El fantasma de Cancún: la insólita fuga de “Ricky” Puenzo, por el transfemicidio de “Power” Benitez

Domingo 23 de Noviembre de 2025, 21:29

Ricky y su presunta víctima



Enrique “Ricky” Puenzo dejó de ser un nombre marginal de la noche salteña para convertirse en el protagonista de la persecución policial más resonante de Tucumán. Acusado del transfemicidio de Alejandra “Power” Benítez, absuelto en un primer juicio y convocado a enfrentar un nuevo proceso, se esfumó en el momento clave. La imagen final que dejó atrás fue una foto publicada en su propio perfil de Facebook, recostado en una playa de Cancún, en el mismo horario en que debía declararse presente ante los jueces. Desde ese instante, su rastro se perdió por completo.

La historia que lo relaciona con uno de los crímenes más impactantes de 2020 comenzó la noche del 5 de noviembre de ese año, en una cuadra habitual del sur tucumano. Alejandra “Power” Benítez y su amigo Diego Mercado permanecían sentados en la vereda de Ayacucho al 900, conversando y tomando unas cervezas. La tranquilidad del momento se interrumpió cuando una moto se detuvo frente a ellos. Según el relato inicial, hubo una discusión corta que subió de tono y, de manera repentina, una seguidilla de disparos. Benítez cayó en el lugar. Mercado resultó herido y logró sobrevivir. Las pocas personas que pasaban por la zona coincidían en que el agresor había escapado a toda velocidad.

El nombre de Puenzo apareció casi de inmediato en las conversaciones de vecinos y allegados. Era conocido en la zona, tenía vínculos con la víctima y frecuentaba el barrio. Mercado lo señaló en su primera declaración. Amigas y integrantes del entorno trans describieron comportamientos violentos que habrían ocurrido en encuentros previos. La investigación avanzó con ese marco inicial, pero el juicio posterior reveló inconsistencias en testimonios, vacíos en la reconstrucción y pericias cuestionadas. Mercado cambió su versión. Su testimonio se volvió incierto. Las pruebas no lograron la contundencia esperada. El tribunal resolvió absolver a Puenzo por el beneficio de la duda. La decisión lo dejó en libertad y permitió que regresara a su vida habitual.

Ya absuelto, “Ricky” volvió a instalarse en Joaquín V. González, la localidad salteña donde manejaba el boliche Monkey Club. En ese pueblo su presencia generaba una mezcla de recelo, intriga y comentarios que circulaban con rapidez en cada esquina. Vecinos relataban que solía organizar fiestas numerosas, que era habitual verlo rodeado de jóvenes y que su estilo de vida llamaba la atención por el dinero que exhibía. Una de las escenas que más se repite en el relato de los habitantes es aquella en la que, durante una celebración del Día del Estudiante, se subió al escenario y arrojó billetes de mil pesos al público. La historia quedó instalada como un gesto de ostentación que reforzó la impresión de que se trataba de una figura poderosa en el ámbito local.


En los comentarios también aparecían episodios relacionados con conflictos sentimentales. Varias personas mencionaban la difusión de videos íntimos de parejas, disputas que se volvían públicas y situaciones que terminaban en discusiones. En el pueblo circulaba la idea de que algunos jóvenes que se habían acercado a su círculo terminaron atravesando problemas de adicciones. Todo eso reforzó un perfil en el que el poder económico, el manejo de relaciones y una influencia fuerte dentro de ciertos grupos aparecían de manera constante.

A lo largo de los años, su nombre también fue mencionado en situaciones vinculadas a movimientos sospechosos en rutas de la zona. Se hablaba de operativos fallidos y de maniobras que sugerían que alguien lo alertaba antes de que fuera interceptado. Los comentarios crecieron con el tiempo y alimentaron la imagen de un hombre protegido, con movilidad y recursos para sortear controles.

Cuando la Corte dispuso que el juicio por el crimen de Alejandra Benítez debía repetirse, el expediente volvió a tomar impulso. Se fijó una nueva fecha para el debate oral y se estableció que el imputado debía presentarse, esta vez admitiendo la modalidad virtual porque había informado que se encontraba viviendo en Salta. Nada hacía prever un movimiento inesperado. Puenzo no había tenido problemas en presentarse en el proceso anterior y no existían restricciones para su movilidad. No había sido condenado y su situación legal no incluía medidas cautelares que limitaran sus desplazamientos.

El día de la audiencia, sin embargo, algo llamó la atención de inmediato. Llegada la hora fijada, la conexión no se produjo. El imputado no se presentó en la sala virtual. En paralelo, en su propio perfil de Facebook comenzaron a aparecer fotos y videos en una playa mexicana. En ellos se lo veía caminando por la arena, disfrutando cócteles y tomando el sol. El contraste entre la escena caribeña y la obligación judicial reveló de manera clara que no se trataba de una ausencia accidental. Tras la publicación, las imágenes fueron borradas, aunque ya habían sido vistas. El juez declaró al imputado en rebeldía y ordenó su captura provincial, nacional e internacional.

Desde aquel día, ningún organismo logró ubicarlo. No hay registros de ingreso mediante controles convencionales, no se detectaron movimientos formales en pasos fronterizos y ninguna alerta migratoria lo señaló en aeropuertos del país. Las hipótesis más recurrentes entre quienes participan de la investigación apuntan a la posibilidad de que haya salido del país con documentación no controlada o a través de rutas no registradas. También se menciona la chance de que cuente con contactos que le permitan mantenerse oculto. Algunos investigadores plantean que podría haber cambiado de identidad o que se desplaza entre países evitando puntos de control oficiales.

La familia de “Power” sigue cada movimiento del expediente con la sensación de que la desaparición del acusado agrega una nueva capa de incertidumbre al caso. La madre de la víctima ya había atravesado una tragedia similar décadas atrás, cuando otro de sus hijos fue asesinado. Entonces también debió esperar meses para que los responsables fueran detenidos. Ahora la escena vuelve a repetirse: marchas frente a tribunales, reclamos para que se intensifique la búsqueda, pedidos de recompensa y una insistencia que parece no dar tregua.

El crimen de Alejandra Benítez reavivó reclamos históricos de la comunidad trans, que señala que los casos de violencia muchas veces quedan sin resolución o se extienden durante años sin respuestas. Para ellas, la imagen de Puenzo en la playa mexicana se transformó en un símbolo doloroso de impunidad. La postal del mar turquesa, tomada mientras debía presentarse ante la Justicia, quedó instalada como el punto final de un rastro que se pierde en la frontera de lo posible.


En Tucumán, la pregunta sigue abierta. Los investigadores admiten que no existe una sola pista firme sobre el paradero actual del prófugo. Tampoco descartan que haya cambiado completamente su entorno. La única certeza es que el hombre que alguna vez dirigió un boliche del interior salteño logró desaparecer sin dejar señales. Los familiares de la víctima insisten en que la búsqueda debe continuar y que el caso no puede quedar sin resolución.

Mientras tanto, la última imagen confirmada de Enrique “Ricky” Puenzo continúa siendo la misma: él, recostado en una playa de Cancún, sonriendo a la cámara. Una postal breve que, desde entonces, funciona como el único indicio visible de un hombre que logró esfumarse justo cuando la Justicia volvía a tocarle la puerta.