Hicieron dedo para ir a una fiesta, las torturaron y enterraron al aire libre: el macabro triple crimen de Alcásser

Sábado 02 de Marzo de 2024, 15:16

Míriam, Toñi y Desirée, de 14 y 15 años, fueron secuestradas la noche del viernes 13 de noviembre de 1992.



Corría el año 1992, era una noche de otoño y Miriam, Toñi y Desirée estaban decididas a ir a la fiesta de una escuela que quedaba en una localidad cercana. De Alcásser a Picassent había una distancia de casi cuatro kilómetros, pero como tenían entre 14 y 15 años, no tenían auto ni podían manejar. Por eso, decidieron “hacer dedo” y esperar a que alguien las lleve. Ese viernes 13 de noviembre fue la última vez que su familia las vio con vida.

Tras 75 días de una incansable búsqueda por algún rastro que dé con su paradero, dos apicultores que iban a revisar una de sus colmenas descubrieron un brazo humano que sobresalía de la tierra en un paraje llamado La Romana. Allí, hallaron tres cuerpos y los resultados de la autopsia no tardaron en confirmar que se trataba de las chicas que estaban desaparecidas.

El caso del crimen de Alcásser no sólo es uno de los más controversiales de España debido al tratamiento posterior que tuvo en los medios -un show televisivo en el que todas las noches se discutían las teorías conspirativas más insólitas- sino porque, hasta el día de hoy, el principal sospechoso se encuentra prófugo y su coautor está libre desde el 2013.


El 13 de noviembre de 1992

Miriam, Toñi y Desirée crecieron en Alcásser y, al ser vecinas, se hicieron amigas muy cercanas. En la noche del viernes 13 de noviembre de 1992, tenían planeado ir a bailar a un boliche llamado Coolor, donde iba a haber una fiesta de una escuela del municipio de Picassent.

Por la tarde, pasaron a buscar a Esther Díez, otra chica que formaba parte del grupo, pero como estaba enferma y se sentía mal decidió quedarse en su casa. Durante la charla que mantuvieron, las jóvenes discutieron cómo iban a viajar hasta la fiesta, si se iban caminado o pedían que alguien las llevara. “Mi madre les dijo: ‘No vayan a dedo que algún día les pasará algo”, contó Esther a los medios españoles en aquel entonces. Una advertencia que resultaría premonitoria.

Miriam García.

A las 8 de la noche, cuando las chicas se fueron de la casa de su amiga, Miriam llamó a su papá para preguntarle si las podía alcanzar en auto, pero él les dijo que no porque estaba enfermo. Así fue cómo el destino las llevó a detenerse sobre una avenida y “hacer dedo” frente a un semáforo. Allí, las levantó un joven llamado Francisco José Hervás junto a su novia, Luz López, y las dejó en una estación de servicio en la entrada de Picassent.

Desirée Hernández.

Antes de su desaparición, Miriam, Toñi y Desirée fueron vistas por última vez por un amigo que pasaba en una moto y por una vecina del pueblo que aseguró haber visto cómo se subían al auto de sus presuntos asesinos desde su ventana. Según el testimonio de María Dolores Badal Soria, el vehículo era de color blanco y en su interior había cuatro personas, aunque no llegó a ver ningún detalle que pudiera revelar su identidad. Ella fue la última testigo que las vio con vida.

Toñi Gómez.


El hallazgo

La búsqueda de las jóvenes desaparecidas generó una gran conmoción en toda España, al punto de que los padres se reunieron con Felipe González, quien era el presidente en ese entonces. Las familias Hernández, García y Gómez seguían convencidos de que sus hijas estaban retenidas en contra de su voluntad.

La esperanza se terminó en el duro invierno de 1993 cuando, en la mañana del 27 de enero, dos apicultores fueron a revisar sus colmenas en un paseo rutinario. Allí descubrieron algo macabro que despertó su horror: un brazo con un reloj que sobresalía de la tierra.

El hallazgo se produjo en un paraje llamado La Romana, ubicado en una zona cercana al pantano de Tous y a unos 50 kilómetros de la ciudad de Valencia. Al lugar, llegaron los policías y el juez José Miguel Bort, quien, en un informe, detalló las circunstancias de la escena: “En la superficie aparece una mano saliente, deshuesada prácticamente en su totalidad, con dos huesos salientes y un reloj blanco”.

El hallazgo de los cuerpos se produjo en una fosa ubicada en un paraje llamado La Romana, a 50 kilómetros de la ciudad de Valencia.

Tras la excavación, los peritos lograron constatar que había tres cuerpos que estaban envueltos en una alfombra, estaban maniatados y uno encima del otro. A su vez, dos de ellos tenían la cabeza separada del cuerpo. Si bien se encontraban en un estado avanzado de descomposición, la ropa que llevaban trajo la sospecha que se trataba de las jóvenes desaparecidas.

A pocas horas, los padres de las víctimas se reunieron en el Ayuntamiento de Alcásser y confirmaron que, tras 75 días de incertidumbre, la búsqueda había llegado a su fin.

El momento del traslado de los cuerpos.

El 30 de enero, Miriam, Toñi y Desirée fueron veladas en una convocatoria multitudinaria y fue transmitido en vivo por la televisión. El dolor no sólo yacía en la familia de las víctimas, sino en cada uno de los ciudadanos españoles que siguieron el caso durante los casi tres meses que duró la investigación.

Más de 30.000 personas acudieron al velorio de Miriam, Toñi y Desirée.


Una pista clave y una tenebrosa confesión

En la zona del paraje de La Romana, además de encontrar la fosa donde intentaron ocultar los cuerpos de las chicas, también descubrieron diferentes objetos en las cercanías: ropa, un cartucho de 9 milímetros, guantes, entre otros. Sin embargo, se percataron de algo que sería la pista clave para encontrar a los presuntos autores del crimen.

En la mañana del 28 de enero, la Policía encontró varios pedazos de papel rotos y arrugados y, una vez que los juntaron todos, concluyeron que se trataba del certificado de un paciente del Hospital La Fe de Valencia que se había atendido por una enfermedad venérea. Se trataba de Enrique Anglés Martins.

El certificado médico que los investigadores encontraron en la escena del crimen.

En cuanto la Guardia Civil se dirigió al domicilio del sospechoso, se lo encontró junto a Kelly Martins, la hermana, y Miguel “El Rubio” Ricart, un amigo de la familia. A los tres se los llevaron detenidos.

En su declaración, Anglés confesó haber matado a las adolescentes, aunque luego los investigadores desestimaron la veracidad de lo que había dicho ya que el joven tenía una discapacidad mental. Sin embargo, en su testimonio, dio otra pista: supuestamente, el certificado que encontraron cerca de la fosa lo tenía su hermano Antonio, a quien se lo había “prestado” para obtener un turno médico. Dos días más tarde, fue liberado bajo la orden del juez de instrucción.

Antonio Anglés es el principal acusado en el crimen de Alcásser. Hasta el día de hoy, permanece prófugo.

La Policía nunca logró dar con Antonio, quien ya cargaba con antecedentes por asalto, tráfico de drogas y había estado preso durante dos años. Sus hermanos aseguraron que siempre fue una persona violenta y que se había escapado por la ventana del departamento en el cual vivían. Se dice que se ocultó en Irlanda, Lisboa, Brasil y hasta en Buenos Aires, aunque nada pudo confirmarse ya que se encuentra prófugo hasta el día de hoy.

Al momento de la indagatoria, Ricart lo confesó todo al pie de la letra: dijo que junto a Antonio, habían levantado a las tres chicas en su auto Opel Corsa y que las habían llevado a una choza en La Romana. Allí, las ataron a una silla y las violaron una por una.

En un momento de la noche, se fueron a comer algo y regresaron para continuar con el plan macabro. Al cabo de unas horas, cuando las jóvenes no paraban de llorar, dijo que Anglés “se fastidió” y que cavó una fosa, donde las llevó para matarlas de un tiro en la cabeza. Posteriormente, las envolvieron en una alfombra y las enterraron. No mencionó a ningún otro cómplice y el arma homicida nunca apareció.

Miguel Ricart confesó el crimen y fue sentenciado a 170 años de prisión.

Los resultados de la autopsia confirmaron que lo que decía Ricart era cierto, aunque no lograron explicar otras incongruencias como, por ejemplo, por qué las vértebras de los cuellos en los cuerpos que tenían la cabeza separada no tenían signos de haber sufrido heridas de un arma punzante.


Teorías conspirativas y un misterio sin resolver

En primera instancia, las familias de las víctimas no creyeron en el informe preliminar de los forenses en su totalidad. Principalmente, Fernando García, papá de Miriam y “la cara” de los padres ante las cámaras de televisión, acusó al gobierno español de que le ocultaban lo que había pasado y que estaban “resguardándole la espalda” a un grupo de personas de la alta política que se dedicaban a filmar películas pornográficas relacionadas al sadismo.

Jóvenes españoles realizaron una marcha para pedir justicia por el crimen de las amigas de Alcásser.

Además, según la versión de García, Anglés y Ricart sólo eran chivos expiatorios de un crimen mucho más grande. En ese momento, se ligó a Juan Ignacio Blanco, un periodista que lo acompañó a “sacar a la luz” la verdad del caso de las chicas. Incluso, Blanco llegó a afirmar que tenía un video en el que se veía cómo torturaban a las adolescentes, aunque dicha copia jamás apareció. A pesar de las acusaciones, la postura de García nunca se logró validar por falta de pruebas.

A 32 años del crimen de Alcásser, aún quedan incontables incógnitas que quedaron sin resolver. En principio, la más controversial es la posibilidad de un tercer cómplice ya que, además del testimonio de la mujer que dijo haber visto que las chicas se subieron al auto de cuatro hombres, un testigo que vio llegar a Anglés y a Ricart al bar -mientras dejaron a sus víctimas en la choza de La Romana- dijo que había una persona más que acompañó a los sospechosos.

Fernando García, padre de Miriam, en diálogo con los medios españoles.

Por otra parte, en una segunda autopsia que solicitó Fernando García, se demostró que, en la alfombra donde hallaron los cuerpos, había restos de pelos de al menos siete personas diferentes. A su vez, el papá de Miriam, junto al forense con el que trabajó, acusó a la Justicia de alterar las pruebas y no realizar un rastrillaje de manera correspondiente.

“Todas las lesiones y datos de interés los quitaron de en medio. Lavaron los cuerpos antes de entregármelos e hicieron desaparecer las muestras que habían quitado en la primera autopsia para que el segundo perito no las pudiera ver”, expresó el doctor Luis Fontela en el documental El Caso Alcásser de Netflix.

Miguel Ricart en el juicio.

Más allá de los cabos sin atar y dicha confesión, la versión oficial no presentó pruebas biológicas de la presencia de Antonio Anglés y Miguel Ricart en la escena del crimen.

El 12 de mayo de 1997 comenzó el juicio contra Ricart y lo condenaron basándose exclusivamente en su testimonio. A pesar de haber sido condenado a 170 años de prisión, sólo cumplió 21 tras las rejas ya que quedó libre el 29 de noviembre de 2013. Hoy pasa sus días viviendo en casas ocupadas y manteniendo un perfil bajo.

Miriam García, Desirée Hernández y Antonia “Toñi” Rodríguez fueron veladas el 30 de enero de 1993 en un funeral multitudinario, donde se estima que asistieron más de 30.000 personas. Durante la ceremonia, el arzobispo García-Gasco ofició la misa y leyó un telegrama del Papa Juan Pablo II.

Los nichos donde descansan los restos de Miriam, Toñi y Desirée.

Las tres están enterradas en el Cementerio Municipal de Alcásser en nichos contiguos que presentan las fotos con las que el país entero las buscó durante 75 días, a la espera de que el caso se resuelva algún día y que puedan descansar en paz. /TN