Las islas están tan pegadas que se puede pasar de una a otra caminando.En 1948, en plena tensión con Occidente, las autoridades soviéticas retiraron a los habitantes de la Isla del Ayer y los enviaron a Siberia. La razón: evitar que vivieran a metros del territorio estadounidense y que, tentados por la vida del otro lado, cruzaran la frontera. Muchos de esos pobladores pasaron décadas sin poder volver, y las familias quedaron partidas en dos por una línea imaginaria sobre un mar helado.
Hoy, la isla rusa permanece vacía, mientras que del lado estadounidense sobreviven pequeñas comunidades de esquimales que todavía recuerdan a sus vecinos perdidos. Su vida gira alrededor de la pesca, especialmente del cangrejo rojo real, uno de los productos marinos más caros del mundo.
La historia más increíble de las Diómedes ocurrió en plena Guerra Fría, cuando la nadadora estadounidense de aguas abiertas Lynne Cox, de 30 años, decidió unir ambas islas nadando en aguas cercanas a los 0°C.
Su travesía, deportiva e inofensiva, tenía un detalle sensible: implicaba que una ciudadana de Estados Unidos ingresara sin autorización a territorio soviético.
Apenas tocó la costa de la Isla del Ayer, la tensión escaló. La Unión Soviética envió dos barcos militares hacia la zona. Desde la isla estadounidense, los esquimales avisaron a la Guardia Nacional, que despachó aviones. Los soviéticos respondieron con los suyos. En cuestión de minutos, el hielo entre las islas se convirtió en un tablero militar.
La situación recién se calmó cuando Moscú autorizó oficialmente su presencia. Cox fue asistida por oficiales soviéticos y revisada por una médica. Su gesto, simple pero simbólico, llegó meses después a las conversaciones entre Gorbachov y Reagan, quienes mencionaron su cruce como un ejemplo de acercamiento entre dos países enfrentados hacía décadas. /
TN