamientos y la captura de varios sospechosos, terminó de instalar nuevamente en la agenda pública la pregunta sobre hasta qué punto el Estado es capaz de desarticular un conflicto que ya supera las cuatro décadas.
La historia de esta enemistad se remonta a fines de los años 80. Crónicas policiales de la época describen un doble homicidio a fines de 1986 como el punto de partida de una serie de venganzas cruzadas entre clanes tucumanos.
Faltaban apenas unas horas para brindar por la llegada de un Año Nuevo cuando las calles de Tucumán se tiñeron de sangre. Era la tarde del 31 de diciembre de 1986 cuando la esquina de avenida Roca y pasaje Neuquén quedaría marcada a fuego en la historia del crimen y en la de dos familias: los Ale y los Gardelitos.
Con el correr de los años, esos hechos fueron mutando en una rivalidad más definida: de un lado, los Ale; del otro, los Gardelitos.
Lo que comenzó como choques barriales derivó en un conflicto en el que se mezclaron negocios ilegales, violencia armada y luchas de poder territorial. La disputa sobrevivió al paso del tiempo y se reactivó periódicamente con episodios de sangre y con nombres que se repiten generación tras generación.
El apellido Ale se volvió sinónimo de poder oscuro en Tucumán. Rubén “La Chancha” Ale, figura central del clan, construyó un entramado que la justicia federal calificó como asociación ilícita dedicada al lavado de activos y a negocios ilegales como el juego clandestino y la usura. Junto con su hermano, Ángel “El Mono” Ale, llegaron a tener influencia en el mundo del fútbol —especialmente en el club San Martín de Tucumán— y vínculos que la prensa describió como políticos y judiciales.
En diciembre de 2017, un tribunal federal condenó a la cúpula del clan por lavado de dinero y asociación ilícita, con penas de hasta 10 años de prisión. Fue la primera vez que una estructura de este tipo en la provincia recibió condenas de semejante magnitud. Sin embargo, gran parte de la sociedad percibió que las penas llegaron tarde y que muchos hechos, como la vinculación en causas de trata —entre ellas el caso de Marita Verón—, quedaron impunes.
La muerte de Rubén “La Chancha” Ale en 2023 no disolvió la estructura. Al contrario, abrió interrogantes sobre la sucesión del poder dentro del clan y, según vecinos y fuentes policiales, reactivó tensiones dormidas con los Gardelitos.
La historia del Clan Ale comienza a fines de los años 80 y principios de los 90, con la figura de los hermanos Rubén "La Chancha" Ale y Ángel "Mono" Ale. Originarios de Villa 9 de Julio, su poder se consolidó rápidamente en la zona sur de la capital tucumana.
Frente al consolidado poder de los Ale, emergió la banda de Los Gardelitos, con epicentro en el barrio Villa Alem, una zona estratégica y cercana a las operaciones de los Ale. Su nombre, aludiendo a Carlos Gardel, sugiere una identidad cultural barrial. Liderados por figuras como "El Tuerto" Gauna (aunque el liderazgo ha rotado y evolucionado con el tiempo y las detenciones), Los Gardelitos representaban una facción más "callejera" y frontal en sus operaciones, dedicándose también a la venta de drogas, robos y la usurpación de terrenos.
Su surgimiento puede interpretarse como una reacción o un intento de disputar el dominio territorial y las "cajas" de las actividades ilícitas que los Ale ya controlaban con mano de hierro.
El conflicto entre ambos clanes no fue una guerra declarada de un día para otro, sino una serie de escaramuzas y ajustes de cuentas por el control de zonas de microtráfico de drogas, desarmaderos y el manejo de "fuerzas de choque" para diversas disputas.
Barrios como Villa Alem, Villa 9 de Julio, La Bombilla y El Bajo se convirtieron en zonas calientes donde los tiroteos, las balaceras y los crímenes sicarios eran moneda corriente.
Cada muerte o agresión de un miembro de un clan solía generar una cadena de venganzas, retroalimentando la violencia. Los Gardelitos, con un perfil más bajo y quizás menos estructurado que los Ale, solían ser los que intentaban desafiar el status quo, lo que los ponía en el blanco de la maquinaria de intimidación de los Ale.
El enfrentamiento entre el Clan Ale y Los Gardelitos en Tucumán es una crónica de la falla estatal en asegurar el monopolio de la fuerza y la justicia en ciertos territorios. A pesar de las grandes condenas y los esfuerzos de desarticulación, la violencia continúa, alimentada por:
- Redes familiares: La estructura familiar de los clanes asegura la continuidad de las operaciones y la transmisión de "deudas de sangre".
- Economías ilegales: El narcotráfico, la usura y la extorsión siguen siendo negocios extremadamente lucrativos que incentivan la disputa.
- Ausencia del Estado: La debilidad de la presencia estatal en ciertos barrios permite que estas organizaciones sigan ejerciendo un poder fáctico.
Mientras persistan estas condiciones, la saga de sangre entre el Clan Ale y Los Gardelitos, o sus sucesores, continuará siendo una herida abierta en la sociedad tucumana, un recordatorio constante de los desafíos que enfrenta la justicia y la seguridad en la provincia.
Esta identidad difusa hace más complejo el trabajo judicial, pero no evita que, cada vez que un hecho violento sacude a la provincia, el apellido Ale y la etiqueta de los Gardelitos vuelvan a mencionarse en la misma oración.
Tafí Viejo, septiembre de 2025: el último capítulo
La fiesta en Tafí Viejo derivó en una balacera que sembró pánico entre los asistentes. Testigos hablaron de ráfagas y de una fuga descontrolada. Los fiscales provinciales reaccionaron con una operación de gran escala: más de 30 allanamientos en Yerba Buena, Alderetes y barrios de San Miguel de Tucumán, que derivaron en el secuestro de armas de fuego, drogas y vehículos de alta gama. Varios sospechosos fueron detenidos y se ofrecieron recompensas por otros que permanecían prófugos.
Entre los buscados estaba Facundo Ale, hijo de Ángel “El Mono” Ale. Tras varios días prófugo, se entregó el 3 de octubre en un cañaveral del este provincial. Su defensa sostuvo que actuó en legítima defensa y que la investigación debe considerar la agresión previa de los rivales. La fiscalía, en cambio, sostiene la hipótesis de una emboscada planificada.
???? “Tienen que dar garantías, no sólo a mí, también a mi hijo” — El reclamo del ‘Mono’ Ale durante la detención de Facundo ???????? En un campo de caña de azúcar cerca del límite con Santiago del Estero, la Policía detuvo este viernes al hijo de “El Mono”https://t.co/URzqqrd3O2