La dura infancia de Martín Karadagian, el luchador que no se rindió y se convirtió en ídolo popular

Miércoles 01 de Mayo de 2024, 15:54

Martín Karadagian a fines de la década del 70, en la playa junto a su hija Paulina.



Un 30 de abril de hace 102 años, nacía un hombre que marcó la infancia de más de una generación: Martín Karadagian, el creador de Titanes en el Ring, programa que debutó en la televisión en 1962 y con el que se convirtió en ídolo popular.

Pero antes de llegar a la cima como actor y creativo, Karadagian fue luchador grecorromano, deporte del que siempre se jactó de ser “campeón mundial”. Y luchar fue un signo de su existir, porque la dura infancia que vivió, con un padre violento, lo llevó a aprender a luchar para defender a su madre.

Pero, además, fue un luchador que no se rindió nunca, más que dentro del ring fuera del mismo, porque la perseverancia para lograr sus objetivos lo hizo insistir en los años 50 para meterse en el grupo que todas las tardes practicaba en el Luna Park de buenos Aires el deporte “catch as catch can”.

Y como sistemáticamente era rebotado en el ingreso al grupo de luchadores, porque Karadagian era de baja estatura y todos los otros luchadores eran grandotes, combinó su talento para las ocurrencias con su pasión y deseos de luchar: fue a la casa del director de “catch as catch can”, cuyo personaje era “El hombre montaña”, pero no lo hizo solo sino que llevó sobre sus hombros una media res que sacó de la carnicería de su padre.

Semejante muestra de fortaleza hizo reflexionar al Hombre Montaña, que era un luchador de origen ucraniano, quien en un rudimentario castellano le dijo: “La verdad que usted ser chiquito pero ser fuerte. Usted poder quedar con nosotros”.


La dura infancia de Martín Karadagian: el luchador que fue lustrabotas y creó Titanes en el Ring

Seguramente, “El hombre montaña” no fue consciente de que estaba incorporando a su troupe a un cerebro creativo brillante, más allá de que lo convenció aquello de la media res. Pero ese fue el comienzo de Karadagian en el catch y en el negocio del espectáculo de la lucha.

Atrás empezaba a dejar su infancia dura de lustrabotas callejero y de ayudar a su papá, el armenio Hamparzún Karadagian, en la carnicería. Martín solo hizo primer grado y dejó el colegio, siendo ésta una limitación que lo hizo sentir mal el resto de su vida más allá de que su talento y creatividad lo pusieron a hablar de historia a través de los personajes que inventó para sus luchadores.

Martín Karadagian en un combate contra La Momia, otro personaje memorable.

Pero más dura fue aún esa época por las carencias que pasó, tras haber nacido en un conventillo de San Telmo, yéndole a pedir un vaso con agua a la vecina o usufructuando una manzana que había de centro de mesa y dándole un mordiscón, según reveló hace unos años Paulina, su hija.

Martín Karadagian murió en agosto de 1991 pero su recuerdo está vivo en todos los adultos que, de niños, disfrutaron de los Titanes y jugaban a ser algunos de aquellos personajes. “Chicos, no intenten hacer esto en sus casas”, recomendaba el relator, Rodolfo Di Sarli, una pieza tan importante en el programa como el propio Karadagian.

Y también sigue vivo en los recuerdos de su hija, quien contó que, tras la muerte de su papá, abrió el cajón de la mesa de luz de él y encontró varios muñequitos de Martín “el Titán”, esos que venían en los chocolatines Jack, a los que les faltaba una pierna, una forma en la que Karadagian procesó la amputación de una de sus extremidades por la diabetes a mediados de los años 80.

Además, la propia Paulina detalló la violencia de su abuelo Hamparzún y de cómo su padre, Martín, intentó ayudarlo económicamente. Lo hizo con la creatividad que lo caracterizaba: don Hamparzún no tenía jubilación y, por orgullo, no aceptaba plata de su hijo. Entonces, Martín mandó a hacer un carnet y le mintió a su padre diciéndole que le había salido la jubilación.

Y le dijo que no lo perdiera, así todos los meses pasaba por su oficina, él enviaba a un empleado a cobrársela y le traía el sobre cerrado con la plata. Y así fue. Pese a la infancia violenta a la que lo sometió -como también a su madre-, él no renunció a ayudarlo. Y lo hizo a su estilo, con creatividad. Como reflexionó su hija Paulina: “Cómo no iba a hacerle creer a mi abuelo eso, si nos hizo creer a todos que una Momia llegó de Egipto para ser luchadora?”. /TN