Martes 25 de Noviembre de 2025, 18:33

Expertos indican que los pozos más superficiales pueden contener arsénico y flúor por causas naturales.
Tras la difusión del “Mapa de Arsénico” elaborado por el Instituto Tecnológico de Buenos Aires, que reabrió el debate por la calidad del agua en distintas provincias, especialistas en geología e ingeniería química explicaron cómo se comporta este metaloide en los acuíferos, cuáles son las zonas más susceptibles y qué riesgos implica para la salud a largo plazo.
Jorge García, doctor en Geología por la UNT y especialista en hidrogeología, explicó que en Tucumán -como en buena parte del país- existen acuíferos a diferentes profundidades, cada uno con características particulares.
“El acuífero freático, que se encuentra hasta los 10 o 15 metros, es el que suele presentar problemas de arsénico y flúor. Esto ocurre en amplias regiones de Patagonia, las llanuras pampeana y chaqueña, y también en sectores de la llanura tucumana”, detalló.
Según García, la explicación es geológica ya que los sedimentos más superficiales contienen limos, arcillas y cenizas volcánicas antiguas provenientes de la Cordillera de los Andes. “Bajo ciertas condiciones fisicoquímicas, especialmente en aguas con pH alcalino de 8 o más
, las cenizas liberan oligoelementos como arsénico y flúor”, indicó.
En nuestra provincia, este fenómeno se registra en zonas de
Cruz Alta, Leales y Graneros (como Los Pereyra o Agua Azul), especialmente en pozos muy poco profundos de uso domiciliario en áreas rurales
, no en sistemas de abastecimiento público. “Hoy, gran parte de esos sectores ya no se abastecen de pozos freáticos, sino de perforaciones profundas de más de 150 metros, que no presentan estos problemas”, afirmó.
Para consumo urbano, el especialista remarcó que no se utilizan acuíferos freáticos por el riesgo de contaminación doméstica e industrial:
“Los pozos que se realizan para abastecer poblaciones llegan a 200 o 300 metros de profundidad”.La ingeniera química Natalia Chebaia señaló que
el arsénico es un metaloide cuyo impacto en la salud no es inmediato, sino que se acumula con el tiempo.
“El efecto se ve a lo largo de los años. El arsénico es cancerígeno de grado 1 y su consumo sostenido puede provocar hidroarsenicismo crónico regional endémico (HACRE), con lesiones dérmicas como manchas, engrosamiento de la piel o daños palma-plantares”, observó.
Chebaia advirtió que
no todo arsénico es igual sino que existen dos formas predominantes en el agua, el trivalente (más tóxico) y el pentavalente (de menor riesgo).
“El informe no discrimina cuál de los dos aparece en cada zona, y esa información es fundamental para evaluar el peligro real y definir cómo tratarlo”, señaló.
Explicó que la presencia de arsénico no es nueva ni consecuencia de un problema reciente.
“Siempre estuvo en los acuíferos. Surge cuando el agua subterránea entra en contacto con las rocas y disuelve parte de los minerales presentes”, dijo. En aguas superficiales como ríos o canales las variaciones químicas son mayores, pero en las subterráneas la composición suele mantenerse estable durante décadas.
¿Puede quitarse el arsénico del agua?Sí, pero no con métodos domésticos. “El arsénico no se elimina al hervir el agua ni con filtros comunes. Al contrario: al hervirla se concentra”, advirtió Chebaia.
Para removerlo se requieren tratamientos específicos, que dependen de su forma química. Si es pentavalente, puede oxidarse y luego filtrarse. Si es trivalente, los procesos son más complejos.
“Son tratamientos de gran escala, porque se produce agua para toda la población. Las inversiones son altas y deben planificarse. Pero hay alternativas más progresivas, como tratar solo una parte del caudal y mezclarla (blend) con el resto para disminuir los niveles finales”, explicó.
Para Chebaia, la clave es monitorear no solo la cantidad de arsénico presente, sino su especie química. “Las autoridades deben medir sistemáticamente si el arsénico es trivalente o pentavalente y, en función de eso, definir un plan de acción”, indicó.
También remarcó que los valores que deberían preocupar son los que superan los 50 ppb, y especialmente los que exceden los 100 ppb, consideradas concentraciones de alto riesgo. /
La Gaceta
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