Jueves 09 de Octubre de 2025, 13:53
Hubo un tiempo en que parecía solo cuestión de días: talento puro, cifras deslumbrantes, jugadas que quedaban en la memoria. Sin embargo, a pesar de ser uno de los futbolistas más brillantes e influyentes de su generación, Neymar nunca levantó el Balón de Oro. Entender por qué implica mirar más allá de los destellos técnicos: observar el contexto en el que jugó (una era dominada por dos gigantes), su frágil continuidad física, sus decisiones de carrera y la evolución de un premio que, en los últimos años, ha premiado sobre todo a quienes conquistan los torneos más grandes.
Durante más de una década, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo hicieron prácticamente imposible acceder al trono: ocho Balones de Oro para el argentino y cinco para el portugués saturaron el periodo 2008–2021, con poquísimas excepciones. Después llegaron los “ganadores de sistema”: Luka Modri? en 2018 tras su Champions y el subcampeonato mundial con Croacia; Karim Benzema en 2022 con la extraordinaria campaña europea del Real Madrid; Messi nuevamente en 2023 impulsado por el Mundial de Catar; Rodri en 2024 tras dominar la Premier y ser elegido mejor jugador de la Eurocopa con España; y Ousmane Dembélé en 2025, líder de la histórica temporada del PSG. En resumen, en los mejores años de Neymar el premio estuvo monopolizado por triunfos colectivos en los que otros brillaron más, especialmente en los meses decisivos.
Sus temporadas más cercanas al Balón de Oro siguen siendo las del Barcelona. En 2015, con el triplete azulgrana y como máximo goleador conjunto de la Champions, Neymar terminó tercero detrás de Messi y Ronaldo. Dos años después, en 2017, repitió la tercera posición. Aquellos fueron sus picos, pero incluso entonces la cima seguía ocupada por los dos dominadores absolutos de la era contemporánea.
Si hay un hilo conductor que explica por qué Neymar se descolgó del debate del Balón de Oro, son las lesiones. Desde su fichaje récord por el PSG, una serie de problemas físicos lo frenó una y otra vez entre febrero y abril, justo cuando se definen las grandes candidaturas: las fracturas del metatarso en 2018 y 2019, la grave torcedura y posterior operación de tobillo en 2021–22 y 2023, y sobre todo la rotura del ligamento cruzado y del menisco izquierdo con Brasil en octubre de 2023, seguida de una larga rehabilitación. Las lesiones prolongadas marcan su carrera: la temporada 2023–24 perdida por la lesión de rodilla, nuevos intentos de regreso y recaídas musculares en 2024–25. No es solo mala suerte: es una constante que le ha impedido mostrarse decisivo justo cuando los votantes más lo observaban.
En 2017 Neymar deja el Barcelona y protagoniza el traspaso más caro de la historia (222 millones de euros) para liderar el proyecto del PSG hacia la conquista de la Champions League. El objetivo, sin embargo, nunca llegó durante su ciclo. Entre lesiones y un equipo irregular, París volvió a quedarse corto. En 2023 llega el cambio: adiós al PSG y firma con el Al-Hilal saudí, pero una nueva lesión con Brasil lo detiene casi de inmediato. A comienzos de 2025 rescinde contrato, regresa al Santos —su club de origen— y busca recuperar ritmo, aunque otra lesión muscular le corta el avance. Mientras tanto, el “nuevo” PSG logra en 2025 su primera Champions con un bloque más colectivo y menos dependiente de las estrellas: una ironía cruel que refuerza la idea de que, para ganar el Balón de Oro, hoy hay que ser el rostro del equipo que lo gana todo —y ese año ese rostro fue Dembélé, no Neymar.
Desde que France Football alineó el premio con la temporada futbolística (y no con el año natural), el peso de las fases finales —Champions y torneos de selecciones— ha crecido aún más. Rodri fue el ejemplo en 2023/24: dominio total en la Premier y actuación imperial con España hasta el título de la Eurocopa. En 2024/25, el PSG arrasó en Europa y Dembélé se benefició de esa narrativa. Neymar, en cambio, pagó dos facturas: no haber sido determinante en las últimas Champions con el PSG y sus ausencias por lesión cuando el planeta fútbol estaba mirando.
Incluso en sus mejores momentos, Neymar compartió escenario con compañeros de enorme peso. En el Barça del tridente MSN, el foco mediático siguió siendo Messi; en París, tras un inicio como figura, el protagonismo pasó a Mbappé, y durante dos años también convivió con el propio Messi. Si a eso añadimos que el PSG de aquellas temporadas no ofrecía una estructura táctica sólida ni una narrativa positiva en Europa, se entiende por qué a muchos votantes les faltó ese “último argumento” para premiarlo. Es una cuestión de percepción tanto como de resultados.
A los 33 años, con un retorno gradual en Brasil y un cuerpo que exige cuidado, Neymar no ha salido del fútbol de élite por falta de talento —eso sigue intacto—, sino por la frecuencia con la que puede mostrarlo cuando el mundo lo observa. En un escenario donde el Balón de Oro premia cada vez más al mejor dentro del equipo que gana todo, y en el que las últimas ediciones han coronado a quienes dominaron Champions o grandes torneos de selecciones, su candidatura natural se ha ido desvaneciendo. No por casualidad, los análisis y tablas que recogen proyecciones, estadísticas e incluso las apuestas de fútbol sobre los próximos reconocimientos importantes ya perfilan nuevas jerarquías, con Mbappé, Haaland o Bellingham como principales favoritos para 2026. No se trata de suerte, sino de momento: Neymar ya no está en el epicentro del fútbol europeo que moldea la narrativa del premio.
Neymar nunca ganó el Balón de Oro porque alcanzó su cima en la década más “cerrada” de la historia del galardón; porque su continuidad fue devorada por lesiones en los meses decisivos; porque sus decisiones de carrera no produjeron el título que define una era (la Champions); y porque la narrativa reciente del premio premia a quienes ganan y dominan de forma constante las grandes finales. Paradójicamente, 2025 ofreció la imagen más clara de todo ello: el PSG campeón de Europa por primera vez, con otro líder, mientras Neymar luchaba —una vez más— por volver a estar en forma.