Más de 200 avionetas dadas de baja en EEUU componen la flota narco de la Ruta Blanca que trae cocaína al norte argentino

Domingo 09 de Noviembre de 2025, 07:21

FLOTA. Además de los cientos de avionetas recicladas, en la localidad boliviana de Santa Cruz de la Sierra están operativas más de 200 pistas desde las cuales salen los vuelos que traen cocaína al NOA.



La avioneta que se estrelló el martes en la zona rural de Horcones, en Rosario de la Frontera (Salta), dejó al descubierto un nuevo episodio vinculado al narcotráfico aéreo en el norte argentino, una modalidad que se mantiene activa pese a los múltiples controles y antecedentes registrados en la región. En el interior de la aeronave, cuya matrícula boliviana había sido borrada de manera intencional, se hallaron 136 kilos de cocaína.

Al día siguiente, y gracias a los datos aportados por dos de los cinco detenidos que fueron imputados el viernes pasado, se logró el hallazgo de otros 228 kilos del mismo estupefaciente, enterrados en un campo de Antillas, a unos 70 kilómetros del lugar del siniestro. El avión, un Cessna, se precipitó sobre un Volkswagen Gol que se utilizaba para marcar la pista de aterrizaje clandestina. El impacto fue tan violento que el vehículo terminó completamente destruido y calcinado.

Las primeras investigaciones confirmaron que se trata del segundo incidente aéreo de este tipo en los últimos dos años y uno más dentro de una larga serie de casos similares que se remontan a 2008. En todos ellos, el denominador común es el uso del espacio aéreo salteño como corredor del narcotráfico internacional, aprovechando la falta de control en la frontera con Bolivia y Paraguay.

Las avionetas narco empleadas en estos vuelos suelen ser aeronaves antiguas, con más de 30 años de uso, importadas desde La Florida (Estados Unidos) hacia Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), donde son reacondicionadas y matriculadas nuevamente para transportar hasta 500 kilos de cocaína. 

Pese a las pérdidas registradas —decenas de naves han sido destruidas o incautadas—, los organismos de seguridad estiman que por cada avión caído, al menos otros diez están operativos para cruzar la frontera a baja altura y lanzar su carga en fincas del sur de la provincia.

El accidente de Horcones se suma a otros precedentes, como el ocurrido en finca San Severo (Anta) en noviembre de 2014, cuando otra avioneta cayó tras arrojar 250 kilos de droga. Aquel vuelo era piloteado por Erick Osman Méndez Donoso, un instructor boliviano que ya contaba con antecedentes en su país. Como él, numerosos pilotos jóvenes, formados en academias privadas de Bolivia, han perdido la vida o la libertad en maniobras de este tipo.

Según registros de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) de Bolivia, entre 2012 y 2014 se importaron más de 200 aeronaves desde Estados Unidos, muchas dadas de baja en su país de origen por antigüedad. Más de la mitad terminaron desviadas al narcotráfico, volando sin control operativo en pistas clandestinas del oriente boliviano.

Entre 2018 y 2023, la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico (FELCN) geolocalizó más de 440 pistas ilegales en los departamentos de Beni, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, de las cuales al menos 270 siguen activas. La prensa local definió esa franja del espacio aéreo como un auténtico “corredor de cocaína”.

Cruces de información entre la DGAC boliviana y la Unidad Fiscal Federal de Salta revelan que siete de cada diez avionetas accidentadas o decomisadas en el norte argentino tenían matrículas recicladas de Bolivia. Otras procedían de Paraguay o fueron robadas en aeroclubes argentinos.

La proliferación de escuelas de pilotos civiles —solo en torno al aeropuerto El Trompillo funcionan una docena— y la falta de control sobre el combustible aeronáutico, que se despacha en Bolivia sin trazabilidad, completan el entramado del crimen organizado transnacional.

En palabras de investigadores de la autoridad judicial salteña, el siniestro de Horcones no fue un hecho aislado, sino una nueva evidencia de una red que opera con precisión y logística profesional en un espacio aéreo donde “cada tanto, una avioneta cae, pero decenas más siguen volando con rumbo al sur argentino”.